martes, 7 de marzo de 2017

SECRETOS DE ALCOBA



Hoy el gallo ha cantado más temprano. Exactamente a las 6:12. Más que un canto extasiado de buenos días ha sido un gallináceo quejío, entrevelado pero suficiente para que el padre, que duerme, perruno, con una oreja levantada, llegase hasta la cuna para poner en su boca el correspondiente chupete, que brillaba en el suelo. Como casi siempre, el padre ya no ha vuelto a dormirse, y así ha podido regocijarse cada una de las tres veces que la madre ha pospuesto la alarma del móvil. Y se regocijaba este padre del marmotismo materno (el matermotismo) porque anoche leímos esto, y bien que nos reímos, naturalmente, de ese “naturalmente”. Cuando a las 8 la madre se ha marchado al colegio, y dado que los gallináceos cloqueos de Laura no iban a más y que Andrea duerme como un ceporro, el padre ha abierto de nuevo ese libro y entre sus etcéteras miraba al techo pensando por qué su vida familiar, que todo lo llena, tiene tan poca presencia en lo que escribe, y hacía, el pobre, propósito de ver, de separarse y ver el grano (la gracia entrañable de ese marmotismo, las posibilidades de ese chupete luminoso) en tanta supuesta paja, de dar voz y palabras a sus etcéteras.

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