Fin de semana en León. Un puesto con buenos libros apenas me redime de la congoja con que bajo por una de las costanillas que dan a la plaza del Grano. No, no ha sido una pesadilla, ahí están los burdos camiones, las burdas vallas que los protegen, el burdo policía municipal que hace guardia por si acaso (ya sé que no es culpa suya tan mendaz misión, pero eso no deja de convertirle en un elemento inarmónico entre la armonía que le rodea). La plaza está preciosa, con ese verdín que le sale con los primeros días templados, con sus enormes árboles y la canción eterna de la fuente, ajena a la ceguera de nuestro tiempo. Sonríe al sol como el inocente pavo que no advierte el cuchillo con que le van a dar matarile.
No era el único réquiem que entonar. A apenas doscientos metros, ya sin cartel, con una vela que alguien dejó entre verja y puerta, el último refugio, el único bar al que ya acudía de tanto en tanto. Uno de esos pocos bares a los que se podía ir solo sin que le hicieran sentir incómodo, pues sus parroquianos iban a lo mismo, sin preocuparse de las pintas de los otros; donde se podía escuchar alguna canción en condiciones mientras se leía el Mondosonoro, donde uno dejaba que el tiempo se escurriera sin prisas como el hielo de la copa que apuraba mientras miraba a la calle y pensaba en sus cosas; donde, en fin, compartimos tantos momentos y tantas risas con amigos, dentro y fuera, dependiendo del calor y de la actividad. Sus dueños, dos hermanos que parecían creados para llenar de significado la palabra "estantigua", eran finos como pocos, rapidísimos en la réplica, con una paleta de colores en el ingenio se diría que infinita, y eso siempre serios, como corresponde. Lo difícil era entenderles a partir de las tres. Sería interminable el relato de las mojigangas que recordamos a ambos arañones. Queden en el recuerdo.
Le cae a uno otro año y parece que se recrea en un plañiderismo de abuelo cebolleta, tal es el del recuento de los bares que han ido cayendo: Woodstock, Parroquia, Plástico, En obras, y otros no tan habituales pero alternativos (Octubre rojo o La sal). Nunca pensamos que el Local pudiera cerrar. Sus dueños parecían inmortales detrás de la barra. ¿Con qué ojos les veremos ahora al cruzarnos por la calle, despojados de tal condición mítica? Y nosotros, ¿a qué perrera iremos ahora?
En su honor la canción de este sábado ya domingo, oída por primera vez allí.
Bomfunk MC´s: "Freestyler" ( de In stereo 1999)
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