Las extravagancias, como su nombre indica, no son más que otro sumidero del cansancio. Son, en cierto modo, una claudicación.
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Como purgante, pongo a esta entrada (o salida) también la etiqueta de "Diario": Me dice Sara que se me nota mucho cuando no he tenido tiempo para mis cosas, en el humor, en la cara y... en los golpes. Ante esto último, que me sorprende, me defiendo: no son golpes, es un intento de hacer las cosas de la manera más, digamos, eficaz: llenar los vasos con un giro de muñeca lo más rápido posible, no dejar los calcetines en la cesta de la ropa sucia sino encestarlos y un extravagante etcétera. Añade Sara que los demás lo notan, haciendo de la casa (esto lo añado yo) un lugar inarmónico. La cara funérea sí es cierto que alguna vez me ha sorprendido desde el espejo. "Joder", he llegado a murmurar ante la draculiana visión. Y algún taco también ha podido haber, aunque yo los achaco a la abundancia de moscas en el pueblo. Mi señora, que es un ángel, me anima a que me eche la siesta, a que vaya al bar a ver el partido, que ya se queda ella con las niñas, que hay más brazos... Y le tomo la palabra y quedo de excelente humor, y me echo un ratillo de dos horas hasta el Gamper.
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