Yo no sé si la lluvia sucede en el pasado. Pero de que sucede en el presente no me quedó ninguna duda esta tarde. A la bici tampoco. Y si esas primeras gotas que parecen pedir permiso para acariciar nuestro mundo caen como sobre las teclas de un piano los fríos dedos de una niña entre nostálgica y enfermiza, cuando van a más son los zarpazos del niño malcriado que lo aporrea a dos manos, vanguardista a su despótica manera. Nos quedamos, naturalmente, con la niña y sus lánguidas maneras, con sus dedos de lluvia, lentos pero seguros como las ramas de un árbol, más alto si más profundo.
Música: "Searchlight", de Jon Hopkins (de Contact note, 2004)
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Quizá está mal que yo lo diga, pero hay algo de poesía, algo de no sé qué en estos vídeos caseros: el viento escribiendo su pena sobre los charcos, el perro que aparece de pronto, el pobre, con un frontal de luz intermitente como la que llevan sobre el casco algunos ciclistas, la farola que se enciende para volver a apagarse, oh, justo después de la última nota, el teléfono que suena en el peor momento -o tal vez no- para devolvernos, ay, a la realidad cuando ya creíamos estar en ella...
Donde pone "lluvia" leemos, en realidad, "envidia". Que estamos ya muy curtidos...
ResponderEliminar¿Envidia, de qué, quién? No te entiendo, compañero.
ResponderEliminarPuede que esté mal que lo digas, pero es es así. Hay poesía en tus vídeos, en los que como espectador espero ansioso a que pase algo.
ResponderEliminarPero termina la grabación y no ha pasado nada; y sin embargo ha pasado Algo.
Gracias, Fernando. Ese Algo es el mismo Algo de la poesía, ver lo invisible de lo visible.
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