jueves, 3 de abril de 2014

EN TERRITORIO HOSTIL

No me había quedado más remedio que ir al supermercado. Mientras erraban por mi mente ideas sombrías (por ejemplo cómo es posible que aun cogiendo número pueda seguir habiendo litigios en las colas), gané el expositor de los yogures, donde una nueva borrasca me esperaba. Dos empleadas porfiaban sobre cuál de ellas debía hacer no sé qué tarea. Una remató, mientras se iba: “No puedo dividirme”. “Hala”, pensé yo, será “no puedo multiplicarme”. Pero no, por qué. Igual puede y no puede uno multiplicarse que dividirse. Tras arduas operaciones cognitivas acabó pareciéndome, vaya, en fin, ya ven, mejor traída al caso la división que el producto. 

(Cámbiense las caras risueñas por caras de perro)

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