Tarde del viernes. Extrañeza de no trabajar ni
estar ya en otra casa, de quedar tranquilo mientras las niñas duermen la
siesta. Promesa y trampa del tiempo libre: pienso en lo que podría hacer con
esas dos horas. Dormir no es mala idea; tampoco seguir con
la antología de Keats que tradujo Lorenzo Oliván; ni darle otra vuelta al poema
de marras; ni despertar al cuaderno de las prosas; ni dar de comer al famélico
blog. La trampa, que es condena, es que si a priori me vale cualquiera de estas
cosas, cuando oiga el llanto de Andrea o de Laura lamentaré no haber hecho
cualquiera de las otras. Así siempre.
Sensación compartida.
ResponderEliminarSalud!