Santa Isabel. Fiestas de Zazuar. En la plaza del rollo, a los restos
de la "monumental verbena amenizada por la orquesta P.",
hartos ya de rancheras, batukas y la última sección
patrio-ratonera, vemos que abre la panadería. Nada a esas horas –las
cinco por lo menos– como un cruasán o una napolitana de chocolate.
Atiende el chico, que junto con la madre ha quedado al frente del
negocio tras la reciente muerte de su padre en un absurdo accidente
con el tractor. Mientras el joven mete cuidadosamente las napolitanas
en la bolsa, le digo: "Qué bien que sigáis haciendo esto. Es
lo mejor de la noche". No se me ha ocurrido una forma mejor de
darle el pésame.
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