El texto de Enrique García-Máiquez reproducido aquí
hace unos días certificaba el buen momento que atraviesa el aforismo en España,
y continuaba resaltando la figura de Ramón Eder, “tal vez el autor más
destacado de este apogeo, además de uno de sus pioneros.”
Ironías (Renacimiento), recoge tres libros
de frases de Ramón Eder (Lumbier, 1952). Como el aforismo es prenda moldeable, y
a veces incluso reversible, copio algunos de éstos con algunas peregrinas
glosas:
La transgresión
siempre merece un castigo, o un premio.
[La
transgresión siempre merece un castigo, que a veces es un premio.]
Lo bueno de leer muchas veces el mismo libro es que
poco a poco se va convirtiendo en música.
[En una
música ya conocida y amada. Y el placer anticipado por esa melodía, esa
modulación, ese redoble...]
Cuando se escribe la única manera de no copiar a
ciertos autores es, precisamente, haberlos leído.
[Salvo, ay,
cuando se han leído, se han quedado dentro, y se ha olvidado que aquello era de otro
(quien lo olvidó lo sabe).]
La gente verdaderamente inculta sólo se da en la
ciudad.
[Aparte del
ingenio que encierra ese inculta, sí
que le parece a uno que en los pueblos se tarda más en mamar el cinismo y el
resabio. Ahora bien, por inculto se puede tener el no haber visto un tomate en la
mata como el no haber cogido un avión.]
Toda gran virtud está acompañada de un defecto
correlativo.
[Por desgracia,
este aforismo no es casi nunca reversible, pero qué belleza cuando la causa del
defecto es esconder una virtud.]
En Madrid siempre le salían las cosas al revés, así
que llamaba a la ciudad Dirdam.
[En mi
ciudad, Cuna del Parlamentarismo y acaso del mismísimo Cervantes, allá por el valle de Sajambre, Custodio del Santo Grial, (meamos más lejos que los de Bilbao),
en realidad las cosas ni salen ni entran, sino que no se mueven; ni están del derecho ni
del revés, sino que no están; así que donde a la entrada del pueblo dice LEÓN,
debería decir león (no es tan fiero el león, etc.)]
Las moscas son los absurdos ángeles del verano.
[Pues yo en
verano los ángeles que veo –muchos– son a todo color. Pero volviendo al
díptero, que en el pueblo donde veraneo es más rey que ángel por mucho que vuele,
me ha inspirado uno de esos pensamientos injustos por ofensivos que bordonean en nuestra cabeza como la dichosa canción del verano, y que querríamos
olvidar pero no podemos, porque salió en endecasílabo: “En el pueblo, comido
por las moscas”...]
Enamorarse de viejo es una fiesta en el infierno.
[Errata. Sin
duda el autor quiso decir “una fiesta en el invierno”. Lo que es una fiesta en
el infierno es enamorarse de adolescente.]
Ser buena persona es tan difícil que muchos ni lo
intentan.
[Ni intentan
educar para ello a sus hijos. Les educan para que no les coman la merienda. También ahí hay un “fondo de tristeza” que acompaña a esa “emoción muy honda” de la paternidad.]
Los viajes en tren siempre tienen algo de novela de
Agatha Christie.
[Tenían, ay, tenían.]
Es una maravilla el diálogo que te traes con Eder en estas dos entradas. Y qué alegría que me hayáis invitado a la tertulia. La he disfrutado mucho. Tiene de todo: humor, emoción, inteligencia, provocación... por ambos interlocutores. Enhorabuena.
ResponderEliminarLa maravilla es haber leído tan seguidos vuestros dos libros. Enhorabuena a ti.
ResponderEliminarGracias por los comentarios, Sergio y Enrique. Saludos
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