miércoles, 26 de septiembre de 2012

SENTIR, PENSAR


Sentir como quien mira, pensar como quien anda.” “Sentir es estar distraído.” “Miro, y las cosas existen. Pienso y solo existo yo.”

Con qué claridad muestra Pessoa en estos aforismos la linde entre el sentir y el pensar, los dos tiempos de la creación poética: “La composición de un poema lírico debe ser hecha no en el momento de la emoción, sino en el momento del recuerdo. Un poema es un producto intelectual (…) Y la existencia intelectual de una emoción es su existencia en la inteligencia, esto es, en el recuerdo, única parte de la inteligencia propiamente tal que puede conservar una emoción.”

Encarecía Unamuno pensar el sentimiento y sentir el pensamiento. Pessoa parece conceder preeminencia al primero, reconociendo la sujeción al segundo, que tiene por mal necesario: “Lo que siento se pierde en mi pensamiento.” “Pensar es esencialmente equivocarse.” “Pensar es no comprender.” “Pensar es estar enfermo de los ojos.”

Dice más: “Pienso con los ojos y los oídos, y con las manos y los pies, y con la nariz y la boca.” “Procuro decir lo que siento sin pensar en lo que siento.” “Cansa sentir cuando se piensa.” “No basta con abrir la ventana para ver los campos y el río. No es bastante no ser ciego para ver los árboles y las flores. También es necesario no tener filosofía ninguna.”

Y pobre del poeta que no sepa discernir el momento de sentir del de pensar.

domingo, 23 de septiembre de 2012

GROTESCO

Esta noche la media de edad en el bar es menor. Será por el inicio del curso. Un grupo de chicas baila y actúa. Poligoneras. No es difícil distinguir en sus movimientos ademanes televisivos, aunque dudo mucho que hayan llegado a estudiar el método Stanislavski. P. la clava: “Estas son más de tele que de cine.” Las poses se exageran hasta lo grotesco cuando una de ellas saca una cámara y se empiezan a hacer fotos, sin curar de la molestia que el flash causa en el resto de la concurrencia. Ni me agrada ni me tranquiliza precisamente la lubricidad progresiva que se observa en las nuevas generaciones. (Diferente opinión tendría, sospecho, de estar mis edades en coyuntura de lidiar con tan tiernas reses).

jueves, 20 de septiembre de 2012

BAILAR POR DENTRO

La razón por la que amo la música es porque puedes escapar cuando la escuchas, y deseo que esa sea la razón por la que la gente escuche nuestra música, para que se pierda en el mundo de nuestras canciones.”

Consigo perderme en la música. Me escapo cuando la escucho, cuando estoy creándola. Nunca la he considerado un trabajo. La música es lo que amo hacer.”

Para mí la música lo es todo. Me siento culpable si paso un día sin escuchar algo de música. Todo en la vida gira en torno a ella. De alguna manera, la música guía mi cabeza.”

De Romy, Oliver y Jamie (The XX) sorprende la madurez con la que hablan de su música -palabra que no se les cae de la boca-, pero no tanto como el hecho de que a sus veintipocos años (y es su segundo disco), sus canciones, o mejor sus paisajes sonoros, la honren aún con más devoción que sus palabras.

The XX: "Tides" (de Coexist, 2012)

lunes, 17 de septiembre de 2012

POR LA SIERRA DE FRANCIA

Fin de semana entre las provincias de Salamanca y Cáceres. El calor, a pesar de la cercanía del otoño, es canicular. De camino a La Alberca paramos en Candelario. Subimos y bajamos por sus manzanas, volvemos a subir y a bajar, cruzamos por los accesorios, intentando ver todas las casas, todas las plazuelas, todos los balcones. El amor por las cosas es visible en cada pequeño detalle, en las batipuertas, en las tazas de las fuentes -una en cada calle-, en la uniformidad de las pinzas de un tendal -todas verdes- y de las casas, pintadas de blanco y con las esquinas y el contorno de ventanas y puertas a piedra vista. Ni una que sobrepase las tres alturas, ni una cochera metálica, ni un marco de aluminio. De vez en cuando, a capricho del aire, el olor de los jamones curándose en los pisos altos. Sólo una nota discordante: la hostilidad indisimulada del dueño de un bar. Para los habitantes de los pueblos que viven del turismo debe de ser doblemente enojoso odiar a aquel a quien se necesita.

         








En La Alberca, donde nos hospedamos, damos con una de las plazas más bonitas que uno hubiera podido imaginar. Fantaseamos con verla nevada, sin mesas ni gente. Nos entretenemos, mientras ruamos a paso de ánima, en buscar la casa más antigua. En un dintel leemos: 1613; en otros muchos, Ave Maria Purissima, o J H S. Las laudas, cuyo significado no comprendemos, nos atraen precisamente por su misterio, originalidad y falta de repetición.










