lunes, 16 de septiembre de 2013

CERRILES

    F. no había estado nunca en Zamora, pero conocía a un zamorano con el que mantuvo trato asiduo durante una temporada. Hablando con M., aseveraba por aquel conocido que los zamoranos eran gente fría y distante, un tanto más susceptibles de lo saludable. A M., que también conoció a un zamorano sin haber estado en aquella ciudad, le parecían por el contrario amabilísimos, expansivos, diáfanos en el trato.

Como F. y M. eran de esa clase de personas que siempre pretenden tener la razón, aun cuando no hay razón que tener, ninguno se movía; al contrario, iban añadiendo razones y sinrazones a su discurso. Lo mejor de todo fue que F. y M. empezaron a intuir (aunque ninguno dijo nada) que el conocido de uno y otro eran la misma persona.

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