Esa es mi reacción inicial. Pienso después que tal vez el matiz peyorativo que le atribuyo a la frase no exista, que sea una proposición no valorativa: las palabras son, ciertamente, equívocas, y están contaminadas en el sentido de que es ya imposible liberarlas de la carga de connotaciones que les hemos ido arrojando. Pero si así fuera, esa tara de las palabras (ser equívocas, estar manchadas) ¿no las haría merecedoras de un piadoso silencio? No concibo que un poeta pueda no amar las palabras, ya que ha de trabajar con ellas, como no comprendería que un artesano que realiza un oficio por gusto no ame la materia prima que le permite realizarlo. ¿Cumplirá más al cantero mirar sus piedras con rencor por la dureza de sus manos que con satisfacción y cariño por la obra bien hecha? Que las palabras no llegan a todo lo comprendemos al comparar su alcance con el de los sonidos de una música amada, o sin ir tan lejos al advertir lo fácil que es caer en los equívocos. Pero ¿es culpa de ellas, hay siquiera culpa? Los poetas comprometidos con la claridad saben que no, y el libro del que hablo lo demuestra de la mejor manera, con las mejores palabras (no podrían quejarse). Quede su desdoro para esos otros “vestidos de poeta” que en realidad odian las palabras, esas intrusas que despistan de lo verdaderamente importante, su propia voz.
martes, 28 de febrero de 2017
CON LAS PALABRAS
Leo esta frase de un poeta al que admiro no sólo por su poesía (verdadera como muy pocas en nuestro país), sino también por su poética (implícita y explícita): “Todas las palabras son equívocas, están manchadas.” De entrada me invade la extrañeza. Pretender de las palabras que sean inequívocas es exigirlas que sean más de lo que son sus creadores. ¿Cómo podrían no ser equívocas las voces nacidas de naturalezas complejas que tienen, además, que ponerse de acuerdo? Son, sí, equívocas, pero eso no las mancha: las humaniza. Y no se trata de que seamos, personas o palabras, inmaculados. Se trata de entendernos.
Esa es mi reacción inicial. Pienso después que tal vez el matiz peyorativo que le atribuyo a la frase no exista, que sea una proposición no valorativa: las palabras son, ciertamente, equívocas, y están contaminadas en el sentido de que es ya imposible liberarlas de la carga de connotaciones que les hemos ido arrojando. Pero si así fuera, esa tara de las palabras (ser equívocas, estar manchadas) ¿no las haría merecedoras de un piadoso silencio? No concibo que un poeta pueda no amar las palabras, ya que ha de trabajar con ellas, como no comprendería que un artesano que realiza un oficio por gusto no ame la materia prima que le permite realizarlo. ¿Cumplirá más al cantero mirar sus piedras con rencor por la dureza de sus manos que con satisfacción y cariño por la obra bien hecha? Que las palabras no llegan a todo lo comprendemos al comparar su alcance con el de los sonidos de una música amada, o sin ir tan lejos al advertir lo fácil que es caer en los equívocos. Pero ¿es culpa de ellas, hay siquiera culpa? Los poetas comprometidos con la claridad saben que no, y el libro del que hablo lo demuestra de la mejor manera, con las mejores palabras (no podrían quejarse). Quede su desdoro para esos otros “vestidos de poeta” que en realidad odian las palabras, esas intrusas que despistan de lo verdaderamente importante, su propia voz.
Esa es mi reacción inicial. Pienso después que tal vez el matiz peyorativo que le atribuyo a la frase no exista, que sea una proposición no valorativa: las palabras son, ciertamente, equívocas, y están contaminadas en el sentido de que es ya imposible liberarlas de la carga de connotaciones que les hemos ido arrojando. Pero si así fuera, esa tara de las palabras (ser equívocas, estar manchadas) ¿no las haría merecedoras de un piadoso silencio? No concibo que un poeta pueda no amar las palabras, ya que ha de trabajar con ellas, como no comprendería que un artesano que realiza un oficio por gusto no ame la materia prima que le permite realizarlo. ¿Cumplirá más al cantero mirar sus piedras con rencor por la dureza de sus manos que con satisfacción y cariño por la obra bien hecha? Que las palabras no llegan a todo lo comprendemos al comparar su alcance con el de los sonidos de una música amada, o sin ir tan lejos al advertir lo fácil que es caer en los equívocos. Pero ¿es culpa de ellas, hay siquiera culpa? Los poetas comprometidos con la claridad saben que no, y el libro del que hablo lo demuestra de la mejor manera, con las mejores palabras (no podrían quejarse). Quede su desdoro para esos otros “vestidos de poeta” que en realidad odian las palabras, esas intrusas que despistan de lo verdaderamente importante, su propia voz.
sábado, 25 de febrero de 2017
POETICANDO
Denostar la obligación
de corregir es, un poco, dárselas de divo. Corregir es escribir, a veces más escribir que escribir.
*
En realidad odian
las palabras, esas intrusas que distraen de lo verdaderamente importante, su
propia voz.
*
La altura de esa cordillera
que es cada poeta se mide, naturalmente, por sus cumbres.
Trashcan Sinatras: "Weightlifting" (de Weightlifting, 2004)
martes, 21 de febrero de 2017
EN ANÁFORA
MANO NUEVA
A Andrea y Laura
No vuestros pies trenzados en el sueño:
mi mano acariciándolos,
recorriendo despacio
lo que va del empeine a cada dedo.
Mano nueva, tan grande de repente,
y calurosa y tierna y necesaria,
ella que era solar de cicatrices,
nido vacío.
Y ahora que la observo
no me parece menos
que las de la Creación de Miguel Ángel
-la que da vida y la que la recibe-,
y aquel solar y aquel nido vacío
son huerto, pájaro almo que entibia la nidada,
y aquellas cicatrices los caminos
insospechados que me conducían
a esta nueva ilusión de vida nueva,
a estos pies que acaricio emocionado.
