jueves, 30 de agosto de 2012

DOS PROSAS

Una de esas criaturas que confunden la personalidad con dejarse crecer los pelos del sobaco, una joven con las cosas muy claras todavía.

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Una de esas criaturas que confunden
                                               la personalidad
                                               con dejarse crecer
                                               los pelos del sobaco, una mujer
                                               con las cosas muy claras todavía.

domingo, 26 de agosto de 2012

RINGO

Hará un año de esta bufonada. Habrá que hacer constar la obviedad de que preferimos que se rían de un animal esperando a que haga de vientre a que lo maten. A tal perogrullada obliga la brutalidad de las costumbres de este país. ¿Qué será del bueno de Ringo?

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(leído en prensa)

Ringo, el burro de Chano Sierra, será el gran protagonista de las fiestas de San Hilarión, en Colunga. El simpático cuadrúpedo decidirá el ganador de los 500 euros de premio de una rifa, según un original procedimiento: será soltado en un prau dividido en 1600 parcelas numeradas, de dos metros cuadrados cada una, resultando premiado aquel cuyo número de papeleta coincida con el número de la parcela sobre la que el animal tenga a bien defecar. Para la división de éstas se contará con la participación de un topógrafo, que establecerá las coordenadas exactas vía satélite. Ringo será soltado a las seis de la tarde. El espectáculo está asegurado.”

(26/8/2011)

Me quedó la duda, después de leer la nota, de qué ocurriría en el caso de que la mierda cayese en la linde de dos o más parcelas. ¿Repartirían el premio a partes iguales? ¿Lo prorretarían en función de los boñigos caídos en cada una? No hubo caso, pues el caso fue que a las dos horas de ser soltado, el burro seguía pastando tranquilamente por el prado, y como quiera que, acaso mosqueado por tanta expectación, no le vino en gana de vaciarse, la comisión de festejos se vio obligada a posponer la astracanada para otro día, quedando los allí congregados con un palmo de narices. Quizá habría resultado mejor, y sin duda sería más divertido que hacer chanza de un animal tan digno de ternura, que el objeto del concurso hubiera sido averiguar, en la zafia espera de que el equino levantara la cola, cuál de los asistentes era el mayor asno. Apuesto a que el burro Ringo era el menos burro de todos.

Ringo

viernes, 24 de agosto de 2012

INCREÍBLE

        -No veo yo olas como para que suba la marea.

        Lo mejor de la frase es que no se la ha dicho el niño a la madre, sino la madre al niño. Increíble.

miércoles, 22 de agosto de 2012

LÁGRIMAS EN LA HIERBA

Subo con mi padre desde el collado de Pandébano hasta el refugio de la vega de Urriello, en la base del Naranjo de Bulnes. El día es caluroso. Apenas encontramos sombras en el camino. Nos cruzamos con muchos turistas (bien está) y algún montañero (por las botas los conoceréis). Se nota en aquellos la extrañeza por el hecho de que en el monte la gente se salude. Será por eso que alguno no responde. Nos refrescamos en la fuente de La Terenosa y atravesamos el Collado Vallejo. De vez en cuando nos asalta la fragancia incomparable del té florido, ya un poco seco.

A mitad de subida alcanzamos a un hombre de mediana edad y una chica joven. Están parados, de pie. Él, con acento francés, la fuerza a seguir con una agresiva arenga con ínfulas filosóficas aderezada con numerosos tacos. Le dice palabras terribles en tono violento y llega a amenazarla con tirarle una piedra que coge del suelo. Mi padre saluda y sutilmente la recomienda que se cubra la cabeza y beba a menudo, y que pare a descansar en las contadas sombras que encuentre. Ella calla. Él, que es a quien realmente se dirige mi padre, balbucea algunas palabras como disculpándola. Por ellas deduzco que es su padre. Entonces les adelantamos y la chica echa a andar detrás nuestro, mientras él se sienta desencajado. Aprovechamos para animarla. Mi padre le dice palabras cariñosas que hacen desbordar por sus coloradas mejillas un silencioso llanto. Es preciosa, y las lágrimas, como en el poema de Ángel González, la vuelven aún más bella. La sutileza y la ternura con que mi padre se gana poco a poco su confianza me llenan a la vez de orgullo y de envidia. Nos sentamos los tres bajo la visera de una roca y por sus respuestas lacónicas sabemos que es natural de Sotres, que ha vivido siempre en Bélgica y que veranea en La Franca, tan cerca de nuestro Celorio. A todo esto, llega hasta nosotros el que se cree su dueño y pasa adelante sin decir palabra. Mi padre y yo también reanudamos la marcha. Ella permanece sentada, sufriendo anticipadamente por cada paso que le queda. Tras una vuelta del camino me detengo y decido esperar a que ella llegue. Cuando lo hace, sencillamente camino despacio delante suyo sin decir palabra. Ella tampoco dice nada. Supongo que comprende que quiero ayudarla, pues advierto que, en efecto, va poniendo los pies justo donde los he puesto yo. Ya con la vega a tiro de piedra cobro distancia para que su padre no piense lo que no es. Hay junto a él dos chicos que resultan ser también hijos suyos.

