viernes, 28 de junio de 2013

FUERA Y DENTRO


    No queríamos saltarnos ninguno de los preliminares. Tras desear buen día al cartero y cerrar la puerta, posamos el paquete sobre la mesa. Escogimos entre los abrecartas el más afilado. Fuimos lado a lado rasgando el celofán que precintaba la caja. Al retirar la tapa, quedamos un tiempo mirando la cara del que, quizá por puro azar –o quizá no– sonreía a la luz, como una vergonzosa seta a la que hubiéramos quitado la boina de tamuja y hojarasca, como un heraldo de la primavera, con sus cuadros de colores que son días. Días para el sereno malva, para el azul ultramarino, días de rojo impetuoso, de decidor amarillo, días de marrón pusilánime, de torrencial naranja, de verde timorato; y  sobre todo con sus días en blanco, discretos y necesarios, sacrificados al realce de los otros.
 Lo cogí. Este, el mío. Recorrerán los otros manos amigas, familiares. Cerré los ojos por más abrir a los otros sentidos el tacto del cartón, el olor del papel. Y, ya con más tiempo, el minucioso, temeroso escrutinio a la caza del escurridizo diablillo de la errata, como esas matronas que reconocen a conciencia al recién nacido, sin olvidar contarles los dedos. Ninguno faltaba. Todo en su sitio. No sé cómo podría haber salido criatura más hermosa. No podría.
 Sentía, claro, la alegría, pero también el pesar del adiós, pues el mismo día que son libro son libres los poemas, ya no míos, de todos. Difícil se lo pone lo de fuera, tan exquisito, a lo de dentro. Hasta aquí llegó uno. Quede el caso al juicio de los lectores, entre ellos el tiempo, el más exigente de todos.

viernes, 21 de junio de 2013

domingo, 16 de junio de 2013

PLENOS SIN MÁS

    Pronto serán pan y pienso, vida sacrificada en alimento, vida de otra manera, vida en vida. Pero antes de doblegarse agitan sus tallos al cálido aire de junio, felices e ignorantes, plenos sin más.

Música: Junip, "Line of fire" (de Junip, 2013)

jueves, 13 de junio de 2013

UN PEQUEÑO REVÉS

     Qué mal me pareció (y se reían). Para celebrar el final del curso preparé una fiesta sorpresa en el aula. Refrescos, snacks, platos y vasos de plástico, rollo de cocina; hasta un mantel me preocupé de llevar. Ténganse en cuenta mis empeños para ponderar la decepción que siguió. Llegaron estos al punto de acudir cinco minutos antes de mi hora por que lo vieran todo preparado al entrar (esfuerzo heroico en la empinada rampa del final del curso). Los alumnos iban llegando y tomaban posiciones en torno a la mesa, nunca tan bien abastada. Mientras tanto, iban pasando de uno en uno al aula de enfrente, más pequeña, para ensayar con el pianista la pieza que tocarían hora y media después en el concierto. Yo entraba y salía, quedando entonces la cuchipanda al cuidado de la profesora en prácticas.

   Ellos enredaban tranquilamente en sus asuntos. Es bonito ver a los niños y no tan niños (la edad de mis alumnos oscila entre los 8 y los 18 años) en una situación distinta de la habitual. Se aprecia entonces en ellos otra desenvoltura, pareciendo mayores. Era el momento de preparar mi jugada maestra: “Pero para que esto sea una fiesta falta algo, ¿no?” “¿Globos?”, preguntó un inocente lebrato. “¿Cerves?”, no pudo evitar chancear uno de los mayores. Hasta que otro sugirió: “¿Música?” Y ahí fue cuando saqué del bolsillo, como el mago saca el conejo de su chistera, el último disco de Daft Punk, una marcianada funky irresistible que puse a generoso volumen. “Hasta podéis mover el esqueleto”, dije dando una palmada y arriesgando un giro a lo Maicol. Los más pequeños empezaron a menearse tímidamente; los mayores se miraban algo corridos.

    A esto salí del aula y al volver me encontré con que habían quitado el disco y habían puesto la radio, que sonaba mezclada con la cochambre rapera que salía del móvil de un adolescente. “¿Y la música?” “La quitamos, es que no animaba mucho”, respondió con burlona sonrisa la profesora de prácticas, que no había dudado en pasarse al otro bando. “Pues yo llevo un mes animado con ese disco”. Las risitas generales ponían sal en la herida. Tantos años luchando por educar su gusto musical y así me lo pagan.



miércoles, 5 de junio de 2013

LO BREVE ETERNO

      Dar brevedad a lo eterno y permanencia a lo que va de vuelo, que es el disfraz que se pone lo eterno para no llamar la atención. Ese es el doble o nada en el que se la juega el poeta. La muerte nos recuerda -escribe Javier Almuzara- que a veces lo que dura sucede en un instante.

      Viene esto a cuento de que pronto Quietud tendrá un hermanito. Agradecer a Siltolá y a Javier Sánchez Menéndez su confianza y su buen hacer es lo primero (e inaugurar la nueva colección, de nombre tan bien avenido con estos versos, es una satisfacción añadida). Lo segundo, esperar que al lector le resulte tan sugerente por dentro como lo es por fuera. Y a vosotros, poemas, adiós, que como deseaba don Quijote a Sancho ninguno os tenga lástima. Ha sido emocionante.


Lo breve eterno, diseño de cubierta

sábado, 1 de junio de 2013

CANCIÓN, TILOS

     Demasiados días sin parar por aquí. Demasiadas obligaciones, unas propias del fin de curso, otras sobrevenidas; no todas enojosas.

      Eso sí, debí haber avisado, como el dueño del bar advierte a su clientela de un cierre momentáneo. Me importa resarcir a la exigua parroquia que abreva en este chigre del aire con el mejor zumaque de la casa (sea mejor o peor), ese vinillo del poema inédito que guardamos para la mejor ocasión.


"Canción, tilos"