miércoles, 16 de enero de 2013

FELICIDADES


¿Qué puede darnos más alegría que dar alegría, así sea a un perro y ese perro ajeno? Caminaba por el parque acompañado de una rama a la que iba dando patadas cuando vi venir como una centella uno de esos perros blancos y pequeños. Me detuve. Él frenó, ensayó un amistoso ladrido y me miró tontamente, esperando. Pateé el palo y corrió hacia él como si le fuera la vida en llegar un segundo antes. Lo apresó emitiendo un gañido y, olvidándose de mí, se lo llevó a su dueña. Así perdí un trozo de rama muerta, que es poco perder, y gané una de esas felicidades modestas de que está hecha la felicidad.

1 comentario:

  1. Y corriste a traernos esa felicidad pequeña, tan hermosa como una rama muerta.

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