Tras beber de la fuente, comemos fuera del refugio, echando de vez en cuándo alguna miga a las descaradas chovas y a algún curioso acentor de cumbres. Después decidimos subir hasta tocar la pared oeste de la base del Naranjo, así llamado porque de ese color lo veían, en las tardes nítidas, los marinos que bordeaban las costas asturianas al ocaso. Hacia arriba, 500 metros de roca caliza. Hacia dentro, la agradable consciencia de nuestra insignificancia. Al volver al refugio, nuestra accidental acompañante de la subida ya se ha ido. Yo voy pensando en ella a la bajada. Cuando la alcanzamos va más animada, hablando con un hermano. “Hasta luego”, le digo en voz baja. “Hasta luego”, responde igual.

Que la vida te trate dignamente, me habría gustado decirle parafraseando a García Montero. Sé que no la volveré a ver. ¿Será su vida todo lo maravillosa que debería?


sábado, 18 de agosto de 2012

ENSAYOS DE LA MUERTE

        Contra la marea, dos niños levantan su fortaleza de arena ayudados por su padre. Cuando una primera ola sobrepasa su obra, que ya no parece sino ruinoso palomar de adobe, redoblan indesmayables sus esfuerzos, acaso aún ignorantes de que nada se puede oponer al avance del agua, que todo lo iguala, como inofensivo ensayo de la muerte. El padre, pensativo, les ayuda en silencio.

martes, 14 de agosto de 2012

NO RESPETA LA VIDA

Lo advierte Miguel d´Ors en “Por una muerte”, poema memorable como la mayoría de los suyos (si tuviera que hacer una antología de cada poeta predilecto, la suya sería sin duda de las más representadas):

Después de morir uno, mientras uno
se está muriendo, se abre
una ferretería, pintan una fachada
y el muerto ya es ajeno, y todo nos lo aleja.

O ruge, como hoy a la puerta de la iglesia de Colombres, el estrepitoso motor de un coche que compite en hiriente volumen con la machacona música que sale de su interior. Esa zapatiesta sin sentido, en la hora en que enterramos a una joven de 35 años, más que indignarme, me sume aún más en la tristeza paralizadora.

viernes, 10 de agosto de 2012

LA JUVENTUD PERDIDA

La poesía de José Luis Piquero insiste en la desasosegadora añoranza de los días de vino y rosas de la vida estudiantil, no necesariamente en edad académica. Estos versos de El fin de semana perdido, su último libro de poemas, reflejan el marchamo a un tiempo irónico y venenoso de su poesía:

   La muerte ya pisaba sobre hojas secas
           muy cerca de cualquiera de nosotros.
           Pero estaba la música muy alta.

lunes, 6 de agosto de 2012

BRASI, TIÑI Y TUERTI

Siempre que voy a Oviedo aprovecho para visitar las librerías Cervantes y Ojanguren, y si hay tiempo y la paciencia -ajena- lo permite, la de Valdés y otra de lance, cuyo nombre no recuerdo, que hay frente a la estación de tren. Hoy harán conmigo el camino de vuelta Otoños y otras luces, de Ángel González, cuyo primer ejemplar que compré perdí, y Para entregar en mano, no sé si último dietario de José Luis García Martín, que si no difiere de lo habitual será uno de esos libros retardadores del sueño, cuyo vino, en la elaboración del cuál se empleó un año más la propina de la corrección, nos beberemos de un trago.

Pero el motivo de la visita a Oviedo no era ese, sino entregar en el albergue municipal a los tres gatos, Brasi, Tiñi y Tuerti, que encontramos anteayer dentro de una caja de sidra en un maizal en Barro. Tendrían, si llegaban, una semana de vida. Creímos que no pasarían de esa noche y los cogimos con la intención de llevarlos a la perrera de Llanes. Un amable veterinario que regentaba una clínica a la entrada de la villa nos lo desaconsejó, pero nos dio el teléfono de una asociación de amigos de los gatos que nos iba a ser muy útil, al ponernos sobre la pista del albergue municipal de La Bolgachina, donde finalmente los acogerían. En la única tienda de animales de la localidad tampoco los querían, así que nos los llevamos de vuelta al camping.

Durante los dos días que los tuvimos allí (era sábado y al albergue no podíamos ir hasta el lunes) los alimentamos con leche caliente que les dábamos en un biberón. Brasi llevaba –nunca mejor dicho– la voz cantante. Su insistencia y su energía resultaron providenciales, pues difícilmente habríamos oído la débil monserga de sus hermanos. Tiñi tenía unas heridas rosáceas en el morro que desaconsejaban el contacto con él. Era el más débil y pequeño, y se negaba a comer, de manera que había que abrirle la boca y meterle la tetina a fondo. Respiraba con dificultad, haciendo un ruido como de motor gripado. Más tarde supimos que era esa carencia olfativa la causa de su falta de apetito. Tuerti tenía el ojo derecho infectado. Se lo limpiábamos con manzanilla y poco a poco se le fueron separando los párpados y asomando el blanco del ojo, lo cual, si bien era objeto de alegría, le daba un aspecto aún más lamentable. Parecía carne de cañón, pero desde el principio demostró aferrarse al biberón y a la vida con uñas y dientes. Si nos hubiéramos quedado con uno de los tres, habría sido con él. Salvo Tiñi, casi siempre comían de buen grado. Se nos subían a las zapatillas o se acurrucaban en nuestro regazo después de cada toma. Empezaban a jugar entre ellos. A veces creíamos percibir en su cara miradas de gratitud. Al llevarlos al albergue nos pareció que quedaban en buenas manos. S. lloró al despedirse de ellos.

Después de comer paseamos por el centro el tiempo suficiente como para acabar mareados por los toques de campana (en realidad son grabaciones) que reproducen el Santa María a los cuartos, las medias y las enteras, y aun diríamos, tan raudo se pasa el tiempo, que a las y cinco y a las y diez y a las y veinte. No recordaba una insistencia musical semejante desde tiempos de Kenny G. Y luego hay algo... Cómo lo diría sin soltar al ruedo palabras como anacrusa o intervalo... La armonización del himno de Asturias, que suena a las horas en punto, resulta desconcertante. Sonaría mucho mejor solamente con que la voz que dobla a la melodía lo hiciera por debajo de esta, y no por arriba. Algo muy sencillo de cambiar que mejoraría la vida de los ovetenses. Además, la primera nota de cada frase suena más larga de lo que debería, deformando la medida. Naderías, en fin. Con todo, volvemos con la satisfacción del deber cumplido (en silencio, un poco tristes).

Brasi, Tiñi y Tuerti

viernes, 3 de agosto de 2012

UN LIBRO

Los artículos de Muñoz Molina. Uno de los mejores momentos de estos primeros días de agosto está siendo el de retomar estas Travesías recién llegada la noche, rodeado de un aire y un silencio plenos de mar, a la luz de una bombilla incasablemente orbitada por esos efímeros satélites, las polillas. Como ocurre con los libros que mejor nos acompañan, me domina al mismo tiempo la pulsión por avanzar hacia cada nueva escala y el pesar por la indefectible cercanía del último puerto.

miércoles, 1 de agosto de 2012

CON EL SUEÑO

Paseamos por Llanes. Es la última noche de julio. En una escondida plaza con una acacia florida en el centro, damos con una multitud de fieles del bando de La Magdalena. Lamentan, más que celebran, el fin de su mes y el inicio del siguiente, en el que pasarán el testigo de las fiestas al bando de San Roque. Cantan en voz baja una melodía alegre y triste, es decir, melancólica, mientras con las manos unidas se balancean adelante y atrás formando poco a poco una espiral a medida que, como un mantra, se suceden las estrofas. Dice el estribillo:

Que con el sueño de la mañana
te estás quedando rosa temprana.
Que con el sueño de mediodía
te estás quedando rosa encendida.

Se respira una emoción contenida que de pronto se vivifica y rompe en gritos cuando, al finalizar la canción, ocho jóvenes, cuatro mujeres y cuatro hombres, bailan el Pericote. Ellos tiran el palo y caminan hacia ellas con una chulería todo deseo. Ellas los miran con un orgullo todo deseo también. La sutil simbología del baile, su limpia metáfora del cortejo amoroso, se hace aún más visible en la siguiente danza, el Xiringüelu de Naves, en la que un mozo baila, con dislocados movimientos de marioneta, a cuatro mozas, a las que rodea con vivos giros, de una en una primero y a todas juntas después.

Emoción que es nostalgia, quién lo iba a decir, por los tiempos en que el baile era la única ocasión de jóvenes y no tan jóvenes para mirarse, ceñirse y hasta tocarse.