domingo, 24 de marzo de 2019

UNA POÉTICA ME MANDA HACER EL MONTE, Y II


Parece lógico que se reserve a los mejores el juicio crítico más afinado, que quienes han llegado más alto tengan una visión más abarcadora y ecuánime. Cuando un poeta del montón alaba un libro del montón no lo hace por interés, por alimentar el caldo en que cuece su propio cultivo, pues todos los poetas se tienen por buenos. Lo hace, simplemente, porque lo mediano gusta de lo mediano. Sin embargo, leemos luego con una sonrisa a un poeta de raza poner en su sitio a tal o cual "hito generacional".
La montaña, que enseña tantas cosas, también ilustra esto. En esta fotografía aparecen cinco cumbres numeradas de izquierda a derecha. Al pie del circo que forman, no sería fácil ordenarlas de más alta a más baja. La número 2 parece la más alta. Pero ojo... Y este es el ejercicio que proponemos. (La solución se encuentra al final del texto).


La enseñanza de todo esto es que a medida que se asciende se va viendo la verdadera altura de cada cima –de cada poeta y obra–, y que a menudo hay sorpresas. La más común de estas ilusiones ópticas consiste en que el pico más cercano parece más alto. En efecto, ante dos cotas, la que se encuentra en primer plano, aun teniendo menor altura, parece imponerse; y en poesía esto es así porque, quien más quien menos, el lector se ve movido por una especie de emoción de descubrimiento que le dé la consoladora certeza de que también en su tiempo surgen poetas y poesía.
Otras sugestiones por las que no hay que dejarse engañar son las de un nombre más o menos mítico o un aspecto intimidatorio, cualidades ambas que posee, por ejemplo, el Naranjo de Bulnes. Es impresionante el Naranjo de Bulnes. Un clásico, diríamos. Pero quién sospecharía que a su lado hay una cumbre poco menos que olvidada (La Morra se llama) que la mira por encima del hombro. Lo del nombre en los poetas hace mucho; un Garciasol siempre parecerá más que un García. Y lo del aspecto intimidatorio no digamos.
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Solución: [1-3-2-5-4]

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