En este sector de la costa oriental de Asturias, donde la climatología
está marcada más que a fuego a agua por la cercanía de la sierra del Cuera, a
la que se enganchan las nubes como al pecho la cría, sólo tiene sentido fiarse
de la previsión meteorológica en el caso de que pronostiquen con certeza buen o
mal tiempo: entonces podemos apostar a que sucederá lo contrario. Pero lo más
habitual es que para curarse en salud sitúen sobre la zona el triple símbolo, gastado comodín, del sol, nube y
lluvia. “Nubes y claros en la cornisa cantábrica...” Y sí, aciertan, pues claro
que hay nubes, claro.
En tales circunstancias, a las ocasionales visitas que nos sacan
momentáneamente de este limbo de mes y medio de ensimismamiento, les decimos
con rictus lo más serio posible que el horizonte está nítido, que ha dejado de
soplar gallego, que está abriendo. Al tercer día con la panza de burra sobre
sus luminosas expectativas veraniegas, empiezan a pedir explicaciones sobre
nuestros pronósticos. Está abriendo, hay que responder sin titubear. Esta vez
lleva abriendo una semana.