"Hay un proceso de mineralización que a todos, a unos antes, a otros después, nos va afectando con el paso del tiempo. Por eso nos duele especialmente el paso del tiempo. Por eso la gran poesía de todas las culturas y de todas las épocas suele ser elegíaca. "Se canta lo que se pierde", dijo don Antonio Machado en breve sentencia, y cantamos con dolorida rabia porque lo que se nos va, aun viviendo, es la propia vida. Antes de que esto ocurra, física o espiritualmente, deseaba escribir estas líneas. Quería dejar dicha mi absoluta profesión de fe en la Poesía. Puede ser que llegue un día en el que no sea digno de ella, ni de que su rumor de agua pura manando de la más honda fuente haga siquiera temblar las pobres y marchitas hojas de nuestra alma. Es posible que estas hojas estén ya muy secas o que, incluso, el viento del otoño nos haya despojado de ellas. Pero nunca, al igual que el ciego no puede apreciar la belleza del arco iris, nunca, nunca jamás, habremos de culpar, pese a nuestra ceguedad e impotencia, de esa carencia nuestra a la Poesía."
(Fernando Ortiz, de "Profesión de fe", prólogo a Vieja amiga, La Veleta)
* * *
VERBVM
La palabra es altiva señora de los hombres
que en sí nada contienen y que por eso invocan
a su forma sagrada con mísera esperanza.
Pues sin ella, ¿qué harían? Se dejarían caer
al vacío sin fondo. Porque llega un momento
en que se vuelven grises los colores más vivos
que la infancia dibuja. Es cuando la pasión
se va desvaneciendo en el pecho cansado.
Y se secan los ojos. Y se doblan las piernas.
Pero la mente aún lúcida confía en la palabra
pues es ella la cifra de todo lo que amamos:
el aullido del lobo en la noche de invierno,
la caricia del agua y el olor de la yerba,
nuestras lejanas lágrimas en la infancia perdida
y hasta el dorado sueño de que quizá retorne
el violento perfume de la dicha.
Mas los sueños se pagan. Para aquellos que osaron
abrir de par en par sus alcobas más íntimas
les llegará, envuelta en el frío de noviembre,
la importuna visita, la vieja prostituta
de repulsivo afeite. Aspirarán entonces
los fétidos olores de las flores podridas.
Y habrán de revestirse de coraza de bronce
cuando sepan que todo lo que aprender lograron
con el único empleo laborioso del verbo
era sólo el presagio del último silencio.
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