Dice Coetze que el habla es un reflejo pálido y distorsionado
de la escritura. A quien así piensa y escribe se le podría llamar “el escritor
por escritor”, aquel al que dará gusto leerle (no lo sé) pero da pena oírle. Pero más gusto
que leer sus novelas da leer estas tonterías en los tenidos por mejores en su oficio. No sé qué
reflejo de la escritura va a tener el habla de mis hijas, que tienen ahora tres
años. Es, naturalmente, al revés: la escritura es un reflejo del habla, aun del
habla del pensamiento, que piensa con palabras. Los mejores escritores que hemos conocido nunca han escrito
nada. Pero qué inteligencia, qué fineza en el arte de conducir la conversación y saber callar a tiempo. Ese sería el “escritor por hombre”. Nunca ganaría el Nobel.
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