Así, Gorjeos del alma, se titula una colección de cantares que compramos
el sábado a un gitano por un euro. Y como suele suceder en estos florilegios, escarbando
entre la abundante paja fueron apareciendo preciosos granos de la mejor
intuición popular, esa que funde amor, divinidad y naturaleza en el decir de un
mundo que nos parece tanto más verdadero cuanto más remoto, si no perdido.
*
¿Cómo quieres que yo cante / si perdí las ilusiones? /
En árbol donde no hay hojas / no cantan los ruiseñores.
Me distes agua a beber / en la cuenca de tus manos. /
A mieles me supo el agua, / a gloria me supo el vaso.
Dos besos tengo en el alma / que no se apartan de mí,
/ el último de mi madre / y el primero que te di.
Morena tiene que ser / la tierra para claveles, / y la
mujer para el hombre / morenita y con desdenes.
Ojos negros no son firmes, / azules son verdaderos, /
y un poquito acastañados / juguetones y embusteros.
Manojitos de alfileres / me parecen tus pestañas, /
que cada vez que me miras / me las clavas en el alma.
Un día triste y lloroso / a un arroyuelo bajé, / oí
cantar a un jilguero / y con él me consolé.
Pájaro que vas volando / y en el pico llevas hilo, /
dámele para coser / su corazón con el mío.
Buena cata, y un encanto de estos versos populares, por demás universales como todo lo bueno, vello y verdadero.
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