viernes, 25 de julio de 2014

DÍAS DE AVELINO FIERRO

Había conocido a Avelino en la librería Alejandría. Paco, el librero, nos presentó. Él me conocía de leídas. Sintió curiosidad por los libros que tenía en la mano. “Siempre que alguien compra poesía me intento fijar”. Al despedirnos me dio, tras sacarlos de un bolsillo de su chaqueta, unos folios impresos con la última entrega de sus diarios, que va publicando más o menos cada dos semanas en la revista digital TamTamPress.
Ahora una selección de ese diario ve la luz en forma de libro, editado por Eolas bajo el título de Una habitación en Europa. A la presentación, en la fundación Sierra-Pambley, acudió más gente de la vista por uno en ninguna otra. A las palabras de rigor de anfitrión y editor siguieron las de Julio Llamazares, presentador del libro. Cuando no teorizó ni se enredó en papeles dio con el tono que mejor sienta a estas ocasiones, el de una reunión de amigos que charlan como lo harían en una sobremesa, sin ahorrar anécdotas ni batallitas. Avelino, entre bromas y veras, habló del proceso de creación del libro (también lo hace dentro de él), agradeció la presencia de tantos amigos (“de carne y hueso, no de carne y wasap”) y se emocionó al recordar a los que ya no están a este lado de la página.

Una habitación en Europa es, en palabras de su autor, el “diario de un lector agradecido. Leo con lápiz para sacarle más punta a lo que leo. Y escribo porque leo, eso lo tengo claro”. Sus juicios sobre autores y obras son los de un aficionado, en el mejor sentido de la palabra (¿y no lo somos todos?) Ni perora ni se pone profesoral. Lo que nos da es su visión de lector, a la que, por cierto, cualquier escritor debería atender no menos que a la del crítico. Las numerosas referencias literarias o culturales no responden a una tentación del autor de darse pisto, sino que están indisolublemente unidas a su vivir y pensar. Y aquí no duda en otorgar a la poesía preeminencia sobre los otros géneros literarios: “Algo y alguien tendrán siempre que nombrar la incertidumbre y la belleza y todos los asombros”.

Como apunté antes, este es también un libro sobre cómo se ha escrito el libro. “Este es un diario por encargo”, avisa pronto el autor. Y da cuenta de la búsqueda de título y citas introductorias, pero también del tono y los temas, cosas estas últimas que yo no sé si se pueden elegir. Puestos a escoger referentes, se queda, naturalmente, con los mejores (Pla, Ruano, Manent, Gaya), descartando de un plumazo, y ahí me da que se equivoca, los diarios de los jóvenes que quieren “vivir como Verlaine, pero sin la pátina pobretera y decadente de la vieja bohemia, y que escriben bastante peor que Bukowski.” Bromea a menudo el autor con las exigencias del editor y con el seguro triunfo de su pluma y el ascenso de su fama y nombre. Ni tiene veinte años ni se engaña. Sabe bien lo que hay.

Orea estas páginas la variedad de lo que se cuenta en ellas, desde algún lance profesional (Avelino Fierro es fiscal de menores), hasta anécdotas con amigos del mundillo literario como Félix de Azúa o los citados Llamazares o Manilla, pasando por apuntes de intimidad familiar, retratos, viajes (“tan modestísimos, tan gallináceos, que ruboriza un poco contar las escapadas por las cercanías del corral”) o beoderas de final dispar. La política está bastante presente. Normal en un diario. Se cuida mucho el autor del localismo, que en León ha dado lugar a concreciones grotescas, y de “estos patriotas que abundan por la necesidad ya vista de amarrarse al presupuesto público.” Reflexiona sobre los movimientos ciudadanos como el 15-M, extrañándose de que los articulistas les exijan “que arreglen el mundo, la ética, el clima y los mercados con propuestas concretas, cuando no se lo han pedido en siete años al Nobel Stiglitz ni a los otros 99 asesores del presidente ni a nadie del partido de la oposición.” Reflejo de esta variedad temática, propia del diario, es la alternancia de tonos, pesimista y lírico, irónico y mordaz, con demasiada querencia, para el gusto de uno, al exabrupto.

Hay que señalar, para terminar, que las ilustraciones que acompañan al libro, la mayoría del propio autor, constituyen un valor añadido. Demuestran una buena factura técnica y mirada, y en esto nos ayudan a comprender el alcance poético de gran parte de los textos a que acompañan. Diario sin fechas o miscelánea, Una habitación en Europa es ante todo el retrato de un hombre y su tiempo. Nada más. Nada menos.

1 comentario:

  1. Yo ya lo he leído y me ha gustado mucho la manera de escribirlo. Tengo un blog de entrevistas, estoy por hacerle una: http://entrevistasalmomento.blogspot.com.es/ Tengo otro blog de pensamientos en marcha, si queréis pasaros: http://pensamientosvssentimientos.blogspot.com.es/

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