____________________________
Publicado en el nº 10 de la revista Anáfora.
domingo, 19 de febrero de 2017
SUMA (Y RESTA) Y SIGUE
Fin de semana en León. Un puesto con buenos libros apenas me redime de la congoja con que bajo por una de las costanillas que dan a la plaza del Grano. No, no ha sido una pesadilla, ahí están los burdos camiones, las burdas vallas que los protegen, el burdo policía municipal que hace guardia por si acaso (ya sé que no es culpa suya tan mendaz misión, pero eso no deja de convertirle en un elemento inarmónico entre la armonía que le rodea). La plaza está preciosa, con ese verdín que le sale con los primeros días templados, con sus enormes árboles y la canción eterna de la fuente, ajena a la ceguera de nuestro tiempo. Sonríe al sol como el inocente pavo que no advierte el cuchillo con que le van a dar matarile.
No era el único réquiem que entonar. A apenas doscientos metros, ya sin cartel, con una vela que alguien dejó entre verja y puerta, el último refugio, el único bar al que ya acudía de tanto en tanto. Uno de esos pocos bares a los que se podía ir solo sin que le hicieran sentir incómodo, pues sus parroquianos iban a lo mismo, sin preocuparse de las pintas de los otros; donde se podía escuchar alguna canción en condiciones mientras se leía el Mondosonoro, donde uno dejaba que el tiempo se escurriera sin prisas como el hielo de la copa que apuraba mientras miraba a la calle y pensaba en sus cosas; donde, en fin, compartimos tantos momentos y tantas risas con amigos, dentro y fuera, dependiendo del calor y de la actividad. Sus dueños, dos hermanos que parecían creados para llenar de significado la palabra "estantigua", eran finos como pocos, rapidísimos en la réplica, con una paleta de colores en el ingenio se diría que infinita, y eso siempre serios, como corresponde. Lo difícil era entenderles a partir de las tres. Sería interminable el relato de las mojigangas que recordamos a ambos arañones. Queden en el recuerdo.
Le cae a uno otro año y parece que se recrea en un plañiderismo de abuelo cebolleta, tal es el del recuento de los bares que han ido cayendo: Woodstock, Parroquia, Plástico, En obras, y otros no tan habituales pero alternativos (Octubre rojo o La sal). Nunca pensamos que el Local pudiera cerrar. Sus dueños parecían inmortales detrás de la barra. ¿Con qué ojos les veremos ahora al cruzarnos por la calle, despojados de tal condición mítica? Y nosotros, ¿a qué perrera iremos ahora?
En su honor la canción de este sábado ya domingo, oída por primera vez allí.
Bomfunk MC´s: "Freestyler" ( de In stereo 1999)
viernes, 17 de febrero de 2017
PLAZA DEL GRANO, PLAZA DEL LLANTO
Tanto fue el cántaro a la fuente de la plaza del Grano
que acabaron por romperlo, es decir, por romperla.
La historia es conocida. La
obra pública da de comer a mucha gente y de medrar a otra mucha. Da igual que sea
un mamotreto para organismo oficial que luego no se va a usar o una plaza única
en Europa por su original empedrado medieval. Hay que dar contratos a las
empresas que nos han pagado la campaña electoral. Lo que sobre de esos
contratos hinchados, ya se sabe, un Jaguar por aquí, un bolso de 4000 euros por
allá, y un largo etcétera. Es
tan fácil como dejar de conservar, forzando el deterioro de las cosas, para
luego “tener que” reformar.
En este caso, además, indigna el oscurantismo con que
se está obrando. El proyecto, que debería ser público, no lo es. De buenas a
primeras metieron maquinaria pesada y levantaron una de las aceras que da a la
plaza, la que corre paralela a la románica iglesia de santa María del Camino.
Parece ser que levantarán todos los cantos para colocar debajo una solera,
siendo su natural asiento de tierra, asiento que ha resistido siglos y que los
seguiría resistiendo. Sucede, ya ven, que de vez en cuando uno de esos cantos,
por el empuje de las raíces de los dos grandes álamos que escoltan a la fuente
o por vandalismo, se levanta, o aparece en la taza de ésta. Y sería tan fácil
como volverlos a colocar en su sitio o reponerlos (será por piedras). Pero
claro, eso no da dinero. Arguye el ayuntamiento del PP que es necesario mejorar
la movilidad en la plaza, anunciando el ensanche de las aceras (y con ello la
pérdida de superficie del enchinarrado) y quién sabe si plataformas para las
terrazas que allí hay (ya digo que nada hay claro, o al menos público). Les apoya Ciudadanos.
Cuando empezó el runrún de la reforma de la leonesa plaza
del Grano, uno quiso defenderla a su manera, en prosa y verso. Prensa local aparte, la noticia no ha tenido
apenas repercusión. Algunos leoneses se han manifestado contra la reforma, pero a la
manera de los leoneses. Aún recuerdo las imágenes de los habitantes de Riaño
armados con sus sombreros de papel frente a las armas, bien reales, de la Guardia Civil. No,
esto no va a ser Gamonal. Con todo, se ha creado una plataforma, "Salvemos la plaza del Grano", y una recogida de firmas.
Enhorabuena al alcalde por hacernos comprender a los
leoneses mejor esta nuestra canción: “Paso la vida llorando y suspirando, León
por ti.” Y que le aproveche.
lunes, 13 de febrero de 2017
domingo, 5 de febrero de 2017
RÜCKERTLIEDER
G. Mahler: "Ich bin der welt abhanden gekommen" (Rückertlieder, n°4). Janet Baker y Hallé Orchestra, dir. J.Barbirolli