Hago
la vuelta en el tren con vista al lado opuesto que en la ida. Tanto y
tan claro me habló entonces el paisaje que habría preferido la otra
mano. El vagón va semivacío. Pienso en cambiar de asiento, pero
como soy de natural pusilánime no me decido. Voy por tal nadería
contrariado, cerrados los poros del sentir. Hasta barruntar que si
tanto y tan claro me habló entonces el paisaje, fue por escucharlo y
verlo y sentirlo con oídos y ojos y alma bien dispuestos. Me dejo ir
y acuden enseguida cotidianos prodigios como para rendirles no ya un
poema, sino un cancionero. Como no cabe tanto mar en el cuenco de las
manos, la acción de gracias para en las diecisiete sílabas de un
haiku:
Tren. Ventanilla.
Vaciarse del todo
Ya lo dicen algunas ventanillas: "es peligroso asomarse", y por lo mismo, digo yo, necesario.
ResponderEliminarComparto (casi a diario) ese placer del tren en marcha y su disolución.
Un saludo.
Precioso haiku, y cierto, en movimiento o en "quietud"...
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