Por la tarde, durante la colectiva, ya con los
primeros síntomas del mal de fin de curso, un tanto hastiados de repetir las
mismas piezas, les ayudo a sacar de oído una canción. Tiene que ser una que les
motive lo suficiente para seguir en casa. La primera que me viene a la mente es
el último bodrio de Enrique Iglesias. Pienso que puedo tener perdón cuando, al
juntar estrofa y estribillo, reparo en los ojos tan abiertos de los chicos, en
sus cuerpos cimbreantes como palmeras en temporal.
Por la noche, de vuelta de Palencia, donde escuché a Luis
Alberto de Cuenca recitar algunos de sus mejores poemas (desmintiendo esto, por cierto), el reflejo del sol
último en una furgoneta negra que me adelanta despacio me trae a la memoria al
equipo A, Barracus al volante y, a su lado, Anibal Smith mordiendo un puro. Es,
lo sé, una asociación de poca monta, pero entre unas cosas y otras parece que,
como otra racha de olas grandes, la poesía vuelve. O no, pero yo lo escribo por
si ayuda a que así sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario