sábado, 31 de diciembre de 2011

EL AUTOR EN APUROS

 Los padres salen al vermú con unos amigos –cosa de una hora– y dejan al bebé durmiendo en compañía de su tío y su abuelo, que trajina en la cocina. Empieza sollozando. El llanto va a más y hace que lo cojan en brazos y lo paseen. Pero su inquietud va en aumento y ya llora seguido, a pesar de que su tío lo intenta todo. No hay peluche que pare esto, llega a pensar, ya tan desesperado como el niño.

       Fue oír la voz de la madre y sufrir su rostro como un estiramiento de orejas y un redoblamiento de atención perrunos. El llanto paró en seco. Llegaba al fin el consuelo líquido que el rapaz exigía, el único que su tío no podía prodigar, por mucho que le tocara la ocarina primero y la flauta de pico después.

jueves, 29 de diciembre de 2011

LA CASA DEL DOLOR

Cuando la tristeza vuelva -y vuelve siempre-; cuando hayas hecho llorar a quien te quiere, y las palabras no sirvan; cuando gires en la espiral del remolino, cada vez más cerca de su centro; entonces, no luches contra el agua. Ahonda el sentimiento. No pienses todavía. Toma una de esas píldoras -Naoko, Shadowlands, Dosis modernas- que otras veces te hicieron caer a lo más hondo, donde hallarás -sólo allí- refugio de amor propio. Si es el hogar el lugar al que siempre se regresa, es hogar la tristeza. No luches. Sólo quiérete. Y aprende.
  

Mc Enroe: "Naoko" (de Tú nunca morirás, 2009)

martes, 27 de diciembre de 2011

LO BUENO CONOCIDO

Botas, Machado, Borges, Pereira... Qué pocas nuevas lecturas igualarán a estas relecturas. Cuántos libros me sobran. Cuánto mineral por extraer aún de estos que aguardan en la estantería. Como si lo importante, al cabo, fuera haber leído cien libros más o menos. Cuánta prisa para qué. Cuánto no comprendido.

sábado, 24 de diciembre de 2011

EL RAYO PALPITANTE

          

Otro poema del mundo: ver cómo cuaja el día sobre los campos escarchados, las ramas yertas, los ríos coagulados, la pátina blanca de los tejados de las estaciones derrotadas frente a las que se detiene este viejo tren que para en todos los pueblos de mala muerte, de buena vida.

Súbitamente, a la velocidad del rayo, se cruza con el nuestro otro tren. Apenas coincidimos unos segundos, pero en ellos habremos estado a un metro de cuántas personas, que han pasado como bultos ante nosotros sin que hayamos podido siquiera mirarles los ojos. Qué fugaces han sido sus vidas para nosotros, las nuestras para ellos. Así debe de vernos la eternidad. Para la Historia no somos sino pasajeros invisibles que duran lo que para nosotros el rayo, y cuyo destino sólo un desconocido jefe de estación conoce.

 
                                                                  Juan Hurle: "Distance"


miércoles, 21 de diciembre de 2011

DOS INTENTOS DE POÉTICA EN FORMA DE RÉPLICA

EN DOS PALABRAS
                                                                         
                                                                            Dalia de gran ombligo
                                                                              amarillo y sin aroma,
                                                                        yesca a la menor caricia,
                                                                           yunta, yunque, yuruma
                                                                      más sabrosa. Yugo ínfimo,
                                                                                 médula panificable.

                                                             POETA LEONÉS

¿Y qué?

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(NECRO)LÓGICA

Vida es una cosa, poesía es otra (...) No los mezclemos. El poeta empieza donde el hombre acaba. El destino de este es vivir su itinerario humano; la misión de aquel es inventar lo que no existe. De esta manera se justifica el oficio poético. El poeta aumenta el mundo, añadiendo a lo real, que ya está ahí por sí mismo...

                                                                                                               J. ORTEGA Y GASSET
                                                                                              (La deshumanización del arte)

Si comienza tu vida
                                                         donde fina la vida
                                                         del que te da la vida,
                                                         muerta naces, poesía.

martes, 20 de diciembre de 2011

EQUUS

Los burros no viven, esperan.
*   *   *
Feroz capitalismo: el código de barras hasta en las pobres cebras.
*   *   *
Cada vez que me hablan de alguien noble a quien no conozco, no puedo evitar ponerle cara de caballo.

UN GOBIERNO SERIO

Sintió uno, desde que las cosas empezaron a torcérsele, cierta lástima por Zapatero. No vamos a volver sobre el incuestionable despilfarro de las Administraciones ni a cebarnos en su ingenuidad cuando sacaba pecho afirmando que la nuestra era una economía de Champions League, pocos meses antes de ser arrasados por la marea de una crisis que tardó más de un año en aceptar, tras sucesivas desaceleraciones, tímidas primero y aceleradas después. Se le veía tan superado por la situación, tan desaparecido al final, cuando acabó por ceder ante el chantaje sin fin de los mercados, insaciables por naturaleza, que eludió uno la fácil tentación de darle al tentetieso, deporte nacional promovido por los medios más facciosos donde el calificativo más suave que le cayó encima a ZP fue el de iluso.

En ciertos asuntos todos podemos equivocarnos. También se le ocurrió a uno en cierta ocasión oferecerse voluntario como representante de escalera, y por aquel trago amargo conoció la verdad de la canción aquélla: "Ay Manolete, si no sabes torear pa´ qué te metes". La diferencia, importante, radica en la escala de ambos errores. Lo mucho que se pueda reprochar a Zapatero será en función de su aptitud para la responsabilidad que asumió, pero no creo que nadie pueda dudar de sus buenas intenciones, lo que en política, visto lo visto, no es poco, aunque tampoco suficiente.

Ahora bien, la situación, de la que es responsable en la parte que le corresponde, no admite reduccionismos absurdos. Rajoy, que se ha pasado la legislatura en el cable, aguardando a que el Gobierno le cayera en las manos como fruta madura, y metiendo algún palito en la rueda de vez en cuando, por no hacer mudanza en la costumbre de su partido, tendrá que empezar a decir algo más aparte de que España es un gran país, que la prioridad es la creación de empleo o que hay que recuperar la confianza de los mercados. Leemos ahora en los medios de la derecha más sectaria, tras la merecida debacle socialista, que la presión de aquéllos sobre España aflojará en cuanto vean que al frente del país hay “un gobierno serio”. ¿Quién es ahora el iluso?

viernes, 16 de diciembre de 2011

BUENISMO (DE VEZ EN CUANDO ALGUNA TONTERÍA)

Como en cada sorteo de la Champions o de la Copa del Rey, intercambio un par de mensajes de móvil con un familiar lamentablemente errado en el objeto de su afición. La repetida gracia del asunto radica en ponderar la calidad del rival del equipo de uno (así sea el Cluj o el Victoria Pilzen) y ningunear al rival del rival, llámese Chelsea o Milán.

En el fuego cruzado de hoy mi interlocutor, extrañamente indulgente con los excesos de Mouriño (el último ha sido escudarse en la suerte para justificar su reciente derrota liguera contra el Barcelona, soslayando cualquier atisbo de autocrítica), él que parece persona ponderada y sana, abducido como tantos por el incendiario gurú, carga contra el buenismo de Guardiola, que tiende a exagerar la dificultad de sus rivales para evitar la relajación de sus jugadores. Su ataque a Pep exige una respuesta contundente y a la vez elegante. Improviso unos ripios de aire frayluisiano que acaban siendo un serventesio decente -decente para ser lo que es-, con la intención de decir -sé que no- la última palabra:

Buenismo no, que elemental prudencia
conviene de los grandes al estado.
Más le cumpliera a otros la decencia
de no cargar sus cargos al mal hado.

EL TORERO DEL MOROSO

Acodado en la terraza de este cuarto piso, desde la que se observa el parque de San Francisco alfombrado con las hojas de sus plátanos y castaños, disfruta uno de la única película que, vista a diario, no cansa, la de la vida, acaso porque los rostros de los actores se renuevan constantemente. La secuencia de escenas poco ha variado en el tiempo: la de los barrenderos, como no sea en los aparejos que el ayuntamiento les suministra para realizar su labor; la de las jóvenes, que van o vienen del instituto apretando sus carpetas contra su pecho con idéntico arrobo a las de hace un año o diez; la de la mujer que vacía al pie de un árbol una bolsa de pan para las palomas, desafiando la ordenanza municipal, desde hace tanta pena; y así.

Pero hay entre todos un lance simplón y cautivador, como simplona, cautivadora e irresistible es la observación del mar o de la lumbre, y es el de los coches que pasan calle abajo. Gusta uno de observar si se detienen o no cuando hay alguien esperando ante el paso de peatones (la estadística que estoy elaborando al respecto va muy igualada); y más aún de escrutar los aparcamientos, en los que tantas veces el conductor golpea al coche de atrás (nada más hilarante entonces que observar su reacción al salir, haciéndose el longuis las más de las veces, examinando las menos los posibles desperfectos). Es increíble lo que esta actividad recreativa estimula el espíritu crítico. Hay conductores que comprueban una a una el cierre de todas las puertas; otros que han tardado varios minutos en aparcar; y, entre éstos, los que salen del coche sembrando en derredor miradas hoscas, acaso alguien hubiera sido testigo de su impericia. Cuando he sido cazado por uno de éstos, curiosamente, he sentido un primer impulso de retirarme de la ventana, como si el que tuviera de qué avergonzarse fuera yo. Otras veces, y me remonto a una etapa más macarra, no pude reprimir un aplauso cínico ante el que el impericioso, tras detectar la fuente sonora, se alejaba corrido. Si era una chica joven, lo cual constituye, ignoro por qué atávico motivo, el súmmum de dicho recreo, todavía alguna se atrevió a dispararme un envenenado “gilipollas”. Increíble.

A una de estas vueltas pasó zumbando un pequeño turismo amarillo que lucía en el capó el siguiente rótulo sobreimpresionado en negro: El torero del moroso; y más abajo el inmodesto lema: los maestros del cobro. Además de un teléfono, completaba el conjunto un logotipo–según parece aditamento hoy imprescindible hasta en las más dudosas empresas–, que no podía ser otro que la estampa de un matador en escorzo de acabar de dar un muletazo a una res a la que uno imagina a punto de dar con los cuernos en la arena. Los actuales tiempos de crisis económica han disparado, como es sabido, el índice de morosidad en España, y al arrimo de tal circunstancia han proliferado las empresas de cobro de deudas, poniendo fin al monopolio de la pionera El cobrador del frac. Todos recordaremos haber visto con asombro a un tipo con chistera por la calle, o el coche blanquinegro de su franquicia, coloratura por cierto muy apropiada por ser también la de la urraca, ave conocida por su afición indiscriminada por lo ajeno. Un repaso a los nombres de algunas de estas empresas denota que, por la razón que fuere, no pueden evitar deslizar un toque de humor muy en la línea de nuestra mejor tradición picaresca: La sombra del moroso, El sindicato del cobro, La cruz del moroso, El zorro cobrador, El cobrador de blanco, El buda del moroso, La abadía del cobro, El pregonero del moroso, El cobrador de guante blanco, El monasterio del cobro...

En la página web de una de ellas se puede leer el siguiente texto, inquietantemente ambiguo: “disponemos del mejor equipo humano y los medios materiales para conseguir nuestros objetivos”. Ignoro a qué equipo humano puedan referirse. Uno se figura que una sola persona podría bastarse para regentar uno de esos tinglados, aunando en sí telefonista, detective y ejecutor de la deuda, y publicitándose de paso en sus desplazamientos en coche. Un emprendedor a lo Sam Spade pero en moderno y en cutre, teléfono móvil por pistola y en vez de americana y corbata un traje de luces, por ejemplo.

Respecto a los métodos empleados, si en un primer momento actúan de un modo similar, dirigiéndose telefónicamente a los presuntos morosos conminándoles a saldar sus deudas de un modo más o menos intimidatorio, un segundo paso, sugerido por tales nombres, da pie a una mayor especialización, pero con un punto en común: el paseíllo acosador con estrafalarios disfraces (de monje, de zorro, de torero...), siguiéndolos a todas partes embutidos en tales atuendos y denunciando a voz en grito su supuesta condición deudora. Es la parte folclórica del negocio. No es sin embargo el método más expeditivo: otras prácticas como las comunicaciones postales y telefónicas a empresas, clientes o particulares del entorno laboral y familiar del presunto moroso, e incluso las amenazas físicas, han valido a nueve directivos y empleados de La sombra del moroso, denunciados por la Agencia Española de Protección de Datos y varias asociaciones anticobro, condenas a penas de prisión por extorsión y asociación ilícita.

Seguiremos al tanto de las evoluciones de tan original manera de ganarse la vida.

lunes, 12 de diciembre de 2011

DEL COMER POCO Y MAL

Regresábamos a España después de una reparadora semana en Portugal. A los naturales encantos de aquel país, a la amabilidad de su gente y a su respeto por la tradición, añadiría yo la naturalidad en el acto de alimentarse, el no pretender convertir en arte la primera de nuestras necesidades. Allí uno puede comer por siete u ocho euros un prato do dia que incluye, además de una carne o un pescado con su guarnición de arroz, patatas o ensalada, la bebida y el postre, y a veces el café. Se me dirá que en España también tenemos nuestro menú del día, aunque a un precio algo mayor. La diferencia es que en Portugal la lacra de la nouvelle cuisine aún no se ha propagado allende los cenáculos finos, mientras que aquí siempre existe la amenaza de que el más remoto bar de carretera pretenda pasar por tal. Y ya sabemos que de elegante a hortera hay una raya de lápiz.

Regresábamos a España, decía, y lo avanzado de la hora nos llevó a tomar la salida hacia el primer restaurante que viéramos señalizado. Quiso el azar que diéramos con nuestras tripas en el Asador´s Jose, “la cuna del buen comer en el asador de los sibaritas”, según rezaba uno de los coloridos folletos promocionales que a la entrada del mismo había. Era un lugar incalificable. Al entrar quedamos boquiabiertos ante la pintoresca decoración que embutía cada rincón del inmenso y laberíntico local, en una suerte de horror vacui deudor del barroquizante atrezzo de los restaurantes chinos. Llamaban la atención, desde luego, las reproducciones de cartón piedra, algunas de tamaño natural, de un gorila aquí o una jirafa allá, pero destacaba el gran número de vacas pequeñas pintadas con colores chillones a las que hacía referencia el folleto: en un tamaño de letra mayor que el del propio nombre del restaurante se leía: “A POR EL GUINNESS. Asador´s Jose estará muy pronto en el libro Guinness de los récords no por las más de 200 vaquillas que hay en nuestros comedores, sino por sus más de 350 platos y su innovadora carta.” En la parte de atrás del díptico, que no tenía desperdicio, se leía una especie de poema encabezado por este estremecedor pareado: “Este Asador´s de amor, / este ligero beso de la tierra, que mi boca besa...” Y en las dos páginas interiores, los nombres de los diferentes salones (salón del sibarita, salón del glamour, salón del asadito, salón de la bodeguita y -no podía faltar- sala vip); la sorprendente oferta de carnes exóticas a la brasa (de cocodrilo, canguro, bisonte, camello, avestruz, ñu, caballo, cebra y potro); y las novedades, en las que, entre otras ocurrencias, nos llamó la atención la ensalada de pétalos de flores. Aún había espacio para una frase con ínfulas filosóficas, auténtica y temible declaración de intenciones, atribuida a una tal J.M.B. (imagino que el dueño del tinglado): “Si todos los hombres se alimentan, solamente unos pocos saben comer, y es con la reflexión, con el pensamiento como debemos elegir nuestros platos, y con la imaginación degustarlos”. Con todas estas tonterías nos íbamos poniendo en lo peor y tentándonos la cartera.

Dadas las dificultades planteadas para elegir plato de entre los cientos que había en dicha carta de Guinness, resolvimos pedir tres tablas y dos ensaladas, ante la preocupación patéticamente pintada en la cara de la camarera que nos sirvió, que nos aconsejaba que pidiéramos otra tabla más, pues creía que nos quedábamos “un poquito cortos”, consejo que no seguimos y cosa que no sucedió. Y eso que no contábamos con que la ensalada de gambas y etcétera tuviera el número mínimo de ellas para justificar ese plural, es decir, dos, ni con que el contenido de la otra hubiera cabido en un plato la mitad de grande. El problema, con todo, no era de cantidad. Como quiera que continuamente preguntaba cada empleado que pasaba por allí qué tal iba la cosa, hubo que acabar diciéndoles que la carne no era buena y estaba mal cocinada, ante lo cual lo único que se les ocurrió decirnos era que podían pasarla un poco más. Fue tal vez por ello que, al finalizar, se llegó hasta nuestra mesa un camarero con una botella de champán    -abierta- a la que invitaba la casa, invitación que no venía a cuento y que declinamos, pidiendo la cuenta.

Salimos del local hora y media después de haber entrado (enojoso retraso dado el largo camino que todavía teníamos por delante), habiéndonos gastado cada uno tres veces más que en Oporto el día anterior y execrando la plaga de restauradores modernos y artistizantes que no saben dar al cliente lo que quiere y se desviven por darle lo que no quiere, y que además -y es lo más insufrible- pretenden hacerle sentir tacaño para mayor beneficio.

        Como en esos restaurantes de menú donde, acabado el segundo plato, le preguntan a uno si va a tomar postre. Un día, como quiera que la comida había sido horrenda, contesté -mal hecho-: “Naturalmente que voy a tomar postre, ¿o no lo voy a pagar? Yo donde pago cago”.

 

viernes, 9 de diciembre de 2011

LA HUELLA NOBLE DEL TIEMPO

Dejó escrito Borges en el evocador poema "Montevideo" refiriéndose a la capital uruguaya: “Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente”. Ruando el laberinto de la Alfama, en Lisboa, la decadencia de las calles del barrio medieval de Guarda, apenas soslayada por los azulejos que ennoblecen sus nombres entre los desconchones de los muros, la blanca uniformidad de ese suspiro del mar que es Ericeira, pienso que acaso Portugal es la España que tuvimos, un país que desoyendo los cantos de sirena de la globalización se ha mantenido fiel a su carácter, orgulloso de sí, sabedor de que el turista es un visitante eventual al que no hay por qué contentar a cualquier precio. Un país que no ha traicionado la obra de sus antepasados ni ha sido víctima de alcaldes artistizantes de uno u otro signo que han querido borrar con su huella, insignificante como dañina, la huella noble del tiempo.

martes, 6 de diciembre de 2011

GLÓSÓLI

Después de cinco días con la niebla agarrada al río, por fin el sol ha podido con ella. Por un día la cosa puede tener su gracia y hasta parecernos romántica, pero a partir del segundo... El caso es que primero se adueñó del aire una luz cegadora y empezamos a vislumbrar la otra acera, el final de la calle, la torre de la iglesia, y de repente esos perfiles difusos cobraron relieve y un sol tutelar nos bañó de calor por dentro y por fuera, y los desconocidos que tuvimos tiempo para saber del prodigio nos miramos sonrientes. Por lo demás, todo seguía en su sitio. Al cruzar el puente de hierro he sentido que podría volar. Afortunadamente no lo he intentado, pero he escuchado "Glósóli", sol resplandeciente en islandés, y al final no he podido evitar echar a correr, agradecido, Dios, agradecido. Takk, Sigur Rós. 

Sigur Rós. Glósóli (de Takk, 2005)

domingo, 4 de diciembre de 2011

VIENTO A VIENTO

Finales de noviembre. El otoño comienza a mostrar su cara menos bucólica, la más descarnada, o por mejor decir, la más deshojada. Dos temporales consecutivos tapizaron de oro el parque de San Francisco. Del tronco húmedo de un castaño, que parece la piel mojada de un elefante, brota un verdín decantado que indica el norte. Sus hojas transitan del verde al ocre en una decoloración que ningún pincel podría imitar. De los dos álamos de la plaza de Grano sólo resisten, temblonas, las hojas más altas. Las que arrancó el viento se acurrucan entre los cantos del suelo, envidiosas acaso de las que cayeron a la fuente, que vivirán un poco más a cambio de escucharle al agua su secreto. A los abedules de la plaza de Correos, aún cargados de monedas, no tardarán en ponérsele las ramas moradas, como si el frío les cortase la circulación o el tronco avariento no dejara savia para ellas. Se va entrando la vida, viento a viento, en su cuartel de invierno.

                                Abedul                                               Castaño

jueves, 1 de diciembre de 2011

¿BUENA SUERTE? ¿MALA SUERTE? ¿QUIÉN SABE?

Cuenta una fábula china que había un viejo labrador que tenía un caballo. Un día el caballo huyó hacia las montañas. Cuando los vecinos del labrador llegaron a su casa para lamentar su desgracia, él replicó: ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe? A los pocos días el animal regresó, trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Éste les respondió: ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe? Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se partió una pierna. Todos consideraron esto una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe? Una semana después, el ejército entró en el pueblo y reclutó a todos los varones en condiciones de ir a la guerra. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, le dejaron con su padre. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?