A la mañana del sábado vamos a Ciudad Rodrigo. Nos impresionan los cañonazos sobre los muros de la catedral, la Portada de las Cadenas, que nos recuerda a la de la colegiata de Santillana del Mar, el Pórtico del Perdón y la panorámica desde su torre, -a sus pies los baluartes en pico de la ciudad, a lo lejos Portugal-, la coqueta Casa de Correos, con la portada a dos calles...











Volvemos hacia Las Batuecas con la intención de ver dos pueblos, Mogarraz y Miranda del Castañar. La vegetación que asombra y ensombrece a ratos el camino en nuestros trasiegos es variadísima, sobre todo de castaños, robles, nogales, pinos, olivos y encinas -a sus pies, hociqueando alegremente, algún ceniciento marrano. El río Francia nos regala un umbroso paraje de aguas cristalinas y negras, según su curso fluya o se demore en alguna poza. Mogarraz es otra maravilla, y nos deja, por inesperada, más honda huella que lo visto hasta ahora. Recuerda a Albarracín, pero es aún más laberíntico, más vario, más humano. Uno, se dice entonces, se cambiaría con gusto por ese paisano que fuma sobre el poyo de piedra el cigarro que ha liado despaciosamente y luego se levanta y con igual parsimonia se pierde calle arriba.












Miranda del Castañar, recogido por la muralla, tiene extramuros la plaza mayor, que es también coso, con sus burladeros de piedra. En la plaza de la iglesia hay una antigua bodega, hoy tienda museo, llena de encanto. En un azulejo a su entrada leemos: “La mejor filosofía, trabajar con alegría”. La dueña hace bueno el refrán dándonos a probar vino de varias botellas, y vaya si salimos alegres. Fuera, un hombre, seguramente su padre, nos saca del error por el que identificábamos el orujo y el aguardiente (el aguardiente es el orujo quemado).









                           
A la mañana siguiente paramos en Plasencia. La mayoría de las iglesias,  pese a ser domingo a mediodía, permanecen cerradas. En la espera para visitar una de ellas, vemos que un sacerdote entra y vuelve a cerrar por dentro. Esperamos otro rato y nos vamos. No son pocos los curas que se piensan que la iglesia donde ofician es suya.

 Camino de Yuste, pasado Garganta la Olla, el río Ubierna nos ofrece refresco y baño en un pequeño embalse que propicia una presa. Compramos unas frambuesas a una mujerina que las cultiva en su huerto. Si bien nos parecen un poco caras, el tiempo las irá abaratando cada vez que nos acordemos de ellas, de su beso, dulce y acedo a un tiempo, boca adentro. Del monasterio nos atraen los aspectos más humanos del retiro de Carlos I, la silla articulada que le permitía tener los pies en alto, el cuarto de lectura y el corredor abierto al altar de la iglesia para oír misa desde su cama, desde la que preparaba su alma mirando la Gloria de Tiziano en la lenta agonía a la que un simple mosquito lo sumió, a él que fuera dueño y señor de medio mundo.












sábado, 15 de septiembre de 2012

CRIATURILLAS

En la parada de Venta de Baños se suben al tren cinco adolescentes. Cuatro se arrellanan al otro lado del pasillo, en asientos encarados dos a dos, y la restante enfrente mío. Hablan sin desmayo del nuevo curso, que comenzará para ellos en tres días, de los profesores que preferirían tener y de los que no quieren ver ni en pintura, a los que ponen de vuelta y media. Aunque la voz cantante la llevan los dos chicos, son ellas las que espolvorean más generosamente la especia de los tacos sobre la ya de por sí picante conversación. La lenguaraz joven que tengo enfrente pregunta si tendrán profesor nuevo de latín. Nadie lo sabe. En un raro silencio, me dirijo a ella con seriedad:

-¿A qué instituto vais?
-Al Jorge Manrique.
-¿A qué curso?
-A segundo.
-Yo seré vuestro profesor de latín este curso.- Y luego, mirando al resto, que tienen de repente la muerte en los ojos-. Iros preparando.

