miércoles, 24 de septiembre de 2014

UN NUEVO OTOÑO

Otoño tan puntual no se recuerda. Coinciden para uno cambio de estación y vuelta a las aulas, de la que casi se alegra. De lo que se alegra uno sin casi es de regresar a su casa y al orden, al campo que es su barrio y a las criaturas que, como el colirrojo, nos recuerdan que prosigue el poderoso drama. Con nosotros.

COLIRROJO

Vencido ya el verano
en el aire y en mí –bien me parece–
he abierto la ventana a un nuevo otoño,
y ahí estás el primero,
perchado en tu azotea, masticando
los cristales de algún sueño del mundo
hecho añicos hace ya tanto sueño.
Y el mundo, di,
¿será por ti –ya ves, tú tan pequeño–
que hoy vuelve a ser el niño
que se deja lavar por el piadoso
rocío de lo puro, ese tu canto?
No puede ser monótono
si afinando la misma melodía
te ven soles y lunas.
Al contrario. Es la humana
desatención no más la que podría
decir tal de labor tan acabada.
Igual quisiera que mi decir fuese
decantación constante, miga digna
de ti y de tus secuaces,
porque cómo podría dejar ya de deciros,
secreto autillo, mirlo, cogujada,
amigo colirrojo,
tizón para más señas.

                                                                                   (Inédito)

domingo, 21 de septiembre de 2014

PEQUENO

"La poesía rozaba mi cuerpo despierto hasta los huesos, me buscaba con tal evidencia que yo sufría por no poder darle figura..." Buscaba bajo los castaños la misma sombra que Eugénio de Andrade bajo la higuera de su poema. Un curioso insecto aterrizó sobre la z de "dizia". Recorría la página arriba y abajo como si releyera con todo el cuerpo. Sin duda el poema le concernía y le hablaba muy directamente. Así, compañero, habría que leer, con todo el cuerpo. Luego se iba internando entre las hojas del grueso tomo, abierto como una piña al sol. ¿Sabes que cada uno de esos intersticios minúsculos preserva un momento que el poeta quiso eterno? Acaso tú, pequeño insecto, podrías pervivir en un espacio, en un tiempo así. Él debió de comprender que hablaba del espíritu, pero por si acaso salió a más luz y voló, no sé cómo, a más aire.

jueves, 18 de septiembre de 2014

SÓLO ESTO

Cuánto ruido. El resultado del referéndum de Escocia, dicen, puede condicionar lo que suceda con Cataluña. ¿Y eso por qué regla de tres? Suceda lo que suceda en Escocia ya sabemos cuáles serán las reacciones de unos y otros. También lo que harán: los independentistas, tras el trágala de no sacar las urnas, adelantarán las elecciones, los llamados socialistas se mantendrán en su indefinición dilatoria apelando a una reforma de la Constitución que no se llevará a cabo, y los llamados populares seguirán enrocados en su irresponsable inacción, con puntuales salidas de tono con las que no consiguen sino sumar adeptos al independentismo (son los más españolitos de los españolitos). El hecho de que Portugal no forme parte de España y sí lo haga Cataluña no es más que el resultado de un avatar histórico tan natural como el movimiento de las placas tectónicas. ¿Merece la pena estar con alguien contra su voluntad? ¿Por qué ese miedo a que un pueblo manifieste lo que quiere ser? Ruido de moscas. Si Cataluña se separa de España seguiremos con nuestras vidas tranquilamente. ¿Sufre alguien que Portugal, que era un condado del reino de León, sea hoy una nación soberana? Si no hubiera sido así tal vez no sería el país en tantas cosas ejemplar que es hoy. Ni hora decisiva, ni cara o cruz, ni se rompe nada. Y si se rompe es que era frágil.

martes, 16 de septiembre de 2014

NO SOMOS NADA

Desde el coche veo a un cernícalo jugando a viento. Quién fuera pájaro, pienso según costumbre. Pero poco más adelante, aunque más abajo, en la tercera división de la liga aviaria, adelanto a un camión con unas gallinejas empaquetadas, muertas más de incertidumbre que de frío; ellas me miran también desde sus cajones, acusadoras. Me siento vagamente culpable y resuelvo no comer huevos esta semana. Que no se diga.



jueves, 11 de septiembre de 2014

SI YO TUVIESE...


