sábado, 25 de enero de 2020

EN EL CUADERNO DIGITAL


THE INNOCENCE MISSION
Una banda sonora del invierno

Cuando leía en el Mondosonoro o en Go Mag las críticas de discos pensaba que pocos trabajos habría tan bonitos como el de conducir el gusto de oyentes ávidos de buena música. Tal vez esa labor también podría hacerla yo; esa era mi fantasía. La de Juan Ramón Jiménez era tener imprenta propia, escribir y editar el mismo día. Di en pensar que en un blog era posible cultivar esas y otras especies, y así me lancé de buenas a primeras a una aventura, Mitos y flautas, que dura ya ocho años. Hay en este huerto de todo: muchas coles y alguna lechuga, alguna zanahoria y mucho palo, y también árboles de toda luna. El poeta asturiano César Iglesias me propone injertar alguna de sus ramas en el tronco de El Cuaderno Digital. Mi reparo inicial de no querer comprometerme a más de lo que puedo o me apetece es vencido en un segundo con dos palabras: total libertad.
El fin de semana bien merece una canción. Yo tengo la costumbre de poner aquí alguna. Sé que interesan menos que las otras cosas, pero a mí me hacen la misma ilusión. Leer, escribir o escuchar música son manifestaciones distintas de un mismo anhelo: buscar la belleza y, si la hemos encontrado, compartirla. Quizá haya una persona que esté esperando nuestra canción, que vaya poniendo chinchetas en este mapa sonoro hecho de ciudades que son grupos, de pueblos que son canciones. Una persona, solo una. Para ella es “La canción de los sábados”. Para mí todo lo demás, el placer de encontrar, la gimnasia de seleccionar, la fe recobrada en el minuto de belleza. 
El fin de semana, decía, bien merece una canción, que luego son unas cuantas, pues las canciones son como las cerezas, que cuelgan unas de otras. Lo que traigo hoy son cerezas confitadas, dulces y un punto amargas. The innocence mission se formó en Pensilvania en 1989 al reunirse, no solo en lo musical, Karen McCullough y Don Peris. 31 años y 11 álbumes después de aquel flechazo con parada en el altar, acaban de publicar See you tomorrow, acaso su mejor disco. Lo que hacen The innocence mission no es nada nuevo, pero no es lo de siempre; es sencillo, pero también único. La voz delicada de McCullough, que lo mismo recuerda en lo áspero a Björk que en lo ronroneante a Hope Sandoval y en lo demás a Julie Doiron, se acompaña de atmósferas lo suficientemente variadas como para no cansar, y ello con un respeto poco usual por los silencios. También vienen a la mente LIV o Sufjan Stevens, y fue pensar en este último y leer que calificaba la música de The innocence mission de conmovedora y profunda. La calidez de su sonido hace de ella una banda sonora del invierno: oscura y luminosa, triste y esperanzada. En una palabra, melancólica.
El grupo ha ido oscilando, a menudo en un mismo álbum, entre la desnudez folk y un sonido más pop y “de banda”. Tras dos discos de tanteo, Glow (1995) brilla con un elegante sonido dream pop que remite a Mazzy star. Le sigue otra joya, en el otro extremo del péndulo, Birds of neighborhood (1999), con un tratamiento exquisito de voces y guitarras (en plural ambas). En Small plains (2002) vuelve a brillar el grupo con delicados arreglos a cargo de Karen y Don Peris (multi instrumentistas ambos) y el batería Mike Bitts. Los cuatro siguientes trabajos le parecen a uno más planos, en especial Now the day is over (2004), recopilación de estándares de cine. Aun así hay que decir que The innocence mission suenan siempre bien, lo que debería ser a un grupo o a un músico lo que la sintaxis a un escritor: un mínimo exigible. Pero hasta My room in my trees (2010) no regresan a ese estado de gracia, a ese no sé qué feijoiano.
El recién editado See you tomorrow fue grabado y mezclado en la casa de Karen y Don Peris. No se piense por ello que es una producción lo-fi, premeditadamente descuidada con el fin de sonar más genuinos. Cada sonido está mimado al detalle. Las voces, que fueron grabadas en el sótano, tienen una reverberación envolvente. Todo rezuma calidez, como si además de a su música The innocence mission nos invitaran a entrar en su casa. Quien lo haga no querrá salir de ella.

