La tarde noche del viernes prometía: a las 8 la
presentación de los diarios de Avelino Fierro, y a partir de las 9 (es decir,
entre las 9 y las 10:30) el concierto de Maga. La laxitud en los tiempos de la
casa donde tenía lugar el primer evento hacía peligrar el segundo, aunque la
aún mayor laxitud en los tiempos de los conciertos en los bares hacía posibles
ambas cosas, e incluso una caña o dos con Avelino y su troupe entremedias. Cuando
uno se hace su composición las cosas salen siempre rodadas. Luego… Presentaba la
lectura, que luego casi no lo fue, Eloísa Otero, agitadora de la cultura
leonesa y editora de la revista digital TamTamPress, donde se comenzaron a publicar
los diarios de Fierro (tras una primera entrega en Clarín). Se hablaba de los dos libros, Una habitación en Europa y Ciudad
de sombra, de su gestación, su contenido, esas cosas. El autor saltaba de
un tema a otro sin cerrar el anterior, de manera que aquello parecía una
conversación entre amigos de los que, eso sí, sólo habla uno. Pero no pasa
nada, porque lo hace tan bien, es tan buen conversador, que el resto está
encantado. La inteligencia al servicio de la bonhomía, qué más queremos. Al
final me vi interpelado para dar mi opinión sobre los poetas (más o menos) de
Twitter: “Sergio, que está por ahí, nos dirá lo que piensa…” Menos mal que, enlazando,
enlazando, se le olvidó luego.
Concluido el acto, se trataba de tomar unas cervezas. Eloísa
Otero, que ejerció durante varios años el periodismo en Valladolid, me habla de
la penosa situación de una prensa que ha tirado por el camino del medio
ahorrando nóminas, orillando a los más veteranos y sustituyéndolos por jóvenes
y becarios, en un oficio donde tan importante resultan el término de
comparación y la memoria histórica, por así decirlo. En León la situación es
aún más pesebrera, con su principal diario en manos de un pez gordo de la
construcción. Luis Marigómez y Avelino Fierro hablan de Gamoneda. Lo alaban sin
fisuras. Avelino lo llega a comparar con Antonio Machado, pero es posible que
yo haya oído mal, o no todo. Comento que con Gamoneda me ha ocurrido como con muchos
grupos de música y unos pocos poetas: me gustó, pero ahora no me gusta. Su
supuesta música sólo me parece sonido, sonido sin música.
Cuando hablan de cambiar de parroquia tomo las de Villadiego. Son las diez y media y
Maga ya habrán empezado. Antes de sacar la entrada pregunto al espabilado de la
taquilla, visiblemente puesto, cuántas canciones llevarán. “Unas cuatro”. Ya
dentro, me dicen que ocho o nueve. Me lo olía, pero habría pagado igual de a
gusto los 15 euros, como pago otros 15 por el disco que presentan. Sé que
apenas me gustarán, con suerte, tres o cuatro canciones, que lo mejor de Maga
fueron sus tres primeros discos (el verde, el blanco y el negro), pero es la
mínima gratitud que creo deberles por esto, esto, esto… Yendo como iba solo,
según costumbre, salí de allí el primero cantando felices estribillos mientras pensaba en qué bar podría tomar
tranquilamente una copa. Descartados los más bulliciosos, me pareció romántico
abrevar en uno de esos cubiles a los que acudíamos en los tiempos en que aún
había grupos que hacían homenajes a Leño, y así paré en un oscura madriguera de
significativo nombre: “Mala vida”. Mala vida y mala idea, pensé mientras pedía
una cerveza temiendo garrafa fina, ya tarde para recular. De los cuatro
parroquianos que allí había baste por toda descripción la frase con que se
despidió uno de ellos: “Nos vemos en los bares, nuestras iglesias.”
Pagué (poco) y salí de aquella cochinera sintiéndome con derecho a probar
suerte de nuevo. Sin arriesgar, fui al Fuzztone, un bar correcto con gente más
o menos pasada que no mira mucho pero donde se mastica el anodino chicle de un
rocanrol nifuni. El whisky elevaba, desde luego, mis pensamientos, pero faltaba
lo más importante. Un bar en el que se puedan escuchar canciones como esta:
Royksöpp: "Daddy´s groove" (de Late night tales: Royksöpp, 2013)
Hola Sergio, decía yo que el libro de Gamoneda "León de la mirada" es bonitamente machadiano - aunque creo que el autor lo tiene olvidado, medio repudiado-, que compré hace años varios ejemplares para regalar a los amigos. Luego, Luis y yo coincidíamos en que "Descripción de la mentira", nos sorprendió muchísimo (ese giro, esa nueva forma de escribir, era inhabitual en la poesía española) y que nos gustó. Y "Lápidas " lo tengo bastante dibujado (hago eso en los libros que me atraen, y encuentro en él hermosas intuiciones). Quizá lo tendría que haber dicho en la charla y no en el bar, porque parece que algunos me tuvieron por defensor de una determinada manera de hacer poesía - cuando sólo quise hablar de la importancia de la tradición, del rigor y oficio poéticos- y un adorador de Rilke como yo no puede ser maniqueo. Un abrazo.
ResponderEliminarYa decía yo. Es lo que tiene la hostelería española (ruido y confusión), y lo que tiene llegar a una conversación empezada. Pero mi mala interpretación al menos ha valido para obrar el pequeño milagro de que un ciber escéptico como tú haga un comentario en un blog. A este, desde luego, lo prestigia. Un abrazo y enhorabuena por tu inminente "La vida a medias".
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