jueves, 21 de mayo de 2015

TRES INTENTOS DE COLOR

Por la mañana, un jilguero se posa sobre la flor más alta de un cardo borriquero. El contraste del púrpura de la roseta con la careta roja del pájaro me recuerda que el poema del mundo está siempre por escribirse.

Por la tarde, durante la colectiva, ya con los primeros síntomas del mal de fin de curso, un tanto hastiados de repetir las mismas piezas, les ayudo a sacar de oído una canción. Tiene que ser una que les motive lo suficiente para seguir en casa. La primera que me viene a la mente es el último bodrio de Enrique Iglesias. Pienso que puedo tener perdón cuando, al juntar estrofa y estribillo, reparo en los ojos tan abiertos de los chicos, en sus cuerpos cimbreantes como palmeras en temporal. 

Por la noche, de vuelta de Palencia, donde escuché a Luis Alberto de Cuenca recitar algunos de sus mejores poemas (desmintiendo esto, por cierto), el reflejo del sol último en una furgoneta negra que me adelanta despacio me trae a la memoria al equipo A, Barracus al volante y, a su lado, Anibal Smith mordiendo un puro. Es, lo sé, una asociación de poca monta, pero entre unas cosas y otras parece que, como otra racha de olas grandes, la poesía vuelve. O no, pero yo lo escribo por si ayuda a que así sea.




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