En poesía el imperativo suena a consejito, que es de lo que peor se puede sufrir. La interrogación retórica no cansa, porque el lector agradece que se le permita meter baza. El polisíndeton, siendo recurso de 1º, tiene también gran fuerza y rara vez falla, salvo cuando enlaza naderías, en cuyo caso da igual que haya cuatro conjunciones, veinte o ninguna. Las interjeciones, cuidadín. Y los puntos suspensivos tienen siempre algo de sospechoso, de cosa a medio hacer; mejor pocos, aunque siempre tres.
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