En el
prólogo de Todo lo que se prodiga cansa señala José Luis García Martín
que encargó la selección de sus aforismos a sus amigos de la tertulia Óliver.
Espigando en 4 o 5 libros suyos y en Café Arcadia, en su día fui anotando en una libreta algunos otros
que no están incluidos, creo, en la antología de La isla de Siltolá. Ahí van.
▪ ▪ ▪
Como nube en el cielo, la belleza
que pasa sin mirarte.
Y de pronto una sonrisa, la mayor
amenaza.
El verbo admirar, como el verbo
amar, no admite el imperativo.
Mira qué amargo castigo. / La mujer
que yo más quiero / vive en mí, mas no conmigo.
El amor que nos tienen ata, el amor
que tenemos desata.
Somos del tamaño del amor que nos
tienen.
Puedo calcular lo que he perdido
confiando en los demás; lo que he ganado de la misma manera es incalculable.
Hablaba mucho y luego, arrepentido,
callaba mucho. Se equivocaba dos veces.
La libertad no hace a los hombres
felices; los hace, simplemente, hombres.
Lo que hemos creído o querido ser no
nos define menos que lo que finalmente hemos sido.
Mis pasos se alejaron de mis pasos.
Llévame a casa, / niño que una vez
fui. / Ando perdido.
La falsa modestia es una
descortesía, una fatigosa solicitud del elogio ajeno.
Aquellos poetas eran todos tan
originales que no había manera de distinguirlos a unos de otros.
La novedad en literatura no es un
punto de partida, sino de llegada.
Los poemas comienzan en el punto
final.
La poesía es impersonal, sopla donde
y cuando quiere, al igual que el viento; no pertenece al nombre que hay escrito
al pie.
Junto palabras / como cuando era
niño / piedras del río.
No solo de líricos merengues vive el
hombre. Quien aspira a ser sublime a todas horas solo conseguirá ser ridículo
la mayoría de las veces.
Los libros y las personas
inteligentes tienen algo en común: no es necesario estar de acuerdo con ellos
para estar de acuerdo con su compañía.
Cuando uno se cansa de buscar, da el
nombre de lo que buscaba a aquello que ha encontrado.
El Estado es cosa de la cabeza y del
bolsillo, pero la patria es cosa del corazón. (…) No me diga usted cuál es mi
patria. Eso tiene que preguntármelo, soy yo quien lo sabe.
Encontrar los problemas resulta
fácil. Encontrar la manera de solucionarlos sin crear problemas mayores es lo
difícil.
En política, tener razón no basta
para tener razón.
¿Por qué habrá más tontos en la
izquierda que en la derecha?
Claro que creo en Dios, lo que no
creo es que exista.
Las diversas religiones me parecen
como imperfectas traducciones de una lengua única. Una lengua que quizá no
existe.
Para el creyente, todas las
religiones son falsas, salvo la suya. Para el ateo, todas son verdaderas,
prodigiosa creación del ser humano, ese curioso animal al que no le basta la
realidad y necesita inventarse otras, no menos irreales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario