No sé qué será, lo fácil es pensar en el cansancio. Pero
no sé. ¿Voy a estar cansado toda la vida? El caso es que se ve uno cada vez más
embotado, como con sueño siempre, como si le hubiera caído delante un velo que
no consigue apartar. También, y me duele confesarlo, menos escrutador de nubes y más
pendiente y dependiente del móvil. Da vergüenza decirlo, pero cuántas horas se
van en los Apalabrados, Dr.Chess y otras adicciones (al menos no me ha dado por
las redes sociales).
Sacar un tiempo casi todas las noches para escribir. Lo
que sea. La experiencia me dice que siempre sale algo. Fatigar un cuaderno feo
como este, un Moleskine negro y grandote, de tapa blanda y con la raya
demasiado marcada. Y escribir guarro, rápido, con todas las abreviaturas con
que me entiendo (dejemos la caligrafía para el verso), tachando más, hablando conmigo de lo
que sea, sin temerle a la confesión, al diario de verdad, al diario-diario. Empecemos
pues.
Bajo a los columpios de casa con las niñas, que en
julio hicieron los dos años. Llevo a la espalda la mochililla con los cubos,
las palas y demás telares, en una mano el triciclo tándem y las dos motos en la otra. Dos madres hablan sentadas
en un banco mientras sus niñas chospan en el balancín. Hay otra criatura en un
cuco. Laura y Andrea, según costumbre, van directas al tobogán. Por fin puedo
sentarme un rato y mirar en el móvil, también según costumbre, la web de El
mundo deportivo. Dembélé se ha lesionado y me preocupa el tiempo de
recuperación. Me llegan las frases de las mujeres. Una, con una cría, es la
típica que parece la primera madre de la Historia de la Humanidad, como si
todos debiéramos estarle agradecidos por su esfuerzo (tengo observado que al ser madres muchas mujeres entontecen). Si bien yo me referí en
un poema a la paternidad como el más alto destino, no es algo heroico. No debe
serlo. Hablo, naturalmente, en genérico. Para mayor regocijo
de mis oídos, su acompañante apuntilla: “Pues imagínate con dos”. Se me hace
odioso ese quejarse así de un don. No hay que quejarse nunca, me repito, aunque me
temo que a menudo no predico con el ejemplo.
Ya vamos haciendo, siendo, sí, todo aquello que criticábamos (no
siempre con razones), desde el móvil hasta las charlas de padres a pie de columpio. No me extrañaría que acabara con perro, yo que me reía de los que trababan conversación en las expediciones defecatorias
de sus tusos (unidos por sus heces, llegué a escribir), igual que me veo, a pie de columpio, dando vueltas
día sí día también a la noria de la siesta y el pañal, los dientes y la lengua
de trapo, el maxi-cosi y la guardería. En fin, es lo que toca.
Propósitos... Le nacen a uno, profesor, a cada inicio del curso, y acaso es eso lo que hace de septiembre el mes más dulce. Que no falte la letra... ni la música.
13 & God: "Men of station" (de 13 & God, 2005)
Gracias por esta entrada. Por lo que dice y por cómo lo dice y también por lo que sugiere. La complicidad siempre es gratificante. La suscribo en todo.
ResponderEliminar