The innocence mission: "On your side" (See you tomorrow, 2020)

Mejores discos: See you tomorrow / Glow / Birds of neighborhood
Mejores canciones: On your side / That was another country / Stars that fall away from us
 

miércoles, 22 de enero de 2020

OJO, PIOJOS

Andrea: “Hoy es un día especial, porque tengo piojos”. Laura, al ver uno pataleando: “¡Ay, qué mono!” Sara: “Tranquilas, les echamos esto y se mueren”. Laura: “¡No, pobrecitos!” Estas cosas de las niñas no es lo mismo contarlas que oírselas. Tienen ahora cuatro años y medio. Es comiquísimo, y eso que todos sus pensamientos y actos están regidos por la lógica; claro que no por nuestra lógica perimetrada, sino por otra sin parcelar, a la medida de su pequeño y gigante mundo. A su madre también le tocó, conque el único que se salvó del hormiguillo fui yo. Alguna ventaja tenía que tener el calvatrueno. Cierto es que los piojos podrían agarrarse a los dos milímetros de cortesía que le permito a la testimonial resistencia, pero no lo hicieron porque, siendo tan pequeños, parece que son muy inteligentes, y no se arriesgarían tanto ni expondrían a sus liendres de esa manera. La paciencia de Sara, que se pasó todo el domingo lendrera en mano, es de esas cosas de las que ni un padre aplicado como yo, que estorbo todo lo que puedo, sería capaz. Así que mi papel en la crisis se limitó a labores de intendencia: ir a la farmacia por la loción y pasar la aspiradora a cabeceros, sillas del coche y todo aquello susceptible de abrigar vida microscópica. Tres días después siguen saliendo piojos y liendres, pero creemos que muertos. Con todo, el comecome no debe de ser fácil de llevar. De esta me libré. Calvo seré, mas calvo sin piojos.


viernes, 17 de enero de 2020

SUELTOS


Correo de Javier Dámaso, poeta y profesor de la universidad. Me invita a unas jornadas que organiza desde hace tres años. Esta vez el tema será el abandono del mundo rural, lo que ahora a todos les da por llamar la España vaciada. Me parece justo y necesario, pero me temo que después de aparecer en una antología sobre eso mismo no haya quien me quite ya el baldón de neorrural.
Parece que va a haber, esta vez sí, libro. Debajo del título pondrá (espero que me dejen) 2014-2017. No hay verbena al que no le haya llevado al pobre, y tan manoseado le tengo que me nace viejo. Algunos poemas los tengo medio olvidados, otros no sé si están entre esos inéditos o entre los inéditos-inéditos. Esto me parece bien.
Se me “desapunta” otro alumno, el segundo en lo que va de curso, los dos de 1º. Temo que en jefatura empiece a haber runrún. Estoy tranquilo. En este caso hay problemas familiares. En el otro, vaya, no sé qué pasaba con el niño, que no se hallaba en el aula (entiéndase conmigo). Cada vez cuesta más hacer comprender a los padres que el conservatorio no es una extraescolar, que como no practiquen a diario, o casi, no hay tutía, salvo que se tengan unas condiciones descollantes (era mi caso). Les cuentas esto la primera semana, que tienen que sacar un rato todos los días, que necesitan este material, y a alguno se le escapa la sonrisilla. Ayer, 16 de enero, me venía un niño con el metrónomo. Se lo habían traído los reyes.
Marrones con el CFIE, el centro de formación del profesorado, del que soy responsable en el conservatorio. Por ello me quitan alguna hora, y casi nunca hay nada que hacer, pero en los tres aluviones de cada curso se pasa mal, sobre todo por tener que andar detrás de los profesores que coordinan las actividades. He mandado la documentación de dos cursos, pero venían mal algunos DNI. No son horas de andar enviando correos con estas mandangas. Queda para mañana, pero quién me dice que mañana viernes no se me olvidará y estaré con el raca raca el fin de semana. Estas cosas de 5 minutos se me hacen nubarrones. Qué mal acostumbrado estoy.

lunes, 6 de enero de 2020