martes, 30 de octubre de 2012

EN EL ÍNTERIN

Sabes que estos silencios, andando el tiempo, serán también fecundos, que, aunque serondo, serán fruto, que para llenarse hay antes que haberse vaciado. Pero qué lástima, nos lamentamos, no poder rascar en el ínterin al menos unas prosas decentes, unos aforejos, unas japonerías, siquiera un verso huérfano, lo justo para calentarnos un poco las manos ahora que viene el frío. ¿No serían esos lapsos los que aprovechaba Machado para ir alumbrando, como quien no quiere la cosa, sus proverbios y cantares, Juan Ramón sus aforismos, Ramón sus greguerías?

Pienso en esos jugadores de mus que, después de arañar chicas en paso y ligar pares del campo y algún perete, aprovechan la primera mano buena para ganar la vaca. O en esos delanteros rutilantes que necesitan media ocasión para marcar. Esa es, pienso a veces, la diferencia entre un escritor y quien, escribiendo, no lo es, pudiéndose pasar, como se pasa uno, varios días sin borrajear una línea. El escritor escribe.

“Hincar los codos”, le salió del alma contestar a Julio Martínez Mesanza cuando le preguntaron qué era para él la cultura. Renard, en la primera anotación de su diario, avisa de que "el talento no se demuestra escribiendo una página, sino escribiendo trescientas." Y añade: "Los fuertes no dudan. Se sientan a la mesa dispuestos a sudar. Llegarán al final. Acabarán la tinta, gastarán el papel. Esta es la única diferencia entre los hombres de talento y los cobardes que nunca empezarán. En literatura, sólo existen los bueyes. La gloria es un esfuerzo constante."  

Tú esperas. ¿Qué? ¿Hasta cuándo?

jueves, 25 de octubre de 2012

PALABRAS, PALABRAS

A veces intuyes, sabes que hay una palabra mejor que, al fin al fin, encontrarás –te encontrará–; pero otras eres consciente de que no existe esa palabra, que la lengua no ha previsto ese matiz preciso que acaso exista en otro idioma, y que, a últimas penas, tendrás que acabar por aceptar la voz escogida, como quien acepta hasta amarlas las taras de un hijo, por más que sigas buscando otra palabra primero y, ya con ella, otra manera de decir después.


martes, 23 de octubre de 2012

UN MISTERIO MÁS

Abro el volumen que aspiró a guardar mis horas mejores y siento de nuevo, acrecida, la extrañeza ante mis versos, que me parecen escritos en una lengua ajena que sólo pudiera comprender superficialmente. Escojo los poemas que leeré y los recito en voz alta. Ni rastro de la emoción que los convocara, como un paisaje visto a través de un velo de niebla. Igual desconcierto y perplejidad nos causan las cosas de la vida que no nos ha sido dado comprender, por más que metafisiqueemos sobre ellas con bienintencionada filosofía de baratillo. Los poemas, que expresaron nuestra verdad más pura, aun hecha de preguntas, se han convertido en un misterio más. Sería su destino.

jueves, 18 de octubre de 2012

CODO

Mejor que la vuelta a nuestros asuntos después del bullebulle y el descoloque de un verano que se resistía a entregar la cuchara –y no negaremos que esta porfía suya nos brindó como adehala gozosos contrapuntos, como que bien entrado octubre los grillos siguieran mejorando el silencio de la noche–, mejor aún que adivinar la alegría por el reencuentro en la mirada de algunos alumnos con los que llevamos aprendiendo años, mejor que todo, los catorce ojos, las siete cabecitas apiñadas avizorando cómo sopla su profesor para hacer sonar el instrumento –y el profesor se siente un poco marciano–, el regalo de su risa, sus almas limpias y necesarias como el agua. Y, todo calor, el inesperado codo de uno de los niños, al que he visto hoy por segunda vez, sobre mi hombro.

lunes, 15 de octubre de 2012

SEGUIR

Acaso nos gusten las cosas naturales, más que por su fidelidad, porque nos ha sido dado volver a ellas un año más. Habrá una primavera que ya no sacudirá nuestro silencio. Pero no todavía. Ellas vuelven, nosotros seguimos. Le gusta a uno más el vino desde que vendimia, y espera ese hito del año con arregosto a pesar de que suponga hacer cientos de kilómetros durante la semana que dura la faena, o trabajar duramente mañana y tarde. Cierta callada épica individual se suma a esos acicates, así como el puro placer por el conocimiento de tantos saberes ligados a nuestra condición más original, a la tierra que nos sostiene.

 Así, hemos sabido que a las cepas jóvenes les afecta más la sequía que a las viejas porque, al tener raíces más cortas, llegan peor a la necesaria agua; o que hasta el tercer año una viña nueva no da fruto; o que los viejos plantaban, en una viña negra, dos o tres cepas blancas, o en una viña blanca dos o tres cepas negras; o que la mayoría de las enfermedades le vienen a la uva de la mucha agua; o que se trabaja menos recogiendo los sarmientos a la que se poda que dejándolo para más adelante (“viña podada, viña sarmentada”); o que se plantan rosales al inicio de algunos linios porque les afectan las mismas enfermedades que a las vides, para detectarlas a tiempo. El placer que proporciona cada una de estas enseñanzas es doble al acompañarse de otros como almorzar a la sombra de una sabina o del tractor, terminar uno de los pagos grandes, encontrar entre lo negro una cepa blanca que se nos despistó y beber sus racimos a bocados, o dar con la cama de la liebre cuyo sobresalto nos sobresaltó. Y, sobre todos, el de reunirnos de nuevo en lo nuestro. Y seguir.

Pámpano en Zorronegro

miércoles, 10 de octubre de 2012

RUEDAS, ALAS

 El aire nocturno huele a uvas. Al reducir a la entrada de los pueblos, aún se escucha a los grillos. Conduces despacio, por darle tiempo al disco a terminar. Has reconocido la mordedura de la belleza y te das a la tregua de no pensar. Entonces unas trompetas tristísimas despiertan al que eres y no. Y quisieras estar dentro de esa canción, esa noche, ese viaje, toda la vida.

                                         
Efterklang: "Apples", de Piramida (2012)

jueves, 4 de octubre de 2012

VALOR DE PLA

Para mí el mayor valor de Pla radica en su capacidad para expresar lo inefable, aquello para cuya exposición otro escritor tiraría del lugar común. ¿Cuántas decenas de descripciones, y no solo de paisajes, sino de fisonomías, de luminosidades, de olores, en Las horas o El cuaderno gris, y todas diferentes? ¿A quién se le ocurriría decir de un cielo en poniente que era “de color de crema y de brazo de gitano”, o de una casa que era “de color de huevos batidos espolvoreados de canela”? ¿Quién expresaría la impresión física causada por una emoción como una “percusión en nuestro sistema nervioso”? Lección de radicalidad bien entendida: no el torpe afán de lo novedoso, sino el punto de vista propio llevado al extremo.


lunes, 1 de octubre de 2012

LAS COSAS DEL CAMPO

¿Se puede ser poeta –que no es lo mismo que escribir poesía, o lo que hoy pasa por poesía, ni publicarla– sin saber distinguir un álamo de un abedul, una violeta de una malva, una golondrina de un vencejo, sin atender, en definitiva, al dictado de la naturaleza? Antinaturalmente.