Feria del libro de Valladolid 2012. En una
de las carpas pequeñas, tres poetas castellanoleoneses debaten sobre su tarea
en un coloquio que lleva por nebuloso título “En el origen fue la poesía”. Entre
poema y poema van respondiendo por turno cuestiones que plantea un moderador; aunque
más exacto sería decir que las planta, y no porque hunda en tierra fértil la semilla que las
razones de los otros transmutarán en fruto, sino porque las deja plantadas,
pobrinas. Bien pronto salió a escena aquel odioso tópico de la inutilidad de la
poesía, que se convirtió en la idea alrededor de la que giraba todo. Mal se
podía sufrir aquel eterno retorno a la nada que el moderador morigerado no quería
o no sabía atajar. Cuando a los tres cuartos de hora se decidió a dar paso al
turno de preguntas, un hombrecillo avellanado, vestido con traje y chaleco,
correctísimo, protestó con vehemencia por aquella reiteración tan extraña en
boca precisamente de los poetas. Ya hay suficiente desprecio en este país hacia
la poesía, venía a decir, como para tener que sufrirlo de los que consagran a
ella su vida, y añadió que si así la trataban acaso era porque no consagran a
ella sino… sus libros; sus libros de no poesía. Razones ajustadas y hermosas
que arrancaron aplausos del público. Entonces uno de aquellos tres poetas,
picado, se revolvió de la peor manera: “¿Tú no eres […]? ¿Tú no eres el de la
editorial […]? Y le acusó de no sé qué agravio supuestamente infligido por el
anciano, dueño por lo visto de una modesta editorial local. Los otros dos no
dudaron en secundar el ataque del poeto ante la expresión de pánico súbitamente
pintada en el rostro del hasta entonces modorrado moderador. Incapaz de calmar
los ánimos, tuvo al menos la afortunada ocurrencia, bendito recurso, de preguntar a los
tres tenores qué era la poesía. Pregunta a la que, por fortuna, no es posible
responder. Esta sería, por cierto, una buena respuesta. O bien la que recordara
lo que escribió Machado en el prólogo de sus Páginas escogidas, a saber, que no se define en arte, sino en matemática.
Pero el vate grescón que se había enganchado con el viejo vio su ocasión: “La
poesía es lo contrario de la televisión”. Sonorosos aplausos festejaron la boutade, quedando así él doblemente hueco y la bancada de los
aedos en parte redimida de su pobre imagen.
Yo pensaba con tristeza en la razón que lleva José Luis García Martín al
hablar de la indigencia teórica de nuestros poetas.
(Continuará)
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