Y vuelvo al libro que leía, hasta que no aguanto más y me echo a reir, poniendo en evidencia la astracanada. Ellos rompen su mortal silencio y, aún con el miedo en el cuerpo, ríen también, demostrando que en el fondo son buenos chicos.

jueves, 13 de septiembre de 2012

UN POETA

El camino de vuelta es el título del primer poemario de Antonio Rodríguez Jiménez (Albacete, 1978), profesor de instituto en su ciudad natal, según se informa en la solapa. En un prólogo no muy clarificador acerca de sus intenciones, alude el autor a un verso de J.A.González Iglesias que se refiere a nuestro paso por la vida y el tiempo como “una suma sencilla de momentos”. Y en la “serena exaltación de lo sencillo” (oxímoron sólo en apariencia) se fundamenta la poética de ARJ, más que en otras ideas que, a modo de justificación del título, se apuntan en el proemio. Se reivindica en él, y es bueno que se haga, la vuelta al humanismo y la búsqueda de la belleza como motor vital: “La poesía es también eso: celebración, exaltación de lo que importa.” También y sobre todo.

Pero, volviendo al título (son difíciles los títulos), si tuviéramos que analizar este libro en clave viajera, no pensaríamos en el viaje de vuelta, sino aún en el de ida. Esto, en sí mismo, no es malo; es lo natural en un primer libro y en un poeta joven (y en materia tan primordial como la poesía con 34 años aún se es joven). No casualmente hemos citado en dos ocasiones la voz exaltación. Y es esa tendencia a la hipérbole lo que, a mi modo de ver, lastra buena parte de los poemas: los vértigo, dolor, catástrofe, angustia, destrucción o tragedia ponen plomo en las alas de muchos de ellos; a otros les perjudica el afán de su autor por querer abarcar demasiado y no conformarse con encerrar una idea concreta. En general, los mejoraría una expresión más templada (a veces es como si no hubiera existido la necesaria pausa entre la idea y la escritura, entre el sentir y el pensar).

Pero sería injusto negar que las virtudes aventajan con mucho a estos reparos; entre ellas, el tono trascendente, las imágenes, felices y oportunas, una innegable seducción verbal y, en especial, un dominio de la versificación poco habitual. La música nunca falla al verso, preferentemente endecasílabo. Antonio Rodríguez Jiménez es poeta, cosa que puede decirse de pocos poetas, y por eso mismo tiene más mérito que haya ganado un concurso de poesía (el “Arcipreste de Hita”), pues parece que desde hace unos años en ellos se hubiera propuesto premiar lo menos poético y lo más comercial. No es el caso.

No hay en este libro un poema malo. Lo malo es que, teniendo uno la sensación de que su autor tiene la mirada y la técnica para hacerlos excelentes, sólo encuentre tres o cuatro memorables. Y son, para uno, los que más se alejan de lo cotidiano y lo anecdótico para buscar ese acopio de momentos escogidos que nos permiten ver las cosas con ojo divino. Con ello, de vez en cuando nos gana la emoción. Como en “Me basta con mirarte”, poema de amor, el tema más representado junto con el de la noche, a veces fundidos: “Pobre de quien reduzca la hermosura / a la estrechez variable de los cánones, / de quien ose ajustar a lo absoluto / las palabras que no conocen dueño. / Rechazo el adjetivo que no sea / simple celebración de tu contorno, / caricia lenta sobre tus caderas.” O en “Forner”, apología del ensimismamiento que toma prestado del zaragatero ilustrado el primer verso: “Apartado del trato de las gentes / busco ahora un remanso en las orillas / de un día que se pierde para siempre. / (…) / Extraño en cualquier reino, ave de paso / que fui por la alegría. Ahora me hiere / y, a la vez, reconforta su recuerdo.” O en “Nada puede usurparnos la belleza”, que cierra el poemario: “No han dejado jamás de sucederse / los dones de la vida, junto al gesto / que nos devuelve al barro, a lo que somos / (…) / Mientras alguien aliente en este mundo / y acumule palabras este aire, / nada puede usurparnos la belleza.”

Hondo consuelo presta el final de “Un billete de ida”: “No soy inmune a nada ni me ha curtido el mundo. / El tiempo ha ido cosiendo cada bolsillo roto: / siempre de alguna parte nece ilusión por algo.” E ilusionante es abrir un volumen al azar en una librería y encontrar una voz nueva, la de un poeta –repito, no son todos los que están– con un buen primer libro y, sobre todo, del que podemos esperar otros excelentes.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

LUZ OFERENTE

        La noche velando nuestro sueño, contando emocionada con sus dedos de sombra los versos del silencio. A eso canta un poema que feliz me encontré brujuleando por una bitácora amiga, felicidad doble al estarme dedicado. Resuene su flauta en estos mitos.

domingo, 9 de septiembre de 2012

FERIAS

Aprovechando que este año los encargados de abrir la programación musical de las fiestas fueron Andy y Lucas, hablaremos del concierto de las de hace un año. 

