Lo mucho cansa, y yo temo empezar a aburrir con estos
relatos de montaña que al urbanita que odia los bichos (la mayoría), bastante
le van a interesar. Pero ya que pusimos el I vamos con el II y cerramos pronto
la temporada con el III. Me había acostado más tarde de lo usual en estos pagos
porque era la noche, decían, en que mejor se podían apreciar las Perseidas, si
bien la luna llena restaría oscuridad y vistosidad. Pero a mí la luna llena
también me valía, así que hice tiempo anotando estas cosas hasta las once, hora
en que se apagan las luces del refugio, y salí a sentarme en uno de los
bancos. Había allí tres o cuatro fumadores con su manía (hablaban de la “directísima”
del Naranjo). Lo difícil era que la luna, más grande cuanto más temprano y
cuanto más cercana al horizonte, apareciera por el Norte, único punto cardinal
por el que el refugio de Urriellu escapa de su encajonamiento. Pero la
veleidosa no aparecía, y las pocas estrellas que se imponían a la claridad del
cielo respiraban con su tranquilidad de siempre, sin verse alteradas por las
corridas de los impetuosos meteoros. Con todo, la noche era maga y me acosté más
que pagado.
A las 6 ya entra al barracón una luz sin contornos,
y la niebla invita a perecear. ¿Y si me quedara en el refugio todo el día en
plan virgiliano? Tras lavarme con el agua cortante de la fuente y desayunar un
café, lío el petate. “Hemos venido aquí a andar.” A mitad de la canal de la
Celada se entrevé un claro. Esta vez la niebla sí quedará abajo, sin subir de
los 2000 metros, altura sobre la que estaré todo el día. Ya en el collado donde
termina la canal, me doy el gusto de satisfacer una vieja curiosidad. Dejo la
mochila y llego hasta la misma base del “Picu”, donde arranca el primer largo
de la Sur. Sigo un poco más hasta un desventido de unos 300 metros desde el que
se ve abajo el refugio y, enfrente, una panorámica sublime del macizo central. Estoy
muy cerca del Tiro del Torco, que se ve que se sube bien, pero por no alterar
más el plan vuelvo hasta el punto donde dejé la mochila para encarar la collada Bonita. Sigo hasta
la entrada de la canal del Vidrio y giro hacia los picos de Santa Ana. A izquierda
y derecha, los collados de La Canalona y de Santa Ana, en el que como en
compañía de dos chovas piquigualdas.
Tengo enfrente los Tiros de Navarro
(2602 y 2598), que pretendo subir, pero debo descender hasta casi su base para
rodearlos y atacar por detrás. Salvo una trepada corta con buenos agarres al
principio, la subida es tendida y cómoda.
El verso del destino es claro, pero a menudo el
borrador del camino es oscuro. Hay en su transcurso continuas decisiones. Unas son acertadas y
otras no, y otras parecen desacertadas y tal vez no lo sean, y al revés. El caso
es que, teniendo todo el día, me recreo demasiado y me voy del camino muchas
veces, aunque creo que casi siempre por cientovolandismo. Miro a menudo el plano, pero es para perderme
con conocimiento de causa. Me gusta conocer el nombre de los picos, los collados,
las canales, los hoyos. Me apena saber que la próxima vez que venga habré olvidado
algunos. No concibo que se pueda venir aquí anteponiendo la pequeñez de uno a
la grandeza brutal de todo esto, indiferente sólo en apariencia. Desde la
cumbre del Tiro más alto se divisa, imponente, el cordal de Los Campanarios,
los dos picos de La Morra, el Naranjo, Peña Castil, el Hoyancón, y detrás los
Albos, el Neverón, la Párdida, Cabrones, Torrecerredo…
De bajada quedan en mi
dirección los Tiros de Santiago, de los que subo el más bajo y sencillo, y
desciendo por una gran llambria entre ellos. A partir de ahí sigo el camino inverso al de la ida. Llego al refugio, otra vez, justo para la cena. Me siento
junto a un grupo de amigos franceses de 60 años para arriba que tienen la
costumbre de ir todos los veranos a una zona de montaña de Europa. Son muy
atentos y me alegra hablar con ellos.
Yo no iría ni loco al monte (en todo caso, llevado por porteadores) pero disfruto mucho leyendo estas crónicas: son excelentes.
ResponderEliminarGracias, Ángel. Por suerte el mundo es grande y hay de todo y para todos. Tampoco se está nada mal En Compostela.
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