domingo, 6 de enero de 2019

MÁS AFORISMOS DE JLGM


En el prólogo de Todo lo que se prodiga cansa señala José Luis García Martín que encargó la selección de sus aforismos a sus amigos de la tertulia Óliver. Espigando en 4 o 5 libros suyos y en Café Arcadia, en su día fui anotando en una libreta algunos otros que no están incluidos, creo, en la antología de La isla de Siltolá. Ahí van.

     

Como nube en el cielo, la belleza que pasa sin mirarte.
Y de pronto una sonrisa, la mayor amenaza.
El verbo admirar, como el verbo amar, no admite el imperativo.
Mira qué amargo castigo. / La mujer que yo más quiero / vive en mí, mas no conmigo.
El amor que nos tienen ata, el amor que tenemos desata.
Somos del tamaño del amor que nos tienen.
Puedo calcular lo que he perdido confiando en los demás; lo que he ganado de la misma manera es incalculable.
Hablaba mucho y luego, arrepentido, callaba mucho. Se equivocaba dos veces.
La libertad no hace a los hombres felices; los hace, simplemente, hombres.
Lo que hemos creído o querido ser no nos define menos que lo que finalmente hemos sido.
Mis pasos se alejaron de mis pasos.
Llévame a casa, / niño que una vez fui. / Ando perdido.
La falsa modestia es una descortesía, una fatigosa solicitud del elogio ajeno.
Aquellos poetas eran todos tan originales que no había manera de distinguirlos a unos de otros.
La novedad en literatura no es un punto de partida, sino de llegada.
Los poemas comienzan en el punto final.
La poesía es impersonal, sopla donde y cuando quiere, al igual que el viento; no pertenece al nombre que hay escrito al pie.
Junto palabras / como cuando era niño / piedras del río.
No solo de líricos merengues vive el hombre. Quien aspira a ser sublime a todas horas solo conseguirá ser ridículo la mayoría de las veces.
Los libros y las personas inteligentes tienen algo en común: no es necesario estar de acuerdo con ellos para estar de acuerdo con su compañía.
Cuando uno se cansa de buscar, da el nombre de lo que buscaba a aquello que ha encontrado.
El Estado es cosa de la cabeza y del bolsillo, pero la patria es cosa del corazón. (…) No me diga usted cuál es mi patria. Eso tiene que preguntármelo, soy yo quien lo sabe.
Encontrar los problemas resulta fácil. Encontrar la manera de solucionarlos sin crear problemas mayores es lo difícil.
En política, tener razón no basta para tener razón.
¿Por qué habrá más tontos en la izquierda que en la derecha?
Claro que creo en Dios, lo que no creo es que exista.
Las diversas religiones me parecen como imperfectas traducciones de una lengua única. Una lengua que quizá no existe.
Para el creyente, todas las religiones son falsas, salvo la suya. Para el ateo, todas son verdaderas, prodigiosa creación del ser humano, ese curioso animal al que no le basta la realidad y necesita inventarse otras, no menos irreales.

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