miércoles, 30 de noviembre de 2011

SEGUIMOS EN QUÉ PLAN

   TANKA  
                          
                            A Francisco Javier León
                                                                          de la Riva (España)

 ¿El picapinos?
¿La urraca y su carraca?
¿El chotacabras?
No. Estrés municipal,
febril taladradora.

domingo, 27 de noviembre de 2011

SOÑAR TRANQUILO

El principio de El escritor, de Azorín, abre una generosa ventana a los albores del proceso creativo de su autor. Mediado el volumen, el protagonista, Antonio Quiroga, en cuya persona alienta el autor mismo, narra su llegada a León. Se hospeda en el Hostal Robledo. ¿Existiría realmente el Hostal Robledo? De haber existido, ¿quién podría hoy saber dónde caía? En el relato de uno de sus paseos habla de unos álamos, a los que muy justamente llama tembladores, y, en la misma página, de sus pláticas con “un fragüero, un ebanista, un botero, varias zabarceras del mercado y diversos pelantrines de la contorna”. “Todos parlan propia y exactamente”, añade, y califica su estancia como cura de castellano. Los álamos y el mercado. ¿Se referiría a la plaza del grano?

Tantas veces le llevaron los pasos de uno hacia esa plaza que no podría ya pasar sin esa vieja costumbre. Allí como que enlentece la vida su curso y entra uno en comunión con un pasado cuyo aliento siente más cercano. Apoyado entonces en uno de los soportales de negrillo, o sentado sobre el pretil de la fuente, o a los pies de la cruz de la virgen, antiguo cadalso, encuentra un ámbito fecundo para sus ensoñaciones. Siempre hay algún peregrino que anota la jornada en su diario o algún anciano que cruza ligero como una sombra, sin levantar la vista.

Leo en la prensa que el ayuntamiento ha aprobado la remodelación de la plaza con el pretexto de mejorar la movilidad. Ya el anterior alcalde amenazó con hacerlo. Entonces se llegó a insinuar la necesidad de sustituir el suelo de cantos de río, de origen medieval, por adoquín actual. No hubo tiempo para perpetrar el crimen. Entre los planes de la corporación entrante figura el de instalar un velador de invierno y pasarelas de loseta que supondrían la eliminación de parte del empedrado original. A uno le parece que la movilidad, si se quiere evitar los cantos, es perfectamente factible transitando por los lados de la plaza, donde hay acera, y en el peor de los casos rodeándola por las calles adyacentes. La plaza no necesita una remodelación, sino una conservación regular y razonable por parte de todos, políticos y ciudadanos. Los primeros no han mostrado ningún interés en frenar su deterioro (hace treinta años que no se la toca). Al contrario, se instalan en ella carpas durante las fiestas de la ciudad o de la Aparición de la Virgen, o se derriban casas como la única que aún descansaba sobre soportales de negrillo. Ya se dejó caer literalmente, hace poco, el interior del Palacio de Don Gutierre. Y respecto a los ciudadanos... Ah, los ciudadanos. Los sillares y hasta los angelotes de la fuente, de 1789, han sufrido pintadas que en años nadie se ha encargado de limpiar. Algunos jóvenes encuentran divertimento en arrancar cantos del suelo y arrojarlos al agua. ¿Cuántas veces, en el tempranero paseo del sábado, no la vimos arrasada por los restos del botellón, las bolsas destripadas, las botellas flotando en el agua de la fuente o echas añicos entre los cantos, los bancos pegajosos de alcohol? ¿Qué pensarán de nosotros los peregrinos que hacen noche en la hospedería de la plaza al salir al alba y ver así desolado el acogedor rincón del mundo donde la tarde anterior se abandonaron a recuerdos y sueños, en un próspero diálogo con los siglos?

       Pienso en Azorín, en Unamuno, en Machado, en el Padre Isla. Los imagino en esta plaza viendo pasar la vida, hablando con unos y otros, mezclados entre el lenguaz trajín, entre las bestias. Uno sólo quiere que le dejen seguir comunicándose a su manera con ellos y consigo, que le dejen soñar tranquilo.



viernes, 25 de noviembre de 2011

LA BUROGRACIA QUE LE VA A HACER ESTO A ALGUNOS

La burocracia, en manos de advenedizos, es bomba de racimo contra el lenguaje. Cito un párrafo del Proyecto Educativo de Centro elaborado por nuestro equipo directivo:

Las estadísticas sobre el alumnado que ingresa en los estudios profesionales indican que el número es mayor que en otros conservatorios de la Comunidad, aunque hay que tener en cuenta que el alumnado que ahora está finalizando sus estudios profesionales, procede de la Administración anterior, en la que el número de alumnado de nivel profesional estaba altamente sobrecargado.

Reconozco que me faltó valor en el último claustro para, ante ochenta compañeros, proponer la siguiente redacción alternativa de dicho párrafo:

En nuestro conservatorio cursan enseñanzas profesionales más alumnos que en cualquier otro de Castilla y León, circunstancia heredada de la administración anterior.

A no ser que se quisiera expresar otra cosa, por ejemplo que el sufrido alumnado, altamente sobrecargado de nivel profesional, tiene chepa.

SOLO NO ES SOLO

“Comunicados permanentemente, ¿cuándo diablos pensaremos?”, se pregunta Andrés Neuman en El equilibrista, colección de aforismos memorables.

Le parece a uno importante no dejar de buscar esos momentos de soledad en que se convierte conscientemente en compañía de sí, en los que cuaja la reflexión –a veces vaga, a veces definida– que propicia tantas veces nuestras decisiones más importantes. Uno de esos momentos, irrenunciable para mí, es el del paseo a casa desde el trabajo, casi siempre de noche. Cuando hay buena luna, o el cielo, encapotado, refleja la luz de la ciudad, dejo el iluminado camino de tierra y atravieso uno de esos pocos solares sin ajardinar, inicialmente destinado a edificación. Si hay cielo raso, al amparo de la oscuridad se puede observar mejor la bóveda. Entonces me detengo y me hago la ilusión de que estoy en Vegabaño, y siento esa congoja que nos sobrevenía a mí y a mis hermanos recién apagada la hoguera, o pienso que vago por un prado lavado por el mar cerca de Cue. Hasta puedo escuchar la respiración del oleaje en el tráfico de la ronda. Alguna vez me sobresalta el sobresalto de un conejo, o me paro a orinar junto a un corro de lepiotas que han decidido levantar ahí mismo, sin licencia municipal, su propia urbanización.

Pienso entonces que ese calor regalado merecería ser correspondido. Acaso –ojalá– un poema, cuyo fin y principio podría ser este verso que, desde hace tantos años, aguarda como una novia las medidas palabras que den sentido cumplido a su existencia: “Mientras pise la hierba estaré bien.”

miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL RIZO DE MOZART

Revisando una libreta antigua encontré esta nota sobre un concierto. Valga para inaugurar la sección "Archivo".

Concierto con motivo del CCL aniversario del nacimiento de Mozart. De primer plato nos sirvieron su concierto en Re M para flauta y orquesta (originalmente para oboe), dirigido por el propio solista, Patrick Gallois, que ofreció una versión sobreadornada amén de una sonrojante sobreactuación en sus movimientos y en la dirección de una orquesta con la que porfiaba sin ocultar su insatisfacción, y a la que llevaba con la lengua fuera, a buen seguro con la intención de dar sensación de superioridad técnica (por lo visto la música era lo de menos). Malo cuando se intenta rizar el rizo de Mozart, que no tenía tal.

El segundo plato fue servido por un clarinetista que no quiso ser menos, cuyo histrionismo trajo a la memoria del respetable a cierto humorista español célebre por las contorsiones que sufría su cuerpo mientras contaba sus chistes. En el colmo del proselitismo se permitió tocar el cumpleaños feliz en la cadencia del sublime segundo movimiento del concierto mozartiano para este instrumento.

Hubimos aún de tomar el postre, dispensado por un pianista (según su currículum un artista esquivo) que por dar la nota rompió la unidad temática del concierto y se despachó con no sé qué pieza de Scriabin, donde lo de menos por lo visto era la melodía, pues de cada escala sólo se escuchaban con claridad la primera y la última nota. De pronto terminó y tras rascarse la barba rastrojera saludó displicente mientras comenzaba a hacer mutis. Ah, los artistas.

El empacho de desorden e injustificados egos, o justificados precisamente por la falta de meollo, me hacen recelar de este tipo de eventos en los que la excusa de la efeméride encubre a duras penas la sensación de bolo total. Aun así, el público parecía salir encantado. Viva todo.

sábado, 19 de noviembre de 2011

AÚN VERDES

Regresaba a casa pagado, con el íntimo botín de un delicioso momento en la plaza del grano por la tarde, cuando en el parque de San Francisco topé con una paloma muerta. Demudado, vi venir hacia mí a dos mujeres y una niña con la gracia natural de quien aún hace garabato de su cuerpo. La veía con pánico acercarse saltando al bulto negro. Pero pasó de largo y sus ojos siguieron siendo verdes –¿por cuánto tiempo?–

HOMBRES, NOMBRES


Leo en el primer número de la revista Isla de Siltolá este pasaje de José María Cumbreño titulado "Nudos": “Los egipcios representaban la palabra hombre con un dibujo en el que se veía una cuerda llena de nudos. Debe de ser ésa la razón por la que hay nudos que se aflojan casi solos. Y nudos que sólo se deshacen si se cortan.” A la mañana siguiente, por deserción de una pestaña creativa e inconstante, a la h de hombre se le ha caído el asta, convirtiéndose el hombre en nombre. Para mí el texto ha perdido buena parte de su interés. Vaya en el debe no de José María Cumbreño, naturalmente, sino de los egipcios y de la volatilidad de las pestañas.

viernes, 18 de noviembre de 2011

MEJOR ES PEOR

 En tiempo de elecciones siempre se escucha alguna voz lamentándose de que valga lo mismo el voto del anciano analfabeto o el ama de casa que el del ingeniero o el intelectual. Nadie -nos recuerda Mairena- es más que nadie, pero sí puede ser menos: creerse mejor es empezar a ser peor.

jueves, 17 de noviembre de 2011

OTRO MEJOR

La insatisfacción (casi siempre) con lo escrito. Sin ir más lejos, con el texto de la entrada de ayer (Realidad invertida). ¿Cómo habría plasmado esa misma idea X? No basta con la idea. Siendo ésta el germen, no es ni la mitad. Consuela, en parte, uno de los Escolios de Gómez Dávila: “La originalidad de una obra depende a veces de lo que su autor no sabe hacer. Hay una impotencia creadora.” Consuela pero no mitiga la sensación acerba (casi siempre) de que otro lo habría escrito mejor, de haber dilapidado una buena idea, de haber robado.

martes, 15 de noviembre de 2011

REALIDAD INVERTIDA


          Como el vaso de agua benéfico, aliviador pecho adentro, que no advertimos necesitar hasta después de haberlo bebido, así estas primeras lluvias del otoño que nos regalan, entre otras cosas íntimas y puras, un caprichoso microcosmos de gotas prendidas en el cristal, cristales a su vez que, como espejos de feria, nos permiten ver el mundo del revés. ¿O es así realmente, y nosotros los que vivimos revirados, cabeza abajo?
 









OÍDO OBSOLETO

Salgo del conservatorio con la cabeza como un bombo. Cuesta creer, visto lo poco que practican los alumnos, que sea ésta una enseñanza voluntaria. Vienen a clase con las manos vacías, perdida la semana. Les falta decir: Aquí estoy, enséñame.

¿Pero estás seguro de que te gusta la flauta? –pregunto a veces a alguno.
Sí –contesta. Como el alumno vago se vuelve temeroso y hay que sacarle las palabras con gancho, insisto:
–Y sin embargo ¿no te gusta estudiar la flauta? -Silencio.

Al salir, escuchamos las cornetas que ensayan junto al campo de fútbol la música que acompañará a los pasos de la Semana Santa. Un compañero se mofa a costa de su desafinación y su “oído obsoleto”. A mí me parece admirable que, a cinco meses para la Pascua, queden a las nueve de la noche llueva o truene, sin faltar un día, para practicar sus tres melodías. Si tuvieran nuestros alumnos la mitad de su entusiasmo y su fuerza de voluntad, otro gallo nos cantaría.

jueves, 10 de noviembre de 2011

EL DEBATE


       

         Así, a secas, El Debate, anunciaban a bombo y platillo algunas de las numerosas cadenas de televisión que lo iban a retransmitir el decisivo cara a cara que, a dos semanas de las elecciones, daría aire a los llamados socialistas o terminaría de lanzar a los llamados populares hacia la Moncloa. Desde por la mañana -en algunas cadenas desde el día anterior- aparecía en una esquina de la pantalla un reloj con la cuenta atrás para el comienzo del duelo dialéctico.

