jueves, 13 de septiembre de 2012

UN POETA

El camino de vuelta es el título del primer poemario de Antonio Rodríguez Jiménez (Albacete, 1978), profesor de instituto en su ciudad natal, según se informa en la solapa. En un prólogo no muy clarificador acerca de sus intenciones, alude el autor a un verso de J.A.González Iglesias que se refiere a nuestro paso por la vida y el tiempo como “una suma sencilla de momentos”. Y en la “serena exaltación de lo sencillo” (oxímoron sólo en apariencia) se fundamenta la poética de ARJ, más que en otras ideas que, a modo de justificación del título, se apuntan en el proemio. Se reivindica en él, y es bueno que se haga, la vuelta al humanismo y la búsqueda de la belleza como motor vital: “La poesía es también eso: celebración, exaltación de lo que importa.” También y sobre todo.

Pero, volviendo al título (son difíciles los títulos), si tuviéramos que analizar este libro en clave viajera, no pensaríamos en el viaje de vuelta, sino aún en el de ida. Esto, en sí mismo, no es malo; es lo natural en un primer libro y en un poeta joven (y en materia tan primordial como la poesía con 34 años aún se es joven). No casualmente hemos citado en dos ocasiones la voz exaltación. Y es esa tendencia a la hipérbole lo que, a mi modo de ver, lastra buena parte de los poemas: los vértigo, dolor, catástrofe, angustia, destrucción o tragedia ponen plomo en las alas de muchos de ellos; a otros les perjudica el afán de su autor por querer abarcar demasiado y no conformarse con encerrar una idea concreta. En general, los mejoraría una expresión más templada (a veces es como si no hubiera existido la necesaria pausa entre la idea y la escritura, entre el sentir y el pensar).

Pero sería injusto negar que las virtudes aventajan con mucho a estos reparos; entre ellas, el tono trascendente, las imágenes, felices y oportunas, una innegable seducción verbal y, en especial, un dominio de la versificación poco habitual. La música nunca falla al verso, preferentemente endecasílabo. Antonio Rodríguez Jiménez es poeta, cosa que puede decirse de pocos poetas, y por eso mismo tiene más mérito que haya ganado un concurso de poesía (el “Arcipreste de Hita”), pues parece que desde hace unos años en ellos se hubiera propuesto premiar lo menos poético y lo más comercial. No es el caso.

No hay en este libro un poema malo. Lo malo es que, teniendo uno la sensación de que su autor tiene la mirada y la técnica para hacerlos excelentes, sólo encuentre tres o cuatro memorables. Y son, para uno, los que más se alejan de lo cotidiano y lo anecdótico para buscar ese acopio de momentos escogidos que nos permiten ver las cosas con ojo divino. Con ello, de vez en cuando nos gana la emoción. Como en “Me basta con mirarte”, poema de amor, el tema más representado junto con el de la noche, a veces fundidos: “Pobre de quien reduzca la hermosura / a la estrechez variable de los cánones, / de quien ose ajustar a lo absoluto / las palabras que no conocen dueño. / Rechazo el adjetivo que no sea / simple celebración de tu contorno, / caricia lenta sobre tus caderas.” O en “Forner”, apología del ensimismamiento que toma prestado del zaragatero ilustrado el primer verso: “Apartado del trato de las gentes / busco ahora un remanso en las orillas / de un día que se pierde para siempre. / (…) / Extraño en cualquier reino, ave de paso / que fui por la alegría. Ahora me hiere / y, a la vez, reconforta su recuerdo.” O en “Nada puede usurparnos la belleza”, que cierra el poemario: “No han dejado jamás de sucederse / los dones de la vida, junto al gesto / que nos devuelve al barro, a lo que somos / (…) / Mientras alguien aliente en este mundo / y acumule palabras este aire, / nada puede usurparnos la belleza.”

Hondo consuelo presta el final de “Un billete de ida”: “No soy inmune a nada ni me ha curtido el mundo. / El tiempo ha ido cosiendo cada bolsillo roto: / siempre de alguna parte nece ilusión por algo.” E ilusionante es abrir un volumen al azar en una librería y encontrar una voz nueva, la de un poeta –repito, no son todos los que están– con un buen primer libro y, sobre todo, del que podemos esperar otros excelentes.

4 comentarios:

  1. Precioso el extracto de "Forner" y sobre todo admirable el de "Nada puede usurparnos la belleza". Tu texto, soberbio, Sergio, y cabal. La última cita es un hermoso colofón...siempre de alguna parte nace ilusión por algo.

    Saludos
    Manuel

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    1. Hola, Sergio. He dado por casualidad -y con quince meses de retraso- con este artículo en tu blog sobre El camino de vuelta, y quiero agradecerte tu atención y tus palabras. Dices cosas hermosas sobre el libro que hacen que me sienta halagado; pero, sobre todo, me siento agradecido por haberme hecho reflexionar sobre algunos defectos. La poesía es apenas visible y es dificilísimo que alguien repare en el libro de un desconocido, pero mucho más difícil resulta encontrar una crítica objetiva y sincera. La crítica ha sido sustituida por superficiales reseñas de conveniencia. Por este motivo ha sido un gran hallazgo tu texto, porque es un análisis serio y cabal. Es la primera opinión objetiva y argumentada que recibo del libro y ya hace un año y medio que se publicó, así que comprenderás que te esté muy agradecido. Además, coincido en los reparos que has hecho. El camino de vuelta es un libro que pretende cerrar una etapa y abrir otra. En él hay textos de cuando era mucho más joven, y es cierto que en algunos casos tienden a la grandilocuencia. Así es la poesía, un camino constante, un aprendizaje constante. Recibe un afectuoso saludo.

      Antonio Rodríguez Jiménez.

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    2. Hola, Antonio. Tienes razón, la crítica poética no pasa por su mejor momento. Las que yo prefiero nacen del entusiasmo que provoca una lectura. Así ésta. El libro la merece, y sólo lamento que, por lo que dices, no tuviera más eco. Te diré que esta reseña se ha publicado en mi libro Mitos y flautas (una selección del blog), en Siltolá, porque además de estar contento con ella, me gusta pensar que tal vez ayude a algún aficionado a la poesía a conocer a un buen poeta.
      Me siento identificado con lo que dices sobre El camino de vuelta; así fue el mío: un primer libro con poemas escritos años antes que refleja al que fuimos, con su verdad y su dosis de ingenuidad que no es mala en el poema. Es necesaria si el poema quiere ser verdad.
      Veo además brujuleando por internet que acabas de ganar un premio con un nuevo libro, sobre cuya publicación aprovecho para preguntarte, y que ya espero con expectación. Me alegro mucho de que nos hayamos encontrado en este camino, largo, misterioso de la poesía.
      Un abrazo. Sergio.

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