miércoles, 26 de septiembre de 2018

ESCRITO EN EL JARDÍN



Hay libros que parecen escritos para el otoño, libros que abrigan, tejidos con el hilo transparente de su desnuda verdad, libros sin género (son los que prefiero) cuya prosa sabe que, o tiene las alas de la poesía, o no es nada. Así este Escrito en el jardín, de Xuan Bello, un pequeño tomo de preciosa edición. Hay poemas propios y ajenos, entrañables pinceladas del acontecer de unas pocas vidas (el autor y su familia, sus tres gatos y su perro, algún vecino o parroquiano del bar del pueblo), una casa con huerto y una cocina como aquellas de la infancia que se van desdibujando en nuestra memoria. También reflexión y anhelo del minuto de belleza que, en sabia combinación con la rutina, nos despierte a la emoción por la que, en palabras del autor, vale la pena vivir. 

Hay libros que nos deslumbran y libros, como este, a los que se toma cariño, no libros para el canon, sino para uno, a la medida del barro de cada cual, libros con las cartas boca arriba desde la primera palabra, en que entendemos que quien nos habla no se retoca, sino que muestra a las claras, a la par que sus entusiasmos y certezas, sus congojas y desasosiegos. Sin miedo a la confidencia: Lo que no es confidencia no es literatura, escribe Xuan Bello, y también: “A ciertas alturas hay que ser uno mismo sin ningún arrepentimiento.”

Qué será la prosa poética, no lo sé bien, pero sí dónde está la poesía, en verso o en prosa: “Muy pronto, en unos minutos, la mano de la luz alisará las sábanas de la sombra y la cama del mundo estará recién hecha.” Una niña duerme en un coche, estallan voladores en una fiesta lejana, un grajo se refugia en la leñera, un hombre busca unas palabras mientras mira la tierra… “Esto no es nada, ya lo sé, pero es mi vida.”

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