Había
conocido a Avelino en la librería Alejandría. Paco, el librero, nos
presentó. Él me conocía de leídas. Sintió curiosidad por los
libros que tenía en la mano. “Siempre que alguien compra poesía
me intento fijar”. Al despedirnos me dio, tras sacarlos de un
bolsillo de su chaqueta, unos folios impresos con la última entrega
de sus diarios, que va publicando más o menos cada dos semanas en la
revista digital TamTamPress.
Ahora
una selección de ese diario ve la luz en forma de libro, editado por
Eolas bajo el título de Una
habitación en Europa.
A la presentación, en la fundación Sierra-Pambley, acudió más
gente de la vista por uno en ninguna otra. A las palabras de rigor de
anfitrión y editor siguieron las de Julio Llamazares, presentador
del libro. Cuando no teorizó ni se enredó en papeles dio con el
tono que mejor sienta a estas ocasiones, el de una reunión de amigos
que charlan como lo harían en una sobremesa, sin ahorrar anécdotas
ni batallitas. Avelino, entre bromas y veras, habló del proceso de
creación del libro (también lo hace dentro de él), agradeció la
presencia de tantos amigos (“de carne y hueso, no de carne y
wasap”) y se emocionó al recordar a los que ya no están a este
lado de la página.
Una habitación en Europa es,
en palabras de su autor, el “diario de un lector agradecido. Leo
con lápiz para sacarle más punta a lo que leo. Y escribo porque
leo, eso lo tengo claro”. Sus juicios sobre autores y obras son los
de un aficionado, en el mejor sentido de la palabra (¿y no lo somos
todos?) Ni perora ni se pone profesoral. Lo que nos da es su visión
de lector, a la que, por cierto, cualquier escritor debería atender
no menos que a la del crítico. Las numerosas referencias literarias
o culturales no responden a una tentación del autor de darse pisto,
sino que están indisolublemente unidas a su vivir y pensar. Y aquí
no duda en otorgar a la poesía preeminencia sobre los otros géneros
literarios: “Algo y alguien tendrán siempre que nombrar la
incertidumbre y la belleza y todos los asombros”.
Como apunté
antes, este es también un libro sobre cómo se ha escrito el libro.
“Este es un diario por encargo”, avisa pronto el autor. Y da
cuenta de la búsqueda de título y citas introductorias, pero
también del tono y los temas, cosas estas últimas que yo no sé si
se pueden elegir. Puestos a escoger referentes, se queda,
naturalmente, con los mejores (Pla, Ruano, Manent, Gaya), descartando
de un plumazo, y ahí me da que se equivoca, los diarios de los
jóvenes que quieren “vivir como Verlaine, pero sin la pátina
pobretera y decadente de la vieja bohemia, y que escriben bastante
peor que Bukowski.” Bromea a menudo el autor con las exigencias del
editor y con el seguro triunfo de su pluma y el ascenso de su fama y
nombre. Ni tiene veinte años ni se engaña. Sabe bien lo que hay.
Orea estas
páginas la variedad de lo que se cuenta en ellas, desde algún lance
profesional (Avelino Fierro es fiscal de menores), hasta anécdotas
con amigos del mundillo literario como Félix de Azúa o los citados
Llamazares o Manilla, pasando por apuntes de intimidad familiar,
retratos, viajes (“tan modestísimos, tan gallináceos, que
ruboriza un poco contar las escapadas por las cercanías del corral”)
o beoderas de final dispar. La política está bastante presente.
Normal en un diario. Se cuida mucho el autor del localismo, que en
León ha dado lugar a concreciones grotescas, y de “estos patriotas
que abundan por la necesidad ya vista de amarrarse al presupuesto
público.” Reflexiona sobre los movimientos ciudadanos como el
15-M, extrañándose de que los articulistas les exijan “que
arreglen el mundo, la ética, el clima y los mercados con propuestas
concretas, cuando no se lo han pedido en siete años al Nobel
Stiglitz ni a los otros 99 asesores del presidente ni a nadie del
partido de la oposición.” Reflejo de esta variedad temática,
propia del diario, es la alternancia de tonos, pesimista y lírico,
irónico y mordaz, con demasiada querencia, para el gusto de uno, al
exabrupto.
Hay que
señalar, para terminar, que las ilustraciones que acompañan al
libro, la mayoría del propio autor, constituyen un valor añadido.
Demuestran una buena factura técnica y mirada, y en esto nos ayudan
a comprender el alcance poético de gran parte de los textos a que
acompañan. Diario sin fechas o miscelánea, Una habitación en
Europa es ante todo el retrato de un hombre y su tiempo. Nada
más. Nada menos.
Yo ya lo he leído y me ha gustado mucho la manera de escribirlo. Tengo un blog de entrevistas, estoy por hacerle una: http://entrevistasalmomento.blogspot.com.es/ Tengo otro blog de pensamientos en marcha, si queréis pasaros: http://pensamientosvssentimientos.blogspot.com.es/
ResponderEliminar