domingo, 22 de septiembre de 2013

ÁRBOLES CON ALMA

      Carabeando por internet en busca del nombre de un árbol encontré este precioso blog. Me gusta, de entrada, su nombre, Árboles con alma, pues siempre creyó uno en el alma de lo vivo y aun de lo no vivo, en su conciencia, que es donde nos nace el amor a la naturaleza y el respeto que las cosas nos piden. Es utilísimo, siempre que estemos dispuestos a considerar útil reconocer tal o cual especie o distinguirla de aquella otra, conocer mejor, en fin, las cosas del campo, que son las cosas de todos. Las fotografías, hechas en distintas épocas del año, van posándose minuciosas sobre las hojas, los frutos, el tronco o las flores. Incluye además el blog poemas sobre árboles. Su administrador, que es el autor de las fotos, y que permanece discretamente oculto detrás de sus árboles, reproduce en la cabecera de la bitácora los primeros versos de un entusiasta y entrañable poema que su abuelo, "ilustre abogado y popular poeta costumbrista altoaragonés, publicó en 1935".

LOS ÁRBOLES
                                                                                                   A los niños
La cuna en que nuestra madre
nos mece en la edad primera,
la lumbre de los hogares
de las risueñas aldeas,
el techo que nos cobija,
los muebles que nos rodean,
las flores que nos perfuman,
los frutos que nos sustentan,
los libros en que estudiamos
y el arca en que nos entierran
son producto de los árboles
que veis crecer por doquiera.
                                                                 (...)
                                                                                         Cristino Gasós

     Es alentador que haya quien se ocupe en estas cosas, así que se le ocurrió a uno, por alimentar ese vergel, enviar su poema sobre el abedul, que ya se cimbrea, quién se lo iba a decir, junto a las encinas o el olmo seco de Antonio Machado. Como suele decirse, no se vio en otra.  

jueves, 19 de septiembre de 2013

CON ESE OLOR A PÓLVORA


                                                CON ese olor a pólvora
                                                y ese falso silencio que sucede
                                                a la detonación, siempre te parecieron
                                                más propias de otra época, más dóciles
                                                a otras manos sin duda más templadas.
                                                Desde su oscuro origen,
                                                como el del hombre incierto, han sido objeto
                                                de un culto tan curioso como impune.
                                                Incluso hay quien con riguroso celo
                                                las conserva y ordena como negro amuleto
                                                en el noble caoba de sus estanterías.
                                                Su frágil apariencia
                                                encubre a duras penas un poder destructor
                                                que suelen ejercer contra la vida,
                                                confiriendo a su dueño
                                                un poder prestigiado que, llevado al extremo,
                                                lo convierte a sus ojos en un esclavo o un dios.
                                                No todos las codician, sin embargo,
                                                pues las carga el diablo.
                                                Son, efectivamente, las palabras.

                                                                                                        (De Quietud)

lunes, 16 de septiembre de 2013

CERRILES

    F. no había estado nunca en Zamora, pero conocía a un zamorano con el que mantuvo trato asiduo durante una temporada. Hablando con M., aseveraba por aquel conocido que los zamoranos eran gente fría y distante, un tanto más susceptibles de lo saludable. A M., que también conoció a un zamorano sin haber estado en aquella ciudad, le parecían por el contrario amabilísimos, expansivos, diáfanos en el trato.

Como F. y M. eran de esa clase de personas que siempre pretenden tener la razón, aun cuando no hay razón que tener, ninguno se movía; al contrario, iban añadiendo razones y sinrazones a su discurso. Lo mejor de todo fue que F. y M. empezaron a intuir (aunque ninguno dijo nada) que el conocido de uno y otro eran la misma persona.

jueves, 12 de septiembre de 2013

LA DEL INSTANTE

     Se va el verano, y me parece bien. Son días de cambio, en los que el misterio parece que se posa más cerca, días de tenues regresos, de adioses sutiles. Atesoramos de este y otros veranos algunos amuletos que nos gusta mirar de vez en cuando. Así las fotografías,  el bote con agua que recogimos ingenuamente de la playa de Borizo o un guijarro acopiado en una cala de piedras que, ya sin brillo, nos recuerda que la única eternidad que nos es dada es la del instante.

    Ayer -es un decir- anunciaba uno aquí la próxima publicación de su primer libro en prosa. Hoy -será un decir- quiere uno dejar una muestra del último en verso. En las lecturas públicas parece cortesía poner al auditorio sobre la pista del tema del poema que vamos a leer. Sirva de glosa para este una imagen del lugar que lo inspiró, el asturiano arenal de Arra, cercano a Ribadesella.

(Adviértase en la línea del horizonte la redondez de nuestro planeta)


A UNA PIEDRA EN LA PLAYA

            ¿Qué me quieres decir, guija pulida
            que mi azarosa mano ha recogido
            de entre las cientos, miles y aun millones
            que teseláis la playa? ¿Me recuerdas
            la fatal consunción de la materia,
            nuestro final unánime? Nos hizo
            el arduo azar o el Dios
            en el derrumbadero de los días.
                                                 Si no a mí a mi genésica semilla. Si no a ti
            a la primordial masa deleznable.
            Polvo seré. Tú arena. Será el mismo
            el viento que nos lleve.

                                                                                          (De Lo breve eterno)

jueves, 5 de septiembre de 2013

MITOS Y FLAUTAS

     Me llegan las primeras pruebas de Mitos y flautas. ¿Hago bien publicando estas prosas? ¿No menoscabo con ellas la credibilidad del poeta, el valor de los poemas? A días valen, a días no. Puse en ellas el mismo rigor que en los versos, acaso más tiempo. De hecho, no creo que haya entre unos y otras una diferencia esencial, no son sino dos caminos distintos para llegar a un mismo lugar. Lo expresa muy bien Trapiello: la poesía es el cuerpo de la literatura, y los géneros los trajes con que vestimos ese cuerpo.

Puede ocurrir también que la idea de hombre que dejan entrever las prosas no sea la misma que trasluce en los poemas. Pero no pienso que esto sea malo ni deba extrañar. Me referí una vez a la poesía como “la verdad que eres”; habría sido más exacto decir una verdad que eres. Nadie es una sola persona. Qué diferente el Bejarano poeta, tan mórbido, tan melancólico, del Bejarano prosista, tan luminoso. A los dos nos los creemos.

Expuestos estos o similares titubeos a mi primo poeta, acaso esperando que me diera algo de jabón, me respondió que ahí dudamos todos. Se refería a la prosa de los poetas, y yo adiviné en lo lacónico de su respuesta el deseo del mentor por ayudar al neófito a que aprenda a volar solo. “Quien nunca da por acabada una obra siempre termina acabando con ella”, advierte en su Catálogo de asombros. Y qué a propósito, pues cada vez que corrijo estos Mitos y flautas le nacen veinte enmiendas, si no son cuarenta, y se me antoja que las pruebas de imprenta podrían convertirse en un perpetuum mobile en canon en el que yo me persiguiera a mí mismo ad infinitum para desesperación del editor. No va más, igual que todo tiene un principio, ha de tener un final. No debería doler demasiado que se le vean las costuras, que no han de ser sino las de su creador, y que al minuto de nacer advirtamos disgustados algunos hilos sueltos, pues ¿no es hijo de padre humano, acaso demasiado humano?

Cubierta de Mitos y flautas (La isla de Siltolá)

domingo, 1 de septiembre de 2013

TURISMO, TERRORISMO

(Oído en Guimarães)

    -Bueno, entonces Oporto mañana nos lo ventilamos, ¿no?

    ¿Bastará una vida para conocer una ciudad como Oporto?