Si yo tuviese veinte años menos de los que tengo ahora
sería aquel que en 1965 se decía:

Si yo tuviese veinte años menos de los que tengo ahora
sería aquel que en 1945 se decía:

Si yo tuviese veinte años más de los que tengo ahora...

Este poema de Ángel González, titulado “Autorretrato de los 60 años”, incide en una reflexión literaria y filosófica recurrente: la insatisfacción del hombre con su tiempo y la intuición de que en otro pretérito hubiera podido alcanzar esa tranquilidad de ánimo que llamamos felicidad. En el mismo sentido, un escritor catalán nos dejó en uno de sus libros frases como estas:

¡Cuándo seremos felices! Sin embargo, sospecho que ya lo hemos sido, que ya lo fuimos. ¿Se puede ser feliz dos veces en la vida? ¿No sería pedir demasiado a esa cosa tan corta y absurda que es la existencia? Felices, a mi entender, ya lo fuimos una vez hace muchos años los que nos acercamos al medio siglo (...)

Que lo fuimos, no me cabe la menor duda. Hace treinta y cinco años, cuando yo estudiaba el bachillerato, el pueblo donde yo entonces vivía presentaba el maravilloso espectáculo de estar habitado por personas totalmente dichosas. Conocía a muchísimas personas del pueblo. Había ido a la escuela con los chicos más pobres de la población y entraba y salía de sus casas constantemente. No creo que nadie tuviera el menor interés de ocultar nada ni en representar un papel distinto del que tenía en la vida. Aquella gente era feliz en el grado máximo en que uno puede serlo en la vida (...) Pero entonces no nos dimos cuenta (...)

¿Y sabe usted, señora, por qué yo tengo la convicción de que entonces la gente era feliz? Simplemente, porque se aburría (...) El aburrimiento es un producto, una consecuencia de los peligros evitados, de los dolores consolados, de las desgracias amortiguadas. Y dado que eso es lo único a que se puede aspirar, es lo mejor en la vida; dado que esa es la máxima felicidad a que podemos llegar; porque la otra, la que podríamos llamar felicidad activa, no puede ser más que inconsciente; de aquí que aburrimiento y felicidad sean lo mismo (...)

Como los particulares, como los ciudadanos que andamos por la calle, los Estados se encuentran abrumados de dificultades. Todos –organismos públicos y personas privadas– quisieran volver atrás y desandar lo andado. Nadie cree ya en la felicidad del futuro. Es el pasado lo que se ha convertido en utopía, en ilusión, en deseo(...)

Se trata, pues, en definitiva, de que podamos todos otra vez aburrirnos como nos merecemos después de tantos años de vivir en un estado de saturación de sensaciones y de hipertensión de problemas. Esto, claro está, costará mucho, y es muy probable que sea ya imposible volver a verlo (...)

Quieren que nos divirtamos, cueste lo que cueste. Quieren hacernos la vida fantásticamente interesante (...) Se trata de saber quién cederá a quién; si nuestro derecho al tedio cederá a la pretensión de los demás a divertirse y a divertirnos o si sucederá lo contrario (...)

Fuimos ya felices, aunque sin darnos cuenta, hace ya muchos años. Sería extraño que las cosas se repitieran. Nunca segundas partes...

¿No es una radiografía de nuestros males de hoy, esa saturación de sensaciones, esa instigación hacia la búsqueda urgente del placer, esa sensación amarga de la imposibilidad de desandar lo andado? Por mucho que nos parezca que estas reflexiones han sido escritas ayer, no lo fueron ni siquiera hace los 35 años que se mencionan, aquel 1979 en que se iba levantando la niebla de la dictadura. Estos párrafos pertenecen al Viaje en autobús escrito por Josep Pla en 1942, a sus 45 años. Por tanto, la situación de felicidad que rememoran se sitúa a principios del XX, hace ya un siglo. ¿No habría escrito lo mismo a sus 45 años de haber nacido una década o cinco antes o después? ¿Y no será acaso lo que determina aquel recuerdo, más que sus circunstancias, el punto de vista de aquel adolescente, inevitablemente distinto al que tendrían los padres de sus compañeros de estudios ahí mencionados?


martes, 2 de septiembre de 2014

COMO EL AVARO

Cuando escribo un poema o lo corrijo tengo siempre el impulso de hacer recuento de los inéditos, pensando vagamente en su ilación. Exactamente como el avaro que cuenta su monedas. Y malo del día que no lo haga.