The war on drugs puede parecer uno de tantos grupos que no han hecho nada nuevo. Han hecho lo mismo, sí, pero suyo: algo nuevo. A Dylan, y a ratos a Springsteen, suena la voz rasgada de su cantante. A Wilco, las guitarras. Pueden sonar también a Kurt Vile, que luego abandonó el grupo derivando hacia una vertiente más folk, a The National o a Future islands (y este será el cebo para que le dé al play Avelino Fierro, aunque difícil se me hace que no los haya escuchado ya). Pero las canciones de The war on drugs tienen un punto fantasioso y escapista que las vuelve impredecibles. Cambian de postura, se desparraman, respiran. Se amodorran y espabilan, cuando parece que terminan, despiertan y se avivan como un fuego magnífico de teclados, guitarras, saxos, arpas o armónicas, estirándose hasta los siete o los once minutos. Y, como el fuego, siempre el mismo y otro. Pero que nadie deduzca de ello que esta música no está pensada y mimada hasta el último segundo de cada corte.
El título de su anterior disco, el tercero de su carrera, Lost in the dream (2014), no puede ser más revelador. Es, como el reciente A deeper understanding, un mundo. Escucharlos sin más quehacer, con el día echado, es toda una experiencia. Ensoñación y belleza y esa épica de los mejores Wilco persiguiendo la gran canción americana. Nadie tan cerca.
The war on drugs: "Nothing to find" (de A deeper understanding), 2017
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