Hola, Avelino. Qué sorpresa tu triple carta “desde tu celda”. Me dices
que no hace falta que te conteste en el blog. Puede parecer cosa impúdica, pienso
que quizá pienses. No te hago caso. Qué tímido soy, dices, y seguramente. Pero
no por ello dejo de preferir a los hombres “naturales como la naturaleza misma
y efusivos como siempre es ella” (ya que la cosa va de cartas, cito una de Juan
Ramón a Cristóbal Roncero). También yo me prefiero así (“¡divinos hombres naturales!”), aunque rara
vez me consiga.
La primera vez que estuve en lo de arriba del Gran Café
fue en el 95. Hacían un concurso de música, no necesariamente clásica. El
presidente del jurado era un profesor de guitarra del conservatorio, entonces
director. Me presenté con mi pianista, tocamos la sonata de Hindemith y unas
variaciones sobre Carmen, de un tal François Borne. Ganó un grupo vocal
femenino. Recuerdo que acabé muy disgustado con mi actuación, pero unos años
después vi el vídeo, que había grabado mi padre, y no me pareció mal. Esto es
así siempre, también con lo que se escribe. No nos dejamos vivir. Fue
agradable la presentación de La madera
que arde y el vino que siguió en el León Antiguo, con Llamazares también. Pero
no fue la última vez que nos vimos. Fue en la presentación de Suena la nieve, de César Iglesias, gran
tipo. Esta vez a los vinos siguieron el perfumatto
y el whisky, que es lo mío, y esto lo digo para deslizar la teoría de que la gradación de las libaciones es un buen termómetro para medir
la confianza.
Me preguntas por mis versiones de Andrade. Te las
mando ipso flauto. Pero vaya por
delante que no soy traductor, mucho menos “especialista”. Me gusta el
portugués, a quién no, pero sólo lo conozco de leídas. Me he apoyado en
ocasiones en otras versiones, de Pámpano, Crespo et alii, aunque me parece que quien mejor ha sabido salvaguardar la
poesía al volcar ese idioma al castellano es Carlos Clementson. Los versos que
citas son del poema “A arte dos versos”: Toda la ciencia está / aquí, en la
manera / con que esta mujer / de los alrededores de Cantão / o de los campos de Alpedrinha / riega sus cuatro o
cinco / surcos de coles: mano / precisa con el agua, intimidad / con la tierra,
tesón del corazón. / Así se hace el poema.
Hablas de Andrade y te vas a Auden, a Gil de Biedma, a
Thomas Mann. Vuelves y te vas otra vez como una mariposa que no ignorase que en
esos meandros está el encanto de la conversación que se quiere vuelo, en irse
por las ramas sin olvidarse del tronco. De Biedma estoy leyendo, a ratos
como todo, los ensayos de El pie de la
letra, muy aprovechables. Por ejemplo: “Para leer bien y para guardar la fe
en la literatura no hay, a cualquier edad, nada como tener pocos libros que
leer a nuestro alcance.” Ahí soy preso. Dices que estaré como tú cansado de
leer y escribir. Con esto del confinamiento me las prometía muy felices, iba a
escribir mucho, a escuchar mucho, a leer mucho. Pues no. Lo fácil sería echar
la culpa a las dos ardillas que menudean por casa o a este mal remedo de las clases telemáticas. Pero ni el continuo desfacer de picias
y zipizapes ni la desesperante lucha contra las tecnologías tienen culpa de que
no lea más y no sea capaz de ver claro en los seis o siete poemas que tengo en
el telar. Y luego está lo otro, la sensación de no estar leyendo lo que
tendría que estar leyendo, de perderme siempre algo mejor.
Avelino, esta mañana he seguido tu método de revolver
papeles y he dado con un diario de 2006, pero un diario diario, con lo bueno y
(sobre todo) lo malo que ello conlleva. ¿Qué hice tal día como hoy de
hace 14 años? “28 de marzo. Mientras Dragó, Fernando Arrabal, un demente y un
abrazafarolas montan el chou por la tele, releo a Vicente Gallego. Paradojas
del destino, la astracanada que emite Telemadrid versa, nunca peor dicho,
sobre la poesía, relegada a un segundo plano debido al afán protagonista de los
cuatro actores. Apago y busco la poesía en su sitio. «Y sólo
hay salvación en este empeño / de ser como la rama que, feliz, / borracha de su
savia poderosa, / florece ante un barranco sin pensar / que su fruto ha de ser
para el abismo.»”
¿Qué fruto tendremos de todo esto? ¿Son más los que
esperan que cuando termine de pasar esta guadaña nos miremos de otra manera, o los que
sólo ven en ella un latoso paréntesis para seguir a lo mismo? Fruto bien agraz
echará este árbol de muerte, pero no debe, no puede ser para el abismo, para lo
mismo.
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P.S. Mándame el dibujo con las líneas de Andrade
cuando se pueda, si no es mucho pedir. Lo pondré en un marco junto con el del
pueblín. Y salúdame a Mar.
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P.P.S. Te dejo un par de canciones, una para la mañana y otra para la noche, seguro que sabrás. A ver si te gustan.
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P.P.S. Te dejo un par de canciones, una para la mañana y otra para la noche, seguro que sabrás. A ver si te gustan.
JJ: "You know" (de JJ nº 3, 2010)
Jon Hopkins: "Scene suspended" (single, 2020)
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