Durante esas horas previas las especulaciones acerca del color del traje, la corbata o la camisa de los candidatos parecían lo más importante. Causa tristeza pensar que haya ciudadanos cuyo voto pueda decantarse por uno u otro en función de la caída de su chaqueta o la audacia de su corbata, y que nuestras vidas vayan a depender en parte de tan volanderas decisiones como son las de los indecisos. No parece que vaya a ser el caso esta vez. Uno, más o menos ingenuo, a pesar de haber decidido no ver el debate debido al desprecio a la democracia que supone reducir a dos los participantes, no acertó a evitar, llegada la hora, arrellanarse muellemente en el sofá con la esperanza de conocer sus propuestas e ideas en tal o cual asunto de los planteados, a lo largo de varios bloques pactados previamente por los dos partidos, por el constreñido presentador. Pues ni propuestas ni ideas ni chicha ni limoná. Uno evitando hablar de lo que hizo y el otro evitando hablar de lo que hará, y cada cual preguntando al otro sobre lo que no quería hablar. Como una tonta partida irresoluble al tres en raya. Hubo, eso sí, una llamativa excepción: los casos de corrupción. A cada minuto que pasaba iba uno confirmando sus sospechas sobre el tácito y vergonzante acuerdo al que habrían llegado de no tirarse los trajes ni las gasolineras a la cabeza, para alegría de honorables y corrutos.

En la prensa del día siguiente llama a uno la atención las escasas referencias al bajísimo nivel del debate y a la riña de patio de luces en que lo convirtieron por momentos, dilapidando su tiempo y el de los millones de espectadores que lo siguieron. Cada periódico busca, naturalmente, la aquiescencia de su clientela: para el diario Público “Rubalcaba descoloca a Rajoy”; en las antípodas de esta apreciación, La Razón va un paso más allá y titula: “Rajoy presidente.” Sí hay, en cambio, algo en lo que todos los medios coinciden, no en el fondo sino en la forma: lo importante, más allá de ideas o propuestas, es quién ganó el debate. Aburrido ante tan previsible y manida discusión, avanzo hasta las desopilantes páginas en las que analistas, asesores de imagen, psicólogos, estilistas y un pintoresco etcétera de expertos desgranan las claves del mismo.

C. M. y A. G. ponen de manifiesto que tanto Rubalcaba (en adelante Ru) como Rajoy (en adelante Ra), en la elección de sus corbatas, “han apostado por el azul marino, que transmite seriedad”. Apuntan asimismo que “ninguno cambió de corbata al ver la del oponente”. Por su parte, la diseñadora A. L. asevera, bajo el titular “La clave, en los cuellos de las camisas” que “siendo estos antagónicos son un reflejo de su idea de concebir la política: el de Ru era italiano: picos abiertos y solapa separada y corta; el de Ra un cuello francés que proviene del clásico inglés cerrado pero con la pala más abierta”. Por más que paseara uno la mirada por ambos cuellos, sólo habría advertido su antagonismo en las viñetas de las siete diferencias de la página de pasatiempos, y desde luego jamás habría llegado a imaginar que el cuello de la camisa pudiera ser un reflejo de la idea de concebir la política de nadie. En fin, cosas veredes. V. S. de A., psicóloga y experta en lenguaje no verbal, destaca de Ra que “especialmente trabajada estuvo su sonrisa”, y de Ru que “en la parte económica de su discurso ha extendido en demasía los brazos, lo que transmite agresividad”, si bien fue algo que “controló después del intermedio, cuando unió más las manos en el campo que domina: el social”. Esto en sólo dos periódicos. Si siguiéramos escarbando en otros medios -empeño sin duda divertido pero para el que no tenemos tiempo- concluiríamos que el cuento de las chorradas a cuenta de la imagen no tiene cuento.

Las páginas siguientes dan cuenta de las reacciones de PP y PSOE al resultado del debate, aún más previsibles: los dos ganaron. No insisto. De haberlo visto, a Javier Clemente le habrá encantado El Debate: empate a cero.

martes, 8 de noviembre de 2011

LA DENSIDAD DEL CULO

“La densidad del culo llega a hartar”. No se podía imaginar el bueno de Pla cuánto más lejos se podía llegar aún en el encumbramiento a categoría estética de dicha parte de la anatomía humana, sobre todo por parte de las féminas, hasta llegar a estos tiempos en que su abrumadora e invasora presencia es inversamente proporcional a la cantidad de tela utilizada para cubrirla, de modo que si antes había que apartar las bragas para ver el culo, hoy hay que apartar el culo para ver las bragas. Grotesco.

domingo, 6 de noviembre de 2011

MIDNIGHT IN PARIS


Fui a ver Midnight in Paris animado por las reseñas de dos críticos fiables (fiables para el gusto de uno, se entiende) que aseveraban que su director, en esta su cuadragésima película, había recuperado la forma perdida tras Match Point o incluso antes. Lo que lastraba alguno de sus últimos patinazos era, para uno, el patético intento de que otro actor hiciera el papel de Allen. Imposible. Pero no es esa fallida encarnación, más bien suplantación, lo que echa abajo Midnight in Paris. En realidad no se viene abajo; al contrario, se va levantando de un principio una vez más decepcionante, y aún sonrojante. ¿Cómo lo diría? ¿Es necesario, es creíble, que los protagonistas de todas las películas de Woody Allen titubeen al inicio de cada frase (“Po po po po podríamos irnos”)? Me queda la duda de si ello ha de ir en el debe del director o de los dobladores. Pero eso, que no pasa de anécdota, no es lo peor. Lo peor es, una vez más, la colección de tópicos que tenemos que oir sobre la ciudad de la luz, la pintura, la literatura o el vino, expresión de un petulante barniz cultural personalizado sobre todo en el personaje de Paul Bates. ¿No se da cuenta Mr. Allen de lo vergonzante de algunas frases y escenas? Si no se da cuenta, malo; si se da cuenta, peor, pues ¿pretende que nos riamos con caricatura tan poco sutil, con patochadas como “Este vino tiene una pizca más de taninos que el del 59. Prefiero una nota ahumada a afrutada”?

       Sin embargo, poco a poco, sucede el milagro. A medida que el ingenioso guión va restando minutaje a los personajes contemporáneos del protagonista, la película logra lo que parecía imposible, y, paradójicamente, va cobrando verosimilitud a medida que se adentra en la ficción y nos introduce en la bohemia del París de los años 20 primero y de la Belle Époque después, en una suerte de viaje en el tiempo cuyo desencadenante no nos es dado conocer (genial la ocurrencia de hacer aparecer al despistado detective en el Versalles de Luis XVI). Estos sucesivos laberintos nos conducen, al cabo, al manriqueño lugar común, este sí universal, de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

        En suma, una buena idea y una película si no mala sí irregular, pero con la que Woody Allen logra lo que ya no esperábamos de él, regalarnos unos instantes de magia que compartimos con entusiasmo al salir del cine, y que nos acompañan de regreso a casa como el polvo de la mariposa que tuvimos un instante entre los dedos antes de soltarla.

sábado, 5 de noviembre de 2011

MUJERES EN EL TREN

Son tres. Son jóvenes. Esperan de pie ante la puerta los últimos kilómetros antes de su parada. Visten jerséis de punto y abrigos gruesos para hacer frente al primer frío del otoño. De vez en cuando acechan su reflejo en el cristal. Se miran entre sí sólo de soslayo. El resto del tiempo clavan la vista en el suelo o la elevan hacia el techo, evitando esa franja en que pudiera cruzarse con otra mirada, ese sobresalto.
                      
Son las diez de la noche del viernes. Vuelven a casa para pasar el fin de semana. Tendrá cada cual su historia ordinaria y única, los brazos que la ciñan, necesarios, el cuarto de sus juegos infantiles, cada vez más pequeño, la hermana confidente, el padre, su costumbre.

        Desde mi asiento sólo puedo ver el rostro de una de ellas, de una seriedad un tanto impostada, en el ceño una arruguita de voluntad. Su aspecto denota la suficiente atención por la imagen como para no conformarse con el propio agrado, y sin embargo fuerza un mohín de fastidio cuando me descubre observándola. Las otras dos tienen largo el cabello. Una mujer de espaldas emociona. Transido de ternura, uno aventura en ella una esencia misteriosa y atávica, común a todas y presente ya en la niña, y funde todo ello en una idealización que casi siempre, al girarse, el rostro traiciona.

El tren comienza a frenar. La más cercana a mí ladea la cabeza y recoge un mechón rubio sobre una oreja. Cuánto peso en ese mínimo gesto. Acaso ella también hubiera podido ser la que también te escoge. Justo antes de bajar se vuelve y me mira unos segundos que valen por mil lo que tantas horas ciegas: los del vértigo, la gratitud, y, allá al fondo, una inevitable, injusta desazón por tantas puertas que no abrió mi mano, por tantos otros mundos que mi mundo negó.

viernes, 4 de noviembre de 2011

CUIDAD VUESTRA CABEZA




      Compré esta cajita de juanolas en una farmacia de León. Me llamó la atención la sobriedad de la estampa y, sobre todo, la elegancia de ese la elegantiza, verbo este -elegantizar- condenado a desaparecer, como tantas otras voces, del diccionario, ese resentido sicario que las mata callando.