Hacía tiempo que no me leía
un libro de una sentada, o más bien de una tumbada. Cuando el libro es de
prosa, buena señal; cuando es de poesía, casi siempre mala. Secreto a voces
viene frontispiciado nada menos que por el Duque de Alba, “de la Real Academia
Española”. Eso y el título, sin un nombre cristiano del autor en la portada. Lo encontré
en una librería de viejo de Salamanca al irrechazable precio de tres euros, y
además dedicado por su autor, encrucijada de apellidos como diría Vélez de
Guevara. Ojeé ahí mismo el primer poema, y comoquiera que no estaba lo que se
dice mal y se veía que su autor sabía lo que era un endecasílabo, lo compré. Ya
en casa, como casi siempre, el entusiasmo cedió pronto. Como dicen ahora, se
desinfló el soufflé. Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate, segundo marido de
Cayetana de Alba, nos pasea por París, el Trastévere, Venecia, Oviedo o los
palacios de Liria y Las Dueñas, por donde queremos ver pasar la discreta sombra
de Antonio Machado. Pero a pesar de tanto mariposeo nos vemos lastrados por las
anclas que hunden con frecuencia a la mayoría de los poetas, poemas y libros:
la tendencia a la hipérbole (“porque aúllo como un perro”), la falta de maduración
de lo sentido en lo pensado y escrito (con el agravante de frecuentes rijosidades
vergonzantes de las que ahorro ejemplos), puntuales arcaísmos porque sí,
patentes en forzados hipérbatos; y el uso de palabras antipoéticas (embotar, esmirriadas)
y de otras demasiado poéticas (cruentos, morar…). Con todo, hay 5 poemas
salvables de 29 (bien es verdad que más por la idea que por la realización) y
algún verso que dejo para la afición. (Por cierto, también hacía tiempo que no
publicaba nada aquí. Cada vez que lo hago me doy cuenta de que me gusta hacerlo,
pero luego se me olvida).
[Yo] un niño que cantaba /
para asustar al miedo que ahora siento.
*
¿Por qué hay sol para ellos
y de lluvia / cortinas para mí (…)?
*
La cadera canalla abastecida
/ de un mercado de frutos ambulante.
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