Paseando al final de la tarde por Robledo de Fenar supimos que
el verano terminaba. Si unos bajaban la cabeza arrebujándose, otros la
levantaban venteando. El tío Ángel explicaba el arrastre de sedimento de la
montaña al final de ese valle. Al fijarse en los árboles del fondo, encareció su
verdor con expresión nunca oída: “qué vicio tienen”. A las dos semanas pregunté
por ella a mi suegro, que aportaba un matiz del todo lógico: se decía de los
árboles con mucho vigor pero poco o ningún fruto.
Casi diría que leo por dar con la maravilla de expresiones como esa. Están en Lope y en el Romancero, pero también en la boca de los desconocidos y de los más cercanos. Semanas atrás, en Ardisana, hacía fotos a unas flores como de cuento cuando mi padre, al paso, me regaló su nombre: pendientes de la reina. ¿Qué poeta sin coturno así las llamó? ¿Dónde más poesía? Es ella, la poesía, quien elige, igual que la belleza o el amor. Y prefiere sin duda a los sencillos.
El verano termina. Respiramos, claro que sí, un aire nuevo.
Casi diría que leo por dar con la maravilla de expresiones como esa. Están en Lope y en el Romancero, pero también en la boca de los desconocidos y de los más cercanos. Semanas atrás, en Ardisana, hacía fotos a unas flores como de cuento cuando mi padre, al paso, me regaló su nombre: pendientes de la reina. ¿Qué poeta sin coturno así las llamó? ¿Dónde más poesía? Es ella, la poesía, quien elige, igual que la belleza o el amor. Y prefiere sin duda a los sencillos.
El verano termina. Respiramos, claro que sí, un aire nuevo.
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