Va pasando a mejor vida, y ya era hora, el viejo recelo contra la música electrónica. "Eso está todo grabado", es una de las cantinelas que más ha habido que oír. Por lo visto, tiene más mérito el directo-directo, así sea a cargo de un guitarrista descendiente de Freddy Krueger o de un cantante en eterna berrea. Pero, volviendo a la electrónica, aunque así sea, aunque se haya registrado previamente, hay que hacer sonar esa música, calibrada al milímetro, con una precisión que cobra mucha más importancia en los dj's que en los grupos al uso. Es necesaria una gran concentración, un privilegiado sentido del ritmo y, sépase, una cabeza en su sitio para disparar con precisión las programaciones y que todo suene bien. Escuchada con auriculares y con atención, se aprecia en esta música una miríada de detalles que dan idea de lo trabajoso de componerla. Contra el cantante que presume de haber escrito una canción en cinco minutos, no me quiero imaginar la cantidad de horas que habrán sido necesarias para alumbrar un tema como éste. Por eso me parece que el dj, en su solitaria pasión, tiene mucho más que ver con el poeta y con la poesía. No es un simple patrón de bombo a uno, caja en los tiempos pares y contratiempos con el charles. Hay una melodía suficiente, pero sobre todo sonidos, sugestión, paisajes. El caso del alemán Dominik Eulberg es curioso. Siendo guardabosques, ornitólogo y geógrafo, ha integrado desde su primer álbum, Flora & Fauna, la presencia de los sonidos de la naturaleza en su música. La canción de este sábado, que se podría traducir como felino dorado, da cuenta de esta electrónica orgánica, luminosa, acariciadora y en absoluto desquiciada, sino más bien todo lo contrario.
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