Da invierno a primavera, que no a muerte. Me gusta de este posible epitafio (lagarto, lagarto) su notorio optimismo. Primero, por contar con que nuestra vida llegará al invierno. Segundo, por aventurar que ese invierno podría ser otoño, o verano, o acaso, ah, primavera.
Del otoño de fuera y del de dentro nos habla este poema de Rafael Juárez. Lo bonito, lo limpio, es que también celebra lo que se pudre, lo que termina, lo que va al fuego. ¿Merecerá nuestro invierno primavera?
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EL OTOÑO EN MARÍA DE LA MIEL
Celebremos, amigos,
que el otoño se acerca
con su vara de viento
y su barba canela.
¿Qué más puede querer
el hombre que una hoguera
mientras su jardincillo
cruje y amarillea?
Celebremos, amigos,
que el otoño comienza
y aclaremos con vino
las esperanzas nuevas,
los afanes de siempre:
mirar la lluvia fuera,
sentir la niebla dentro,
querer y que nos quieran.
Celebremos, amigos,
que el otoño comienza
y en su vida interior,
como en las alacenas
los membrillos deformes,
se pudre alguna ausencia.
No todo lo que muere
merece primavera.
Rafael Juárez
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