Correo de Javier Dámaso, poeta y profesor de la
universidad. Me invita a unas jornadas que organiza desde hace tres años. Esta vez
el tema será el abandono del mundo rural, lo que ahora a todos les da por llamar
la España vaciada. Me parece justo y necesario, pero me temo que después de
aparecer en una antología sobre eso mismo no haya quien me quite ya el baldón
de neorrural.
Parece que va a haber, esta vez sí, libro. Debajo del
título pondrá (espero que me dejen) 2014-2017. No hay verbena al que no le haya
llevado al pobre, y tan manoseado le tengo que me nace viejo. Algunos poemas
los tengo medio olvidados, otros no sé si están entre esos inéditos o entre los
inéditos-inéditos. Esto me parece bien.
Se me “desapunta” otro alumno, el segundo en lo que va
de curso, los dos de 1º. Temo que en jefatura empiece a haber runrún. Estoy
tranquilo. En este caso hay problemas familiares. En el otro, vaya, no sé qué
pasaba con el niño, que no se hallaba en el aula (entiéndase conmigo). Cada vez
cuesta más hacer comprender a los padres que el conservatorio no es una
extraescolar, que como no practiquen a diario, o casi, no hay tutía, salvo que
se tengan unas condiciones descollantes (era mi caso). Les cuentas esto la
primera semana, que tienen que sacar un rato todos los días, que necesitan este
material, y a alguno se le escapa la sonrisilla. Ayer, 16 de enero, me venía un niño con el
metrónomo. Se lo habían traído los reyes.
Marrones con el CFIE, el centro de formación del
profesorado, del que soy responsable en el conservatorio. Por ello me quitan
alguna hora, y casi nunca hay nada que hacer, pero en los tres aluviones de
cada curso se pasa mal, sobre todo por tener que andar detrás de los profesores
que coordinan las actividades. He mandado la documentación de dos cursos, pero venían
mal algunos DNI. No son horas de andar enviando correos con estas mandangas. Queda para
mañana, pero quién me dice que mañana viernes no se me olvidará y estaré con el
raca raca el fin de semana. Estas cosas de 5 minutos se me hacen nubarrones. Qué mal acostumbrado
estoy.
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