Qué delicia,
después de esta impertinente canícula con la primavera aún en agraz, abrir la
ventana a la buena mañana y ser traspasados por el aire fresco de la lluvia de
anoche. Cómo ha vuelto a respirar la casa con baile de visillos, por fin en sus
20 grados, que son los que prefiere. Qué placer ponerse de nuevo un jersey para
salir a la calle, unos calcetines en unos pies que ya no necesitan la
respiración asistida de las sandalias. Qué alivio para los pájaros, los árboles
y las hierbas de por aquí. Qué bien poder quejarnos otra vez del frío.
Andrew Wyeth: Wind from the sea
Lo de la respiración asistida de las sandalias te lo copiaré, aunque sea para atacarlas.
ResponderEliminarEn esta familia de las letras todo es de todos. Salud.
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