*

Primer día de las fiestas de la virgen de San Lorenzo en Valladolid. En las calles del centro es difícil caminar sin tropezar con los cartones de vino, las botellas y los vasos de plástico, mientras los contenedores permanecen medio vacíos. Los zapatos se pegan al suelo. La novedad de este año son las pistolitas de plástico, que se ven por doquier. Muchos jóvenes encuentran divertido disparar vino sobre los transeúntes, así tengan veinte o sesenta años. Hoy vale todo. Un matrimonio de ancianos pasa entre indignado y atemorizado. Se sienten excluidos de su fiesta, ellos que llevan toda la vida celebrando ese día, paseando y mirando. Presenciamos, con el alma en el puño, una pelea. Lo raro es que no haya más. En toda la tarde no vemos más que una pareja de municipales. De vez en cuándo pasan, eso sí, los servicios de limpieza para borrar las huellas del delito. Y menos mal.

        Con la noche, parece que los ánimos van calmándose. Cenamos en las casetas. La temperatura se humaniza. De vez en cuando se levanta un aire benigno, impregnado de olor a vino. Al pasar junto al consistorio vemos dentro, inquietantes como bichos disecados, los gigantes, y a sus pies, como sandías en un almacén, las burlonas testas de los cabezudos, que en los pasacalles siempre me recordaron a esas señoras mayores que bailan en las bodas con una rigidez que el peinado “hongo” acentúa.

         Hay en la plaza una muchedumbre que asiste al concierto de Sergio Dalma. Nos quedamos un rato que acaba siendo el bolo entero. Todo es un poco cómico. Pasa una peña -una pena- con dos bidones de calimocho en un carro de la compra. ¿De veras se van a beber todo eso? Las cuadrillas de mediana edad, por diferentes motivos, también producen cierta tristeza, con su obligado pañuelo violeta al cuello, tan apagadas pasadas las primeras horas, tan por mantenerlo. La tarima habilitada para los minusválidos ha sido ocupada sin contemplaciones por el público general. Sería imposible llegar hasta ella en silla de ruedas. A un lado del escenario, una torreta publicitaria de unos tres metros de altura, con un globo de Bob Esponja por estandarte, alberga una inquieta bandada de niños. E inquietante: agarrados a las barras de sujeción, los más activos hacen balancearse la precaria estructura en cada na na na o ye ye ye, coincidiendo con las palmas y los silbidos del respetable. Al menos en tres canciones escuchamos la expresión “dentro de ti”. Se comprende que, aparte del atractivo físico del cantante, que me considero incompetente para juzgar, su público sea esencialmente femenino. En efecto, son muchas las mujeres que conocen sus canciones y las corean sonrientes y orgullosas, alta la cabeza. A su lado, sus parejas muestran diversas actitudes, desde los que, corridos, guardan una distancia prudencial hasta los que aprovechan la ternura del momento y las abrazan por detrás, pasando por los que hacen indisimulada mofa. Más difícil de comprender resulta que tan meloso repertorio guste y hasta emocione a hombres de pelo en pecho, que demuestran saberse sus canciones más allá de los tres o cuatro éxitos que todos conocemos. No es que tenga yo nada en contra de Sergio Dalma; al contrario, me parece un ejemplo de profesionalidad, además de un tipo sano. El problema es –habiendo que escuchar cosas mucho peores– su música. Lo curioso del caso es que si alguna vez lo critiqué por empalagoso, las voces que le defendían lo hacían siempre con el mismo argumento: “Para un cantante que le puede gustar a las mujeres un poco mayores...” El yerno ideal, vamos.

Volvemos a casa despacio, dando rodeos. El aire en la cabeza sobre la bicicleta, ya a salvo y lejos del bullicio, es una delicia.

lunes, 3 de septiembre de 2012

NIÑOS

CR7 está triste... ¿Qué tendrá CR7? Los bufidos se escapan de su boca de ariete... 10 contertulios debaten acaloradamente sobre causas y consecuencias durante más de hora y media. No se ponen de acuerdo a la hora de desentrañar el nudo de su murria (a mí me da que es por la subida del iva). De vez en cuando un letrero adelanta novedades que son conjeturas, noticias que son rumores: "EXCLUSIVA: CRISTIANO HA LLORADO". Me parece estar viendo La noria. Un periodista indigno de tal nombre, ejemplar ejemplo de la degradación del gremio, célebre por su forofismo enfermizo, valga la redundancia, mira a cámara con su mejor peor cara e improvisa un monólogo dirigido a su ídolo. "Hay muchos niños -viene a decir- que hoy se van a la cama preocupados. Cuando mi hijo me ha preguntado qué te pasaba se me ha caído el alma a los pies, no he sabido qué decirle. Recapacita, monstruo, hay muchos niños con la camiseta de Cristiano Ronaldo". Ya van dos, el periodista, Cristiano Ronaldo.