En agosto de 2018 un espeleólogo se encontró en una
sima del macizo oriental de los Picos de Europa con un hueso que parecía un
fémur humano. Se hallaba a 130 metros de profundidad en la torca conocida como La Topinera.
En una repisa inferior había más huesos y fragmentos de lo que parecía una
correa de cuero. Avisados por el espeleólogo, los GREIM sacaron parte de los
restos para su análisis. Conocedores de la historia reciente de la zona,
pusieron al juez sobre la pista de a quién podrían pertenecer: Eloy Campillo, alcalde
de Sotres y guarda del Coto Nacional de Picos de Europa en 1945, año en que
desapareció. Alertados sus familiares, instaron también al juez para que
vinculara las diligencias a su persona. El cotejo de las muestras de ADN con
las de su hija Mercedes Campillo confirmó que los restos pertenecían a Eloy.
El relato de lo que pudo haber sucedido se lo debemos
a Antonio Brevers, quien recogió sus
investigaciones en La brigada Machado,
en buena parte gracias a las revelaciones del guerrillero Manuel Díaz. El 22 de abril de 1945 varios maquis
se reunieron en una majada en el collado de Pandébano, que separa los pueblos
asturianos de Bulnes y Sotres. Junto a varios vecinos de este último pueblo,
iban a celebrar con una comida la inminente derrota de Berlín en la Segunda Guerra
Mundial. Pero alguien se fue de la lengua. La Guardia Civil rodeó la cabaña y
abrió fuego, muriendo el jefe guerrillero Ceferino Roiz, “Machado”. Hermenegildo
Campo, “Gildo”, un maqui que no había acudido y oyó los disparos desde su
escondite, subió a Pandébano y, cambiando de posición para hacer creer a los guardias
que eran varios hombres los que les atacaban, les disparó causando tres bajas.
Los demás guardias huyeron hacia Bulnes. A su vez, los maquis en su retirada se
llevaron, al pasar por Sotres, a los que tenían noticia del festejo con la
intención de identificar al soplón. Siendo la autoridad, las sospechas
recayeron enseguida sobre Eloy Campillo, quien negó la delación, pero afirmó
haber hablado de la reunión con otro guarda del coto. Tras atravesar la canal
de las Vacas camino de Bejes, Campillo fue separado del resto. Un disparo acabó
con su vida antes de que su cuerpo fuera arrojado a la torca. 74 años más
tarde, la historia que cuenta Antonio Brevers, con ayuda de la ciencia, ha sido
confirmada por la historia.
Pero sigue habiendo cabos sueltos. Junto a los huesos
de Eloy Campillo aparecieron los de una segunda persona, una niña de entre 10 y
14 años, se cree que fallecida hace 20 o 25 años. Su ADN no coincidió con
ninguno de los de la base de datos nacional de desaparecidos. Comoquiera que cualquier
posible delito ya habría prescrito, se cerraron las diligencias. Ahora la
familia de Eloy Campillo pide que se reabran argumentando que, dado que las
condiciones ambientales (temperatura baja y constante) facilitan la
conservación de los cuerpos, la fecha de la muerte de la joven pudo ser
anterior y estar relacionada con la de Eloy. De la novela
de las vidas no siempre nos es dado conocer el final.
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