sábado, 30 de noviembre de 2013

LA DEL SUELO

A UNA HOJA

                                               Era de falso plátano, resuelto
                                               ya el flavo terso en apagado ocre.
                                               Huérfana ya de rama,
                                               en el aire sereno bailaba suspendida,
                                               yo no sé si jugando con el viento
                                               o prisionera de él. Abarquillada,
                                               parecía porfiar por no caer,
                                               como mano crispada que aferrárase
                                               a su vida del aire. Tantas ya daban tumbos
                                               por la otra, la del suelo, la pergrina errante...
                                               A mí solo me hablaba. Nadie más
                                               allí había. Hasta el tiempo se diría
                                               que se había olvidado de nosotros.

                                                A aldabonazo hondo sonó el golpe.
                                                Ya rodaba a su invierno y no supe decirle
                                                que comprendía su angustia, que también
                                                busco yo quien me diga cuando caiga
                                                que vuelto humus o alma tendré casa en la tierra
                                                 y volveré a ser sueño y primavera.

                                                                                             (De Lo breve eterno)

Foto: Xuan Rata

jueves, 21 de noviembre de 2013

LECTURA

      Estimada parroquia:

      Mañana viernes 22 presentaré Lo breve eterno en la casa Zorrilla de Valladolid. Será a las 20 h. Están ustedes invitados.


sábado, 16 de noviembre de 2013

MITOS Y FLAUTAS EN CURSIVA

     Mitos y flautas ya es, también, un libro. Con las naturales enmiendas a que obliga la ausencia de enlaces o imágenes en los que algunos textos se apoyaban, es una selección de esta bitácora, desde octubre de 2011 en que se publicó su primera entrada, hasta junio de 2013 en que comenzaron las pruebas de imprenta; vaya aquí el agradecimiento al editor Javier Sánchez Menéndez, y por extensión a la familia de Siltolá,  sin cuyo buen hacer y paciencia este libro no existiría. 

Los ingredientes que ha empleado uno para este guiso no son muchos: primero y sobre todo, la legumbre de lo cotidiano, después la sal de la poesía y por último el aceite del humor. Cree uno que no son malos ingredientes, pero eso no garantiza nada; hay que acertar a mezclarlos en su punto justo y hay, claro, que saber menear la cazuela. No es uno quién para juzgarlo, y es la razón de ello que de tantas veces que ha sorbido de la cuchara para probarlo tiene ya el gusto embotado, como el enólogo tras la quinta cata.

Alguna vez un íntimo me ha preguntado cómo no escribo nada acerca de tal escándalo de corrupción, de tal retroceso social. En el día a día puede llamar la atención que no se traten más estos asuntos que se nos imponen siempre en un primer plano. ¿Pero no sería entrar al innoble trapo de quien, con oscuro criterio, decide que la prima de riesgo es lo más importante de la actualidad de un día? En la nota preliminar del libro se cita a Unamuno, que decía que entretenerse en lo que se llama cuestiones de actualidad, palpitantes, de urgencia, suele ser no querer afrontar las de actualidad permanente. Acaso no escribir sobre lo que pasa sea el precio de escribir sobre lo que nunca pasa, el abrigo de las heladas estrellas, una mujer que mira, la poesía inefable del silencio... bagatelas errantes, mitos, flautas.


jueves, 14 de noviembre de 2013

DE, PARA, CON LA MÚSICA

   Este curso me ha tocado cuidar la biblioteca durante la hora de guardia. Igual me da estar en un sitio que en otro, pero este es más tranquilo que la sala de profesores. Tengo acceso a internet en el ordenador y siempre un libro a mano. Pongo a veces algún disco. Revisándolos, doy con una ópera de Vivaldi que no conocía. Lo comento con un compañero. Su respuesta me pasma: “No sabía que Vivaldi tuviera óperas”. Más de una vez ha apreciado uno cierto desinterés musical en compañeros del conservatorio, músicos si no ya en su actividad cotidiana, sí en su formación y, seguro, en su sueño remoto. Y qué pena ese paulatino desamor. He advertido que el interés de estos se ciñe al repertorio de su instrumento, o peor aún, a cañas y boquillas; digo esto porque tal especie abunda en el viento -conozco el paño-, y especialmente en el ámbito levantino, marcado a aire, más que a fuego, por la tradición bandística. Naturalmente, hay también ejemplos de lo contrario, como el profesor de guitarra que estudia laúd y hasta el de flauta que estudia órgano, ejemplares ejemplares que son con los que solemos coincidir en los conciertos. No sé. Acaso para ellos sea igualmente inconcebible que yo no conociera la ópera de Vivaldi en cuestión. 

La fiebre de tocar cinco, seis, ocho horas al día pasó, como es natural, porque la vida no puede ser sólo eso. Cuando subo alguna mañana al conservatorio a tocar -una hora, dos como mucho- lo hago por mantener un nivel sin el cual la credibilidad ante los mejores alumnos se iría perdiendo. Hago unas notas tenidas, un estudio de articulación, algún ejercicio de dedos hasta que me empiezan a doler las manos, y luego toco una fantasía de Telemann o algún movimiento lento de cualquier sonata de Bach. Casi siempre Barroco. Cuando salgo me siento bien, como después de andar en bici o de haber trabajado en un poema; limpio, diría Juan Ramón Jiménez. Cuando he tenido un alumno brillante en cuya pasión por la flauta me he visto reflejado a su edad, le he hecho una pregunta un tanto maniquea pero efectiva: “¿Qué te gusta más, la flauta o la música?” Y luego: “¿Qué te parece que es mejor, tocar muy bien técnicamente y expresar menos o fallar alguna nota y algún ataque pero expresar más?” Son cuestiones capitales. Luego le hablo de tal o cual compositor u obra para que advierta esos vacíos de conocimiento cuya reparación constituirá una fuente perpetua de placer.

En casa no es la música clásica la que más escucho. Sí pongo a veces, especialmente a principio de cada curso, a Bach. Como las estaciones, el músico poeta vuelve siempre. Está en cada recomienzo. Es sin duda el compositor al que más debo. La música, como la literatura, resulta inabarcable para la vida de un hombre. Afortunadamente, habría que añadir, a pesar de la desazón que este hecho puede producir en nosotros, siendo además literatura y música digresivas, no dejándonos seguir un plan fijado de antemano, llevándonos de su mano en una deriva sólo en apariencia caótica. Y bien está, pues ¿no es digresiva la existencia misma, no lo es nuestro pensamiento? Empieza uno hablando de una anécdota laboral y acaba contando su vida en prosa. Y, llegados aquí, no quisiera uno dejar de recordar que es a sus padres a quienes debe su amor a la música, el regalo de poder vivir de la música, quizá no ya para la música, pero siempre con la música.  

miércoles, 6 de noviembre de 2013

GORJEOS DEL ALMA, II

Suspiros que de mí salen / y otros que de ti saldrán, / si en el camino se encuentran / qué cositas se dirán.

De mi corazón al tuyo, / según me parece a mí, / hay esa misma distancia / que observo de Dios a ti.
Mira que te mira Dios, / mira que te está mirando, / mira que te ha de matar, / mira que no sabes cuándo.
Fuiste mi primer amor, / tú me enseñaste a querer. / No me enseñes a olvidar, / que no lo quiero aprender.
Por quererte olvidé a Dios, / mira qué gloria perdí, / y ahora me vengo a quedar / sin Dios, sin gloria y sin ti.
Cuando dos se quieren mucho / y no se pueden hablar, / él la está mirando a ella / y ella mira el delantal.
La ausencia es para el amor / lo que el viento para el fuego; / si poco, lo hace mayor, / si mucho, lo apaga luego.
El corazón te lo doy, / también te daré la vida. / El alma no te la doy / porque esa prenda no es mía.
La nieve por tu cara / pasó diciendo: / Donde yo no hago falta / no me detengo.
Sonrisas que no salen / de lo profundo / son como leña verde / que da sólo humo.
No te ufanes sabiendo / que eres bonita, / que más lo son las flores / y se marchitan.
Ahí tienes mi cariño, / ve si le quieres. / Y ve antes de aceptarle / si le mereces.
Venías de la fuente, / me diste agua. / Y con  el agua aquella / me diste el alma.

lunes, 4 de noviembre de 2013

GORJEOS DEL ALMA, I

Así, Gorjeos del alma, se titula una colección de cantares que compramos el sábado a un gitano por un euro. Y como suele suceder en estos florilegios, escarbando entre la abundante paja fueron apareciendo preciosos granos de la mejor intuición popular, esa que funde amor, divinidad y naturaleza en el decir de un mundo que nos parece tanto más verdadero cuanto más remoto, si no perdido.
*
¿Cómo quieres que yo cante / si perdí las ilusiones? / En árbol donde no hay hojas / no cantan los ruiseñores.
Me distes agua a beber / en la cuenca de tus manos. / A mieles me supo el agua, / a gloria me supo el vaso.
Dos besos tengo en el alma / que no se apartan de mí, / el último de mi madre / y el primero que te di.
Morena tiene que ser / la tierra para claveles, / y la mujer para el hombre / morenita y con desdenes.
Ojos negros no son firmes, / azules son verdaderos, / y un poquito acastañados / juguetones y embusteros.
Manojitos de alfileres / me parecen tus pestañas, / que cada vez que me miras / me las clavas en el alma.
Un día triste y lloroso / a un arroyuelo bajé, / oí cantar a un jilguero / y con él me consolé.
Pájaro que vas volando / y en el pico llevas hilo, / dámele para coser / su corazón con el mío.