Las clases se han mantenido en Castilla y León hasta ayer viernes, incluido. Me parece que ha sido un riesgo innecesario cuando ya se conoce la
progresión de los contagios. El vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, había
anunciado a mediodía la medida de la suspensión de “la actividad docente
presencial” por dos semanas, pero no
quedaba claro desde cuándo ni qué implicaba esa coletilla, "presencial". Preguntado por lo primero, contestó que
desde ese momento. Sin embargo, al cabo de una hora, un correo del
conservatorio nos decía a sus profesores que, consultada la inspección, esa tarde se mantenían las
clases. Grave irresponsabilidad. No se me quitaba de la cabeza la clase de
banda, con 70 chavales, metales y maderas, tanto monta, compartiendo atril, lápiz
y partituras, generosamente rociados con la aspersión menuda de los staccato, vaciando las babas de los
tubos sobre la moqueta, según costumbre. Con uno de estos chicos, Alonso, había
hablado el día anterior, al final de su clase individual de flauta. Restaba
importancia al virus, pero se le escapó la sinceridad de añadir que porque sólo
afecta gravemente a los mayores. Le pregunté primero si tenía abuelos. Sin más.
Y sí. Y luego si creía que, caso de no haber una cama de hospital, ni un respirador, y a él
le pasara algo y los necesitara, iban a enviar al pudridero a uno de esos
mayores para ponerle a él. Hubo que añadir que la vida del que tiene 80 años
vale lo mismo que la suya o la mía, pues es todo lo que tiene, como él o yo. Igea,
dirigiéndose a los jóvenes, lo resumió muy bien en su comparecencia: “no se
trata de demostrar que no tienes miedo a nada, sino que tienes amor a los tuyos.”
Sin embargo, y a pesar de tan bellas palabras, esa
misma tarde, según indicación de la propia inspección educativa de la Junta,
hubo bababanda y todo lo demás. A todo esto, seguían faltando aclaraciones, y ahí
seguimos, porque Rocío Lucas, la consejera de educación, aún no ha dicho esta
boca es mía, y por increíble que parezca, a día de hoy sábado, ese cese de “la
actividad docente presencial” afecta sólo al alumnado, de modo que los
profesores y el resto de trabajadores podrían seguir asistiendo a sus centros,
no se sabe a qué. De seguro que a la señora Lucas no se le ha ocurrido qué pasaría
si un profesor contagiara a otros y al cabo de dos semanas volvieran los
alumnos al centro. La opción del teletrabajo o las clases on line, que es mejor que nada, tampoco la niega, pero pasa la
patata de esa decisión a los equipos directivos de cada centro.
Otra irresponsabilidad. Y otra cobardía. La de las medias tintas derivadas del miedo
a tomar medidas impopulares. Así no se consigue nada. El Gobierno, que podría
tomar decisiones tajantes en materia educativa como lo ha hecho con otras, delega en las Comunidades, que son las que tienen
las competencias; las Comunidades delegan (así ésta de Castilla y León) en las
directivas de los centros; y ya sólo falta que éstos deleguen la decisión de
acudir o no a su puesto en los profesores, limpiadores, etc., lo que permitirá a unos y otros, si la cosa se pone aún peor, decir aquello de "las reclamaciones al maestro armero". Así no se ganan